Era un hervidero. “Teniendo en cuenta los habitantes que tenía la ciudad y la cantidad de bandas que existían, lo de Vitoria en comparación con otras capitales era impresionante”, recuerda Kepa Frisco. “Es que se nos olvida, pero en aquellos años, el heavy rock en esta ciudad tuvo mucha importancia, más de lo que se valoraba dentro”, apunta Satur. Eso sí, ni ellos ni Juanillo, Carlos, Javi Ariño, Javier González, Julio César Romero Julius y Luis Alberto Tellería Telle miran a aquellos años 80 con nostalgia de un pasado mejor o con pena de lo que ya no volverá.

“Ya hemos incluido a grupos de allí en entregas anteriores, como Pléyade, Harlem y Piruletas de Hormigón, pero queríamos dedicar un disco a Vitoria”, explica Jesús (Gadir Records), responsable junto a Paco (Héroes de Culto) de la colección Condenados al Olvido, que en su sexta entrega fija su mirada en la capital alavesa en colaboración con Discos Cada. El resultado es un CD en el que se incluyen las demos que entre 1984 y 1990 realizaron Zorrostiaga, Forjas Alavesas, Ley Seca, Osiris, Yugular y Merlín. “El público del underground ochentero será reducido pero es muy fiel y aprecia mucho este tipo de cosas”, apunta. “Paquito y yo siempre hemos sido unos frikis de esto, de las bandas del heavy metal que para la gran mayoría han pasado desapercibidas. Un día nos dimos cuenta de que teníamos el suficiente material y bastantes contactos para, de una manera altruista, recuperar maquetas y trabajos perdidos” y lanzarse a una aventura en la que, eso sí, están distribuyendo sus referencias por distintos países europeos, americanos y asiáticos.

En el caso de este Condenados al Olvido VI Especial Vitoria-Gasteiz, que cuenta con portada de José Antonio Vives, la iniciativa se hace realidad ahora, tras el proceso de remasterización de los temas realizado por Yeray López. De hecho, el próximo sábado 6 de abril a las 14.00 horas se procederá a la presentación oficial del disco en el Compay Guitar Cafe. Será una cita especial en la que también se pondrá de largo el cassette que se ha editado, en este caso con la colaboración de Witchcraft Records, con la primera maqueta de Harlem ahora que se cumplen 35 años de su grabación, una pieza de coleccionista puesto que sólo se han realizado 55 copias. Además, aunque está disponible desde finales de 2018, a esta fiesta se sumará un álbum de 22 temas que los mismos responsables del proyecto han sacado para repasar el camino de UTM.

Pasión y diversión “En todo esto no hay ganancia económica. Nada de nada. Pero es que somos tan, tan frikis”, ríe Jesús. Ese entusiasmo, esa dedicación y el hecho de dirigirse con estos discos a otras personas que comparten, como público, la misma visión de la música en general y del heavy metal en particular, es lo que quienes formaron parte de los grupos presentes en estas reediciones -en varios casos, estuvieron en más de una banda en diferentes momentos- más valoran.

“Han pasado tantos años que el hecho de que se edite ahora este disco, como mínimo, no perjudica a nadie. De hecho, es algo que va a servir para que esa música no se pierda”, apunta Javi González, más allá de que algunos como Telle, Julius o Frisco estén ahora en otros géneros, aunque el propio Kepa reivindica que “todos nosotros, como músicos, venimos de aquello” y, por lo tanto, no hay motivo para rechazar esa época... “aunque alguno sí lo haga”.

“No recuerdo aquellos tiempos como mejores, sí tal vez más divertidos, pero más que nada por la edad que teníamos”, sonríe Carlos al tiempo que apunta que desde hace casi tres lustros “nos juntamos muchos de aquella época y hacemos una comida al año”, un hermanamiento que en los 80 se traducía, por ejemplo, en viajes colectivos a otras ciudades para ver a sus grupos preferidos (“ya montábamos buenos autobuses”), en charlas interminables en bares de referencia como el Topo, en encuentros en los locales de ensayo que se repartían entre Aretxabaleta, Durana, Musiketxea... “No era sencillo encontrar un espacio”, comenta Javi González. “Es más, había grupos satánicos de metal que llegaron a ensayar en parroquias: cambiaban las letras en la iglesia y luego en los conciertos cantaban las buenas”, ríe Frisco.

