Desde hace 25 años, las calles de la localidad de Araia se inundan de espectáculos cómicos y el polideportivo Arrazpi se convierte en epicentro del Festival de Teatro de Humor. Los vecinos de este enclave alaban la diversidad cultural, la calidad de las representaciones que han pasado por las diferentes espacios y, sobre todo, el buen ambiente que se ha creado en el último cuarto de siglo en torno a su certamen escénico.
Año tras año y edición tras edición, las expectativas que se crean en torno a esta tradicional cita se superan, pese a la crisis y a las vacaciones. Las ganas de divertirse y disfrutar con la comedia consiguen que la pequeña localidad de la Llanada reúna a miles de curiosos y aficionados al teatro llegados no sólo de Álava, sino también de puntos tan dispares como Barcelona, Madrid, Pamplona, San Sebastián o Zaragoza. “En la diversidad cultural y en la calidad de las representaciones está el éxito de este festival”, subrayan desde la localidad. “Lo más increíble del festival, aparte de las obras que se representan en el polideportivo, es observar en plena calle a genios que provocan en un público entregado miles de improvisadas sonrisas durante sus recorridos callejeros”, señala Endika Moraza, tras la barra del bar Kuttuna.
Detrás del mostrador ha visto cómo el certamen ha traído consigo la llegada de nuevos clientes desde sus inicios. “Tenemos clientes que se reservan parte de sus vacaciones para venir al festival”, reconoce al tiempo que señala que “el ambiente que se genera estos días es fantástico. Hay mucho movimiento por la mañana y por la noche la gente se sienta tranquilamente a disfrutar de sus copas, siempre con una sonrisa en la boca”.
A lo largo de su dilatada historia los espectadores han respondido a los diferentes carteles planteados por Porpol. Atrás han quedado los duros inicios en los que pocos podían imaginar la repercusión que con los años iba a tener el festival. “Hemos tenido la suerte de contar con artistas de todo el mundo, igual desconocidos para nosotros en ese momento, pero que tras su paso por Araia les hemos visto en la tele o en los medios”, reconoce Moraza.
Sentados en la terraza del Kuttuna la familia formada por Mariano, Loli, Javi, Sinfo y Haizea, reconoce que los días del festival “hay más vidilla que en fiestas. Estos días se hace vida en la calle. Nosotros solemos cenar fuera y los bares siempre están a tope”. Coinciden en señalar que “los organizadores de este evento lo hacen superbién” y la oferta es muy “variada. Hay espectáculos en diferentes espacios y de mucha calidad”. La implicación del vecindario es tal que dejan la timidez atrás y no dudan en participar en las actuaciones. “La gente que suele ser vergonzosa cuando te sacan al escenario pues no duda en participar”.
Una de las que procura asistir a las representaciones que se hacen en el Prado o en la plaza es Estefanía Lekuona es Estefanía Lekuona. “El ambiente es increíble. Estamos desde primeras horas de la mañana en la calle”, reconoce a la espera del inicio de la vigésimo quinta edición. Esta vecina de Araia señala que “cada año los espectáculos son mejores y merecen mucho la pena”.
La sensación general del pueblo es de “satisfacción”. En ello se reafirman desde el Bar Bene, a escasos metros de la Herriko Enparantza, uno de los principales escenarios de la fiesta. “El programa del festival está ya muy consolidado y es un valor seguro para el pueblo”, apunta Ana Egurrola.