En un principio, su existencia no estaba prevista. Pero a principios de esta década, la fotógrafa Nahikari Mora, junto a otra compañera, decidió crear la asociación cultural Enelu para poder afrontar una convocatoria que les iba a permitir desarrollar un proyecto artístico y social. Hoy, ese camino no sólo se mantiene, sino que ha ido encadenando propuestas y trabaja en nuevos retos de cara al futuro más inmediato.

En la base de su actividad se encuentra el concepto de la fotografía participativa, impulsado en el caso del Estado por la creadora Almudena Caso. “Ella, como fotógrafa, había ido a un montón de sitios a hacer reportajes sobre comunidades de distinta índole. Pero hubo un momento en el que se preguntó qué hacía ella lanzando su imagen de esas personas, cuando la realidad es la imagen que esas personas quieran lanzar de sí mismas. La fotografía participativa lo que hace, en cierta medida, es dar la cámara a esas personas para que la visión no sea la de un profesional sobre un colectivo. Es ese colectivo, esa comunidad, esas personas quienes aportan su propia mirada, aunque para ello usen las herramientas que les puede facilitar el profesional a nivel de técnica, encuadres...”.

Sobre esa base, Enelu vivió su arranque con el objetivo no de realizar cursos o talleres para enseñar fotografía sino de usar esta disciplina “para generar, en la medida de lo posible, una mejora en ciertos colectivos sociales”. Eso se concretó en el primer proyecto que afrontó la agrupación, una apuesta que tenía a las mujeres que están presas en la cárcel de Zaballa como protagonistas de todo el proceso. “Lo gracioso es que creamos la asociación para presentarnos a una convocatoria de La Caixa pero no cumplíamos el requisito temporal que se exigía de funcionamiento de la misma, así que al final nos presentamos de manera individual”. Detalles burocráticos a un lado, en este caso “lo primero fue crear con ellas dinámicas de grupos para sacar ideas sobre sus intereses, sus visiones, sus percepciones sobre lo que podíamos hacer. Todo lo que se hizo fue en base a lo que ellas querían y expresaban. Nosotras, como mucho, dábamos las herramientas para que ellas contasen su historia. Por ejemplo, si alguien quería expresar determinadas emociones como las relacionadas con la pérdida de un hijo, como nos pasó, nosotras indicábamos cuáles podían ser las características de luz, las posibles miradas...”.

Aquella primera experiencia ha terminado por marcar la senda que se ha recorrido hasta el momento. “A partir de ahí, fueron saliendo más ideas y hemos seguido, como asociación, trabajando en estos ámbitos. Lo que queremos, lo que impulsamos, son trabajos de carácter social; ahora se dice mucho eso de para la mejora personal y social, y esas historias. Se puede decir como se quiera. Nuestro fin no es la cultura a secas, no es la fotografía, es el arte para una mejora social, es poder valernos de una serie de herramientas para empoderar a colectivos sociales. Es una apuesta por hacer de manera participativa para que la gente se refleje a sí misma”.

A aquella primera producción le han seguido otros proyectos, desarrollados, por ejemplo, con Aspace (Asociación de Parálisis Cerebral y Alteraciones Afines), organización con la que se llevó a cabo una propuesta para generar un espacio de inclusión a través de la fotografía y el graffiti. También en el colegio Ramón Bajo, utilizando una técnica fotográfica propia del siglo XIX como la cianotipia, se propuso una labor relacionada con la cohesión del barrio que terminó por desbordar los límites del centro escolar para involucrar a vecinos de muy diferentes edades, lo cual también enriqueció las relaciones y el proceso de una manera significativa.

Actividad En la actualidad es Mora la “pieza motor” de una asociación que también conforman otras cuatro personas que comparten fines y principios, creadores que desarrollan sus respectivos proyectos a través de Enelu. “Nosotros partimos de la imagen: fotografía, vídeo, diseño, serigrafía.... lo que nos gusta es el tacto, el tocar. Ahora, hasta nos estamos asomando al grabado. Lo que nos gusta es mancharnos las manos. Así que cualquier técnica que genere eso, nos interesa”. Esto, eso sí, no significa, ni mucho menos, que la agrupación tenga las puertas cerradas al exterior. Todo lo contrario.

“Hay gente, por ejemplo que no sabe cómo presentar un proyecto y se pone en contacto con Enelu. Nosotros a veces ayudamos a desarrollar esa idea a nivel de redacción. O podemos acompañar al proyecto en lo que supone enfrentarse a la burocracia cuando de acudir a una convocatoria de ayudas se trata. Hay quien viene porque está perdido en todo y hay quien ya sabe cómo gestionar el proyecto pero quiere estar con la asociación porque le interesa añadir a su trabajo el bagaje que tenemos. Si alguien viene para colaborar, tiene las puertas abiertas. Dependiendo de sus necesidades, vemos hasta dónde nos necesita”, explica la fotógrafa (en enelu.blogspot.com y a través de las redes sociales se puede entrar en contacto).

Por supuesto, la entidad autogestionada también sigue generando sus propios caminos. Ahora, por ejemplo “tenemos entre manos un proyecto para relacionar el arte, o mejor dicho las disciplinas que tienen que ver con la imagen, con determinadas asignaturas que se dan en los colegios. Es decir, aprender física o química a través del comportamiento de la luz pero aplicado a la fotografía. Está pensado para chavales que todavía no dan esas materias en profundidad, para que tengan una primera toma de contacto con esas materias a través de disciplinas artísticas”, una idea que se está intentando llevar a cabo de nuevo con Ramón Bajo.

De cara a futuro, Mora tiene claro que la asociación tiene que mantener la ilusión con la que nació, pero sí desearía ver a la asociación “en un centro de artes aplicadas a donde puedan acudir todas las personas para mezclarse. Crear un espacio donde cualquier clase social se pueda juntar y unir a través del arte y la fotografía sería la situación ideal”.