Vitoria - Un tres en uno con el Levante como punto de partida y la mirada de Ricardo Cases como instrumento. Tres proyectos diferentes en fondos y formas pero entre los que hay un hilo conductor, más allá del que supone haber sido realizados por la misma persona, y que tiene que ver con el contexto, con el lugar, sus costumbres, sus gentes, sus clichés. El lugar en el mapa se convierte en motor de ideas y estímulos para trasladarse ahora de manera conjunta hasta la capital alavesa, hasta una sala Amárica que ayer inauguró Un ambiente soleado, que va a permanecer abierta hasta el próximo 2 de junio.

La primera producción que, tanto de manera espacial como temporal, aparece es Paloma al aire, que el autor llevó a cabo en 2011, entusiasmado con la práctica de la colombicultura. “El color, es lo que más me llamaba la atención, lo que me interesaba. Bajo el sol, en la naturaleza, los colores explotaban”, apunta el creador de Orihuela, que durante unos años residió en el País Vasco puesto que estudió Ciencias de la Información en el campus de Leioa.

Eso sí, de manera especial, esta primera parte de la exposición tiene cierto aire de instalación ya desde las dos primeras piezas que sirven como antesala de un conjunto en el que también aparecen algunos elementos escultóricos. Y ello a pesar de que tanto en este caso como con el resto de sus producciones, Cases dice preferir siempre el formato del libro para divulgar sus creaciones.

Más allá de esa cuestión, frente a Paloma al aire se encuentra El porqué de las naranjas (2014), una propuesta del todo diferente. En este caso, el fotógrafo se olvida del qué. “Ni hay argumento ni me interesaba; necesitaba trabajar en el cómo”, recuerda, al tiempo que explica que estas imágenes responden a un lenguaje marcado por un “determinado momento personal”. Así, la naranja se convierte “en la excusa” para llevar a cabo un proceso que se traduce en una larga serie de imágenes de pequeño formato que reclama del espectador que se acerque para descubrir un trasfondo marcado por la situación social y política de principios de esta década.

Entre ambas series se encuentra Sol (2017), que ocupa la parte central de Amárica, además exigiendo de la sala una determinada instalación, componiendo un todo en el que las imágenes se entremezclan para retratar al astro de muy distintas maneras, unas más metafóricas que otras, pero todas con un aire irónico también presente en sus otras dos creaciones. En cuanto a la forma, aquí Cases quiere que el visitante tenga que mirar igual que lo hace el fotógrafo cuando está buscando con su cámara. En el fondo, lleva su mirada sobre el cliché levantino hasta el extremo, componiendo un paisaje cuando menos singular.

Con estas tres partes, “compongo una crónica sentimental, si se quiere decir así, tras regresar a Valencia después de estar viviendo y trabajando en distintas partes”, una labor de fotoperiodista que un buen día decidió aparcar para “dedicarme a mí mismo como medio de comunicación”.