de verdad que parecía el fin del mundo con un batallón de periodistas, especialistas y comentaristas dándole vueltas al triunfo del candidato elefante en las presidenciales norteamericanas recién celebradas y rasgándose estúpidamente las vestiduras por unos resultados electorales que les cogieron por sorpresa ya que prácticamente nadie había previsto, intuido, adivinado el resultado final.
Desde que se inició la campaña electoral presidencial hace un buen puñado de meses, los medios de comunicación en Norteamérica y en el resto del mundo se decantaron por la candidata demócrata y sacaron toda la artillería posible para abatir y doblegar al intruso, patoso y en ocasiones descerebrado Donald Trump, vencedor a la postre a pesar de su batalla en solitario contra malandrines y molinos, que ha dejado estupefacta a la Opinión Pública, alimentada por manejadores del personal a través de poderosos medios y redes sociales.
Y les ha salido el tiro por la culata y predecían, otra vez seguramente mal, que el apocalipsis vendría a las relaciones internacionales, comercio mundial y alianzas estratégicas. Abatidos, desmoralizados y desnortados, el personal opinador zozobraba a la hora de explicar el triunfo del campo sobre la ciudad, del millonario sobre la muchachita del sistema establecido.
Claro ejemplo de parcialidad mediática, de manipulación de una figura que no será ni tan tonto ni tan listo como se dice y el venidero mes de enero se convertirá en presidente del Imperio. La turbia tribu opinante deberá tentarse la ropa a la hora de hacer comentarios, análisis y predicciones cara al futuro, de lo contrario acabarán en la cola del paro por no dar ni una. De momento, lo único seguro es que el fin del mundo predicho por tirios y troyanos no llega al despacho oval de la Casa Blanca.