“Nos lo pasábamos de cine, otra cosa es que ahora escuches cosas de aquella época y digas: ¡madre mía!. Pero no es una crítica. Es algo normal. No era sencillo aprender, no había escuelas, profesores?” comenta Telle. En este sentido, Juanillo recuerda que “las grabaciones se hacían en cuatro pistas y cualquiera hoy se echaría las manos a la cabeza al ver lo que hacíamos entonces. Pero es que la pretensión era grabar por amor a lo que estábamos haciendo. Funcionábamos por divertirnos, sin dinero y sin medios, lo que nos llevaba a ingeniárnoslas mucho”. “Hay que entender cómo se hacían las cosas y que teníamos 20, 23, 25 años... todo tiene su contexto”, dice Javi González.

“Políticamente, en el momento en el que estábamos, no éramos correctos. No entrábamos en los cánones de la gente que manejaba el cotarro. Además, estaba el rock radikal vasco, que se lo comía todo con Hertzainak, La Polla y Cicatriz”, dice Satur, más allá de que varios de ellos compartieron escenario con estas tres bandas en algún que otro festival. “Cuando flipabas era cuando se organizaban circuitos de conciertos por barrios o pueblos e íbamos con equipos buenos”, rememora Javi Ariño, más allá de que, como apunta Juanillo, “lo mejor que nos pudo pasar a todos fue el movimiento okupa y los gaztetxes; sin ellos no hubiéramos tocado”.

“Ante todo, había mucha complicidad para disfrutar de la música juntos” dice Julius, más allá de que hubiese sus más y sus menos, como pasa siempre. También hacia el exterior. “En los 80 era más fácil hacer un grupo de punk, sólo que los que nos queríamos complicar la vida, hacíamos uno de heavy metal”, ríe Juanillo.

Protagonistas Es imposible resumir en pocas líneas las historias, los nombres y las anécdotas de los grupos que se citan en Condenados al Olvido. Imposible e injusto puesto que se quedarían muchas cosas en el tintero. Si acaso, sí se puede hacer una breve semblanza. “Cuando Iñaki se marchó de Réquiem para formar un nuevo grupo con unos chavalotes que estaban todo el día metidos en el local (Soziedad Alkoholika), montamos Zorrostiaga. Fue una época muy bonita en la que tocamos muchísimo, sobre todo fuera”, dice Frisco. La suya es la primera banda que aparece en un CD que sigue con Forjas Alavesas: “el grupo nació entre Harlem y Vampiros del Metal. La mayoría de las bandas no tocábamos, íbamos detrás de la estela que iban dejando Osiris y Piruleta” recuerda Juanillo. A la primera época de Ley Seca corresponde la demo recogida en el disco, “una primera formación en la que estaba Robe SA”, apunta Javi González.

“La verdad es que en el álbum han metido alguna canción de la que ya ni me acordaba”, sonríe Telle a la hora de hablar de Osiris: “dábamos mucho la chapa e hicimos de teloneros de grupos importantes. En esos conciertos me ponía detrás, escuchaba a otros cómo tocaban y me daba cuenta de que no tenía ni idea de tocar la batería”. También se incluye a Yugular -que empezaron como Ekaitz- con una demo “que grabamos con un cuatro pistas y teníamos un ampli por el que salía todo. Era una bomba”, describe Javi Ariño. Cierra el CD Merlín, un grupo “en el que no parábamos de tocar todo lo que nos llamaba la atención”, comenta Julius, quien tiene claro que “aquello fue el germen de algo que luego nos ha traído un montón de satisfacciones musicales”. Al recopilatorio se une el trabajo especial sobre unos Harlem en los que Satur entró como cantante hasta que la mili paró ese camino: “cuando volví necesitaba tener una banda, era mi pasión”, algo que pudo satisfacer al entrar en UTM.

En el presente Aunque como señala Telle “comparar culturalmente aquella época con ésta es muy complicado” y que, como apunta Juanillo, “hoy hay diferencia entre quien paga y va a los conciertos y quienes forman grupos porque sobre los escenarios sí ves mucha gente joven”, todos comparten, con matices, que falta relevo generacional en el público.

“En el rock, blues, jazz, música clásica? tenemos un problema. Los chavales no van a conciertos. Hacen otro tipo de actividades y no sé la razón”, describe Julio César, que tiene un contacto diario con esas nuevas generaciones desde el Conservatorio Jesús Guridi. “¿Qué pasará en el futuro? Bueno, ya veremos”. De momento, la música sigue sonando.