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Por lo menos, calidad y cercanía

Leanne Faine & Favor consiguen sobrevivir a la repetitiva fórmula de la Noche Góspel

Por lo menos, calidad y cercanía

En un Mendizorroza con algo más de media entrada, la cuadragésimo segunda edición del Festival de Jazz de Vitoria vivió el martes por la noche su primer encuentro con el público, una jornada inaugural que, como viene siendo tradicional, vino marcada por el góspel, teniendo en esta ocasión como protagonistas a Leanne Faine & Favor. Es decir, casi dos horas (descanso incluido) de casi el mismo repertorio de siempre para repetir la misma fórmula de palmas, cánticos y brazos al aire conocida.

Es evidente que esta noche tiene sus numerosos seguidores (por cierto, que se desesperaron haciendo colas en el bar para pedir por el nuevo sistema de venta de tickets, previo a solicitar la consumición solicitada) pero su repetición matemática cada año se ha terminado por convertir en un déjà vu excesivo. Por lo menos, en este caso, Faine y sus acompañantes le pusieron a la propuesta calidad y cercanía, sobre todo en el caso de la líder del grupo, que quiso y supo darle, sobre todo en la primera parte, alicientes al espectáculo para que aquello no terminase siendo más de lo mismo.

Para eso, hizo de todo. Se bajó del escenario en cuanto pudo, se cantó un tema sola toalla en mano mientras caminaba frente a las primeras filas de la zona de abonados, se sirvió de la voluntaria que la organización le había puesto para acompañar a la formación en su paso por la capital alavesa para que hiciera también el papel de traductora con el respetable (¿se ha escuchado alguna vez tanto el nombre de Teresa en el pabellón?), dirigió a sus acompañantes con acierto (pequeña bronca al pianista incluida para que dejase de tocar en una canción) y aseguró que “a pesar de ser más joven que estos chicos -en referencia a sus compañeros de andadura- tengo fuerzas para cantar toda la noche”. Toda una declaración de intenciones. De hecho, antes del bis requerido por los espectadores puestos en pie, preguntó a su representante señalándose el reloj de su muñeca si aquello tenía que acabar ya.

Por supuesto, no faltaron ni el Oh Happy Day, ni los coros con el respetable, ni estas cuestiones típicas, aunque tal vez ha sido el año que menos pinta tuvo aquello de acercarse a una clase de aeróbic, lo cual es de agradecer. Además, aunque Faine llevó la voz cantante durante casi toda la actuación, sus acompañantes también tuvieron sus momentos de protagonismo, demostrando que, como conjunto coral, los de Chicago tienen argumentos suficientes.

Así que tras el habitual bis, el grupo se despidió, Teresa pudo descansar de sus funciones de traducción, y el personal, que al principio de la noche tuvo que luchar contra un intenso calor a golpe de abanico, marchó para casa con el alma más cerca del cielo.