De todos es sabido que los deportes tienen excelente rendimiento de antena, de manera especial el fútbol, dejando a un lado la cita de los cuatrienales juegos olímpicos, que a estas alturas del calendario está ya metido en fiebre competitiva camino del partido final de La Liga de Campeones.

Por encima de los siete millones de espectadores registran los audímetros como cifra media de audiencia y son buena prueba de que tele y fútbol están mediáticamente hermanados y resultan binomio de eficacia y beneficio del negocio de la tele, que ha hecho de los derechos televisivos de retransmisión, pilar angular de la cadena que los consiga.

La narración de un partido de fútbol está sometida a parámetros muy definidos, ortodoxos, y solamente de vez en cuando, los realizadores se atreven a colar planos novedosos o ángulos desconocidos que refrescan el modo de contar de la tele. Todos los partidos del afamado balompié tienen adherido equipo de comentaristas, ex profesionales del pelotón, que con mayor o menor fortuna, explican, enseñan o aburren con comentarios al hilo de las imágenes.

En esa ortodoxia mediática para dar fútbol, las cadenas rematan los encuentros con micro entrevistas a protagonistas de la noche, que sudorosos y sin aliento, atienden las demandas periodísticas del plumilla de turno.

Y así, temporada tras temporada, las secuencias de las noches mágicas de fútbol europeo se consumen con voracidad y fidelidad. Todo ello acompañado por marcas y spots de grandes patrocinadoras del campeonato.

Las demás cadenas cumplen sin más las noches de fútbol con producciones menores que no podrán competir con las estrellas del balón. Esta semana, solamente La Sexta, que está de cumpleaños, décimo aniversario, se atrevió a estrenar nueva serie, eso sí, a partir de las diez y media de la noche, clasificado el equipo de Simeone, por si acaso.