Barcelona - El actor británico Jeremy Irons, que presentó ayer en el BCN Film Fest un documental sobre el Museo del Prado (Pintores y reyes del Prado), señaló, en relación a la polémica latente en el mundo cinematográfico sobre Netflix, que se debería “juzgar la calidad del cine y no cómo se proyecta”.
Irons reconoce que “el panorama en el cine está cambiando, aunque las cifras del público en las salas convencionales hayan subido en los últimos tres o cuatro años”. Este incremento demuestra, según Irons, que “hay un deseo de que el público acuda a los cines, porque asistir a la sala oscura es un acontecimiento, como cuando sales de casa para ir a ver un partido de fútbol o al teatro”. A su juicio, los cines que sepan crear “ese acontecimiento, más allá de ser una mera sala de proyecciones” siempre tendrán su lugar. Pero el actor advierte que “la gente tiene ahora en sus casas grandes pantallas de televisión, que proporcionan una muy buena calidad, incluso más que en algunas salas. Por tanto, se tiene que juzgar mirándolo desde otra perspectiva”.
Asegura Irons que “Spielberg se equivoca, porque los tiempos están cambiando, y si estamos juzgando la calidad de la historia, del guion, de la actuación o del diseño de la producción me parece que Netflix debería estar permitida en el festival de Cannes”. Jeremy Irons, que ha protagonizado series televisivas exitosas como The Borgia o la mítica Retorno a Brideshead, admite que “una buena parte del mejor cine se hace hoy en la televisión”.
El ganador de un Óscar en 1991 por El misterio von Bülow no se plantea, como otros colegas, pasarse a la dirección: “Dirigí en el pasado una película para la televisión sobre refugiados, pero me siento muy perezoso” y piensa que “los actores somos muy afortunados”.
El actor incide en la actualidad política -“días terribles”- y se atreve a hacer un análisis: “Me parece que sigue el eco de la crisis de 2008, con demasiadas personas en nuestra sociedad que piensan que están en desventaja y tenemos que encontrar una manera de que el capitalismo se regule para que las empresas que ganan mucho dinero contribuyan a nuestra calidad de vida”. Su deseo es que el rumbo de la revolución económica en la que estamos inmersos “no acabe en el totalitarismo, que sería terrible para la democracia”.
Grabar el documental Pintores y reyes del Prado le permitió conocer mejor el Museo del Prado, del cual lo que más le impresionó es su “naturaleza ecléctica”, derivada de que “la colección no la hicieron expertos en arte, sino monarcas, por un interés personal” y de ese modo reunieron pinturas españolas, italianas o flamencas.