Vitoria - Tras publicar el año pasado su último disco, Avalon, la voz de Gwennyn -que canta en bretón además de en inglés y francés- llega mañana por primera vez a Gasteiz para tomar parte en el Aitzina Folk.
¿Cómo empezó su interés por la música?
-Muy temprano, mi voz empezó a llamar la atención de quienes estaban a mi alrededor. Me dijeron que sentían emoción al escucharme y eso me dio ganas de ir más allá: crear mi propia música, escribir mis canciones, expresarme de una manera personal. Pronto la música me dio alas para florecer en la vida.
¿Qué estilos y músicos le han influenciado?
-Muchos estilos diferentes me han formado. Cuando era adolescente, escuchaba Peter Gabriel, Massive Attack, Kate Bush, Pixies, pero también cantantes folk, irlandeses o escoceses como Alan Stivell, Altan, Capercaillie... cuyas voces me fascinaban. Hoy, me gusta escuchar, por ejemplo, al trompetista de jazz Ibrahim Maalouf y su trabajo Illusions o los excelentes Head Hunters de Herbie Hancock, sin olvidar voces increíbles como Tina Turner, Adele y Noa. Y me gusta escuchar a los autores menos conocidos por lo que tienen que decir musicalmente, y entrar en su universo personal. Me gusta descubrir voces, historias, música del mundo.
Hace diez años estaba usted considerada una artista revelación. ¿Cómo ha vivido el camino y la evolución hasta ahora?
-En 2007 realmente puse un pie en el mundo profesional y eso conllevó un torbellino de conciertos, reuniones y grandes momentos de creación. Aprendí sobre todo lo que había que saber sobre producción de discos, giras, trabajo en escena, el entorno cultural en el que me encuentro... He hecho más que 500 conciertos, incluyendo una parte en el extranjero (Europa y Asia) y algunas actuaciones memorables en lugares prestigiosos como el Olympia en París o Ufa Fabrik en Berlín.
¿De dónde nace la inspiración para crear?
-De lo que experimento: sentimientos, esperanzas, carencias. A veces, estas impresiones se evocan en mis canciones a través de historias que me conmueven. Madres (de la Plaza de Mayo), por ejemplo, habla de la frustración de las madres argentinas, dejadas sin noticias de sus hijos secuestrados, sus nietos entregados a otras familias durante la dictadura militar de Videla. Gololai, una mujer afgana que no podía soportar el matrimonio por la fuerza con un hombre mucho mayor que ella y que terminó suicidándose al convertirse en una antorcha viviente es otra historia que inspiró. Otras canciones hablan sobre nuestras leyendas bretonas y lo que tienen que decirnos sobre nuestra identidad y nuestros mecanismos psicológicos.
¿Qué quiere transmitir?
-Emoción y fuerza. Bretaña y sus contrastes. Su luz única, sus cielos cambiantes y su temperamento.
En muchos de sus vídeos aparece la naturaleza. ¿Cómo de importante es para usted?
-Siempre ha sido una gran parte de nuestra cultura. Esto se debe al druidismo, nuestra vieja religión que todavía está un poco difusa en nuestra sociedad rural. Hemos heredado este particularismo y lo hemos integrado completamente en nuestras vidas. Todavía tenemos rituales con las fuentes, alrededor de las montañas... prácticas que se remontan a la época precristiana y que nos dan una tendencia natural a respetar y preservar la naturaleza porque tiene un carácter sagrado.
Llega a públicos de distintas generaciones, desde gente mayor a jóvenes. ¿Cómo se hace?
-Tal vez sea porque todavía tengo 15 años (risas). No me siento como si hubiera crecido por completo, a pesar de que la experiencia de la vida y la adquisición de algunos conocimientos me han dado madurez de todos modos.
¿Es esta su primera visita a Euskal Herria? ¿Tiene referencias del folk aquí?
-Hace unos años fui al Bidasoa Folk en Irún y al Galdames Folk en Bilbao. Pero antes de eso, cuando era estudiante, recuerdo haber participado en una marcha y un gran festival vasco para defender el euskera. En Bretaña, somos muy conscientes de su causa y nos inspira su ejemplo. Por ponerte un ejemplo, también caminamos por el idioma bretón en la Ar Redadeg [evento similar a la Korrika].
El Aitzina Folk está este año realizando un trabajo específico para dar valor al papel de la mujer en la música. ¿Cree, en su caso, que lo ha tenido más complicado para desarrollarse profesionalmente por ser mujer?
-Es como en todas las otras áreas. Tienes que ser dos veces más fuerte, dos veces más convincente y aceptar estar casi dos veces menos bien pagada. Pero la lucha continúa y la brecha está tratando de reducirse. Las cantantes que me fascinan son aquellas que tienen una carrera real y que no necesariamente tienen todos los recursos para tener éxito al principio: Tracy Chapman, Adele, Gossip, Souad Massi, la poeta Hissa Hilal... Ellas tienen destinos excepcionales. En folk, también me gustan las cantantes que hacen música con acentos de rock, como la escocesa Karin Polwart o Feist, de Canadá.
El fin del Aitzina, además de la música, es la consecución de fondos para la investigación de la ataxia telangiectasia. ¿Sabe algo de esta enfermedad? ¿Qué piensa de aprovechar la música para este tipo de acciones solidarias?
-No, no mucho, pero he estado documentándome desde entonces. Lo que puedo decir es que estoy muy contenta de apoyar esta bella causa. La música es una excelente manera de crear conciencia. En Francia, en este momento, estamos recaudando dinero para la investigación de una enfermedad genética rara. Y Bretaña es muy consciente de este problema porque abundan, por ejemplo, los casos de hemocromatosis, enfermedad genética muy común entre los celtas. ¡La movilización es enorme!