Que los Estados tienen que ocuparse de promover la creación y la cultura es un hecho -o debería serlo- que queda recogido en todas las constituciones de todos los países democráticos habidos y por haber. En la italiana se dice: “la República promoverá el desarrollo de la cultura y de la investigación científica y técnica”. En la Constitución portuguesa podemos leer: “la creación (?) así como la innovación tecnológica se incentivarán y apoyarán por el Estado”. Y en la española las referencias son múltiples: “corresponde a los poderes públicos (...) facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida cultural”, “los poderes públicos promoverán las condiciones para la participación (?) en el desarrollo cultural”.

Desde hace un par de siglos la ciudadanía ha delegado en sus instituciones públicas la labor de apoyar la cultura. “Que de la cultura se ocupen nuestros responsables políticos”, pensamos. Pero mucho antes de que las primeras democracias empezasen a andar existían personas, familias, estamentos y organismos privados? que ejercían esa labor de apoyo a las artes que ahora le exigimos a las instituciones. Nos referimos a los mecenas. Pero, ¡cuidado!, éstos aún no han desaparecido. Existen. Y son muy necesarios. Nos referimos a ciertos individuos amantes del arte que por motivos desinteresados apoyan en la medida de sus posibilidades económicas a los artistas. ¿Cómo? Dándoles trabajo. Obtienen a cambio un goce, un placer personal al ejercer esta labor de micromecenazgo.

Por ejemplo, en el bar Estitxu situado en la calle Pintorería de nuestra ciudad, su propietario -conocido por el apodo de Intxo- lleva una década realizando todos los martes llueva o haga frío una serie de actividades culturales: conciertos, monólogos, recitales de poesía (los llamados Poetry Slam)? Por ahí han pasado músicos de la talla de Santiago Felú, Ángel Celada, Mikel Izal o el guitarrista Pedro Andrea que, por cierto, realizó en el Extitxu uno de sus primeros conciertos. También se han dado cita monologistas como Kike Loyola, Gorka Aginagalde o Juango Monago. Carlos Zuazo, Pedro Pastor, One Day, Yliana Labrada, Xavi Rizzo, Daniel Hare? han sido cantautores que se han dejado ver por este pequeño nido cultural. Y bandas de música como Steamboat, Tobacco Road, Siroko Ska, Water&Close, Gaucho? han actuado en el Extitxu.

Intxo quiere mover emociones en su bar, dice. La de sus clientes y las suyas. Compartir emociones, por lo tanto. Un placer compartido. En muchas ocasiones lo que recauda en barra no le llega para cubrir los honorarios de los artistas. O de los futuros artistas, pues en estos años han pasado por el local también grupos musicales conformados por quinceañeros.

Sería fundamental que hubiera muchos más Intxos, visto que nuestros representantes políticos cada vez apoyan menos a la cultura. Será que no gozan con ello, que no obtienen ningún placer en incentivar la creación. Deberían pasarse por el Extitxu a ver si se les pega algo.