Madrid - Màxim Huerta tiene un vicio: viajar. Los viajes le llevan por rutas insospechadas pero siempre le queda París. Una ciudad que es escenario de sus libros y el lugar en el que ha escrito el último, su historia más personal. Se dio a conocer a la vera de Ana Rosa Quintana, pero para cuando llegó a Telecinco, incluso había sido jefe de política en un periódico: “No me mires así, a mí la política me fascina”. Dejó los platós de Telecinco y dijo que quería dedicarse a escribir. De eso vive, aunque ha vuelto a televisión con Destinos de película.

Volvemos a París.

-Cierto, una novela escrita en París y sobre París.

¿Qué le da esa ciudad?

-París tiene la infancia que construí. A mí la ficción me ha gustado desde niño y yo ficcionaba con París.

¿Qué tiene de real?

-Que la conozco, me siento cómodo y, seguramente, soy más yo cuando esto allí. Creo que cuando estamos fuera todos nos parecemos más al que somos de verdad.

¿Cómo se puede vivir de escribir en un país en el que solo se fomenta el libro en fechas puntuales?

- Cierto, el país lee más tuits que libros. Yo se lo agradezco mucho a los lectores. También trabajo como periodista, hago reportajes en prensa y en revistas. Al final, las palabras me apasionan y me mantienen.

Ha pasado un tiempo desde que abandonara Telecinco.

- Mi recuerdo más reciente en la televisión es Destinos de película.

Veo que pasa de ‘El programa de Ana Rosa’, ¿nunca se arrepintió de la decisión que tomó?

-El arrepentimiento es un sentimiento católico. La culpa es como el ajoaceite, que tarda en irse y yo no soy así. No me arrepiento de decisiones porque no vale la pena. En las decisiones profesionales siempre hay que dar pasos adelante. Eso no quiere decir que pase de El programa de Ana Rosa, forma parte de mi historia, pero esa parte se terminó hace algún tiempo.

‘Destinos de película’, ¿cómo surge?

-Es un programa hecho a medida. Estaba en París escribiendo este libro y me llegó la llamada. Me aseguraron que me iba a gustar y que iba a decir que sí.

Y dijo sí sin pensarlo, ¿no?

-Les dije que no quería hacer un programa en un plató y me contestaron: “El plató va a ser el mundo”. Con eso convencen a cualquiera. Ha sido un programa perfecto: entretenía, ofrecía películas y datos de cine, lugares que se pueden visitar? Creo que trabajando nunca me lo había pasado tan bien.

¿Va a volver a esos ‘Destinos de película’?

-La segunda temporada está preparada: elegidas las ciudades, las películas y yo tengo la maleta preparada para por si acaso.

Lo de las maletas es un tema muy presente en usted. En este libro comienza abriendo una maleta.

-Mi libro es un viaje desde el exterior al interior. La parte escondida del iceberg es un viaje a París pero, sobre todo, al interior del protagonista.

¿El protagonista es Màxim Huerta?

-O la imagen que tengo de mí mismo; he construido un protagonista con lo que yo creo que soy.

Siempre dijo que quería hacer un programa de entrevistas y aún no se ha sacado ese gusanillo.

-En Destinos de película me permitían ir charlando con la gente y entrevistando a actores, críticos? Ahí maté ese gusanillo; imagínate ir por Nueva York paseando con un crítico de cine o con una escritora por Venecia.

¿Cuál es su destino de película favorito?

-Mi casa. En una casa, para bien o para mal, construyes tus ficciones. Hay mucha novela en cada vida y mucha película en cada casa.

¿Cadáveres en los armarios?

-He ordenado armarios: miedos, sueños, frustraciones?

¿Solo o con psicoanalista por medio?

-Todos tenemos un psicoanalista cerca, ya sean amigos, tu madre, tu pareja?

¿En su caso?

-Nadie, me psicoanalizo yo solo escribiendo. Escribir salva, pero sobre todo porque salva leer. Siempre he leído, desde niño, y eso me salvaba.

¿El raro de clase?

-Un poco de raro sí. Pero creo que todos somos un poco raros. Cuando escarbas, te encuentras que todos tenemos un raro dentro. Bendito sea, el mundo es de los raros.

Si hablamos de su trayectoria?

-Lo primero que hice fue escribir en prensa: fui hasta jefe de política en un periódico.

No le pega nada.

-¡Cómo que no me pega nada! Me fascina la política.

¿Y los políticos?

-Me entretienen. Los políticos parecen tertulianos de televisión, no hay ningún hombre ni mujer de Estado, están todos buscando el tuit y el aplauso fácil.