Bilbao - Dicen que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición. Algo así le ha pasado a John Verdon con David Gurney, el protagonista de sus seis novelas que tras ocho años juntos se ha convertido de alguna manera en su alma gemela. Ambos viven en zonas rurales y piensan prácticamente de la misma forma, aunque Verdon asegura que Gurney tiene una actitud diferente a la suya. El escritor asegura que “si David Gurney fuera una persona real, le tendría gran admiración”.
Sexto libro de la saga de David Gurney, eso se traduce en muchas horas construyendo a un personaje. David y usted deben ser ya almas gemelas, ¿no?
-Le entiendo y le comprendo bastante bien, de hecho compartimos una gran variedad de similitudes. Los dos pensamos de la misma manera, la construcción de los diálogos son fáciles porque David habla de la misma manera en la que lo haría yo. Sin embargo, también hay cualidades que quizás no compartimos. Gurney es un hombre valiente y a lo mejor yo no lo soy tanto. Tiene una manera de tratar los problemas mucho más relajada.
Pero las almas gemelas también tienen sus roces... ¿Ha tenido algún debate interno a la hora de desarrollar a David Gurney?
-El personaje y yo tenemos mucha afinidad por lo que sería como entrar en conflicto consigo mismo. Si pensara en el personaje como una persona real, le tendría muchísima admiración.
El personaje tiene su propia media naranja, Madeleine. Personaje imprescindible para entender a Gurney, ¿verdad?
-Creo que sí. El personaje de Madeleine es crucial para entender a Gurney. Ella es totalmente distinta al él. Tienen diferente manera de mirar al mundo y a la vida. Madeleine tiene cualidades que David no tiene y eso ayuda a complementar el personaje. Madeleine, en ese contraste con él, le ayuda mucho a resolver los casos. Entre los dos hacen un solo perfecto.
Al igual que Gurney, usted se trasladó al entorno rural a vivir. ¿Qué le inspira este entorno?
-Comparado con una ciudad grande, la zona donde vivo con mi mujer me da paz, tranquilidad, belleza, aire limpio, agua limpia... Es un estilo de vida sin estrés porque no hay tráfico ni ruido. Aunque confieso que una persona joven podría volverse loca en ese ambiente (risas).
El thriller y, sobre todo, los temas policíacos son clave en sus novelas. Su hijo es policía, ¿han trabajado alguna vez mano a mano?
-Mi primera novela la terminé casi sin saber si se iba a publicar, por lo que no la leyó ni mi hijo. Desde un inicio me he documentado mucho a través de los libros y manuales que los agentes de policía utilizan en la academia, además de visitar academias de policía y laboratorios forenses donde se realizan pruebas. Sí que es verdad que con mi hijo he comentado y analizado alguna frase o le he preguntado que en caso de que cierta circunstancia se diera cómo reaccionaría él. Pero vivimos vidas muy separadas, por lo que no puedo depender de él para escribir mis novelas.
En esta ocasión, en ‘Arderás en la tormenta’, aborda el racismo. ¿Es este libro, de alguna manera, una fotografía de Estados Unidos?
-No exactamente. En la novela se describen casos que se podrían encontrar dentro de un espectro. Dentro de toda la gente que vive en América, hay quien es muy racista con opiniones realmente desagradables que pueden llegar a ese nivel abusivo o de violencia que se describe en la novela, pero también hay gente que realmente tiene unas opiniones realmente distintas.
¿Se ha agravado esta situación con Donald Trump al frente de la Casa Blanca?
-Trump no ha creado el racismo, el problema siempre ha estado ahí. Trump a lo mejor sí que ha hecho ponerle más luz o darle más claridad o hacerlo más evidente. Cuando Obama fue elegido presidente hubo quizás una creencia inocente de que el problema del racismo se iba a terminar, y eso de ninguna manera sucedió, el problema seguía estando ahí. Después de un año desde que Trump fue elegido presidente, existe la percepción de que el problema se ha agrandado pero es un problema que lleva latente cerca de 300 años.
Han sido muchas horas delante de millones de páginas, alguna vez habrá tenido ese síndrome de la página en blanco, ¿no?
-La verdad es que no. Hay gente que sigue una rutina y se sienta frente al ordenador horas y horas hasta que vienen las inspiraciones, obligándose a trabajar delante del ordenador. Yo no escribo así. No tengo horario ni disciplina. Sólo escribo cuando siento que tengo que hacerlo, cuando me llegan las ideas.
¿Termina aquí la saga de David Gurney?
-Muy probablemente va a haber otro libro. Normalmente escribo las novelas acumulando unas pequeñas tarjetas donde apunto todas mis ideas. Siempre las llevo encima para cuando se me ocurre alguna cosa poder escribirlo. Por ahora tengo 100 tarjetas escritas, cuando llegue a las 500 podré darle forma al libro.
Lleva vendidos más de 500.000 ejemplares. Usted que ha sido publicista, ¿cómo convencería a quien no le ha leído para que lo haga?
-Me retiré del mundo de la publicidad a conciencia. Trato de evitar todo lo relacionado con ella y jamás intentaría convencer a alguien de que comprara el libro. Quiero que la gente se adentre en mis historias porque realmente quieren, no porque nadie les ha inducido a ello.