Manifestantes airados en Barcelona, viviendo un proceso histórico crítico, gritaban desaforadamente “Prensa española, manipuladora”, cada vez que las cámaras a pie de calle se ponían en marcha para contar la realidad de un proceso tenso, cargado de incertidumbre y enloquecido, que difícilmente se sabe cómo terminará con la fecha del 1-O como referencia temporal de un referéndum, declarado ilegal por el TC y cargado de intereses múltiples, contrapuestos y enemigos.

Dos sensibilidades, dos proyectos políticos, dos realidades administrativas que se rozan continuamente y quizás terminen en espectacular choque de trenes con más de ocho mil policías desembarcados en la ciudad condal.

Los medios de comunicación y las redes sociales no son ajenas a estos hechos, que día a día, con amplio despliegue mediático al borde de la manipulación o encharcándose en ella al repetir una y otra vez argumentario del poder central, jugando cada medio la partida conforme a sus posiciones, haciendo del manipular el pan nuestro de cada día.

Hilario Pino, bragado profesional de la información en la tele, está de enviado especial de La Sexta en Barcelona, y su cara de susto y asombro cada vez que tiene que entrar en antena, es auténtico poema, de quien es sacudido por la realidad de la protesta, cuando el periodista se cree impoluto, equilibrado y sensato manejador de la información. La masa cabreada no deja títere con cabeza y eso ocurre en el presente caso; cierto es que todos los que estamos en este asunto de la comunicación social, todos manipulamos, damos nuestras versiones con nuestras fuentes más o menos ricas, sabiendo que somos un instrumento básico en la presentación, explicación y creación de estereotipos que conforman una imagen para la ciudadanía inmersa en un asunto que nos atañe a todos, y pone en solfa el quehacer de los medios, o al menos de algunos de ellos.