Vitoria - Premio Nacional de Poesía, Premio Nacional de Traducción entre Lenguas Españolas, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando... La larga trayectoria de José Corredor-Matheos es imposible de resumir. A sus 87 años, eso sí, no se detiene, aunque por un momento para su trabajo en el despacho para atender la llamada de este periódico y anticipar su visita a la capital alavesa (el encuentro se producirá el miércoles a las 19.30 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa). “Hace demasiados años que no voy”, dice, mientras se deshace en palabras de recuerdo y admiración hacia el desaparecido Cayetano Ezquerra.

Aunque hayan salido este año sus memorias, ¿todavía quedan cosas por hacer, no?

-Ojalá (ríe). Lo que sé es que tengo 87 años y ahora quiero hacer con más tranquilidad los poemas que me aparezcan.

¿Que le aparezcan?

-Sí, sí, porque yo no escribo, los poemas salen y se escriben solos. Además, me gusta mucho viajar y eso quiero seguir haciéndolo. Pero sí espero tener ahora algo más de tranquilidad porque hacer las memorias me ha tenido muy atado durante varios años.

¿Qué extraño tener mirar a todo lo hecho y vivido para convertirlo en un libro, verdad?

-Sí. Sobre todo el problema está en lo que puedes y debes decir. No se trata de hablar de uno. Hay quien confunde las memorias con la autobiografía. Y las memorias no tienen que hacer otra cosa que explicar las razones por las que estabas allí en el momento en el que pasó aquello o alguien dijo lo otro. Si eras, como era mi caso, amigo de Alberti, Dalí y Miró, tienes que contar lo que viviste con ellos, no quedarte en relatar lo tuyo. Y ahí menciono también a Cayetano Ezquerra, que era un personaje extraordinario y muy buen amigo. Darle forma a todo eso ha llevado mucho trabajo, aunque por fortuna guardo toda la correspondencia y las agendas desde el año 56, y eso me ha ayudado a fijar fechas.

No sé si en esas memorias hay espacio para la larga lista de premios y reconocimientos que ha tenido a lo largo de su camino. ¿Hay que controlar el orgullo?

-Por supuesto. Si te cogen joven estas cosas a lo mejor sí es peligroso porque te lo puedes creer. Es posible que le termines dando más importancia de la que tiene un premio. Pero a mí me cayó el Nacional de Poesía con 75 años y a esa edad lo relativizas todo. Los galardones te hacen ilusión pero no te cambian porque sabes que, en el fondo, lo que importa no es eso.

Ensayista, traductor... hay otras almas además de la de poeta.

-Bueno, aparte de un texto para un libro de Dalí, como traductor no he hecho más que traducir poesía catalana. Es verdad que eso lo he hecho mucho porque he admirado a varios poetas de aquí [Corredor-Matheos nació en Alcázar de San Juan pero vive en Cataluña desde joven]. Es algo que hecho con gran gusto aún sabiendo que una traducción en poesía siempre te la pagan mal (risas).

Traducir a otros también es una manera de aprender de ellos.

-Sí. Es un ejercicio muy interesante porque te ayuda a conocer mucho mejor a los poetas porque entras en su ser y en su hacer de una manera muy profunda e intensa. Además, tienes que conocer muy bien el idioma y no solo las palabras. Los matices son esenciales.

Volviendo a su labor como poeta, ¿cómo ve la situación actual?

-No son buenos tiempos para la poesía. Por ejemplo, en estos momentos, te encuentras con que lo que se juzga es solo aquello que es susceptible de ser digitalizado mientras se bajan los niveles de exigencia, como sucede en las universidades. No cuentan consideraciones como las estéticas o de otra índole; sólo interesa lo que es computable, no la profundidad de lo subjetivo. Otro ejemplo: ves a las alcaldesas de Madrid y Barcelona fomentando lo que se denomina cultura popular urbana, es decir, tender a un nivel bajo para llegar a todo el mundo. Cuando dices esto, te llaman elitista. No, no lo es. La gente trabaja mucho, llega a casa y ve lo que le echan por la televisión o lee una novela que le toca las partes más bajas de su ser, que es violenta o busca provocar sin más. Eso es parte de la cultura. Bien. Pero es que ahora lo único que se fomenta es todo lo que es nivel bajo. Y es algo progresivo. Antes decía que era moderadamente apocalíptico, ahora lo soy absolutamente.

Bueno, es de esperar que el final no nos pille antes de que regrese a la capital alavesa.

-La verdad es que hace ya unos cuantos años que no voy. Me acuerdo que Cayetano, una vez, me pidió un libro sobre Fernando de Amárica. Lo hice y la verdad es que quedé encantado. - DNA / Foto: Efe