La mayor parte del camino recorrido lo está siendo durante esta crisis que es algo más que económica. Tal vez por eso cabría decir que la mejor forma de celebrar esta primera década de vida es seguir trabajando. Por de pronto, Ortzai se ha hecho un regalo en forma de revista conmemorativa. Y su fundador y responsable, Iker Ortiz de Zárate, confiesa que hay prevista, en cuanto la agenda lo permita, una pequeña reunión con los que son y fueron. Las velas es bueno soplarlas. No como método de autosatisfacción. Sí para saber qué se ha conseguido pero, sobre todo, qué queda por hacer.
Fue el 27 de octubre de 2005. Desde Vitoriana de Espectáculos (VESA) se convocaba una rueda de prensa para presentar un laboratorio de teatro, un proyecto privado de formación escénica que se iba a poner en marcha de manera inmediata. Allí estaba solo el actor, director y dramaturgo gasteiztarra Iker Ortiz de Zárate, quien después de varios años llevando a cabo su profesión lejos de su ciudad natal -desde Madrid a Nueva York, pasando por no pocas localidades- había tomado la decisión de regresar y vincular su futuro a transmitir a otros lo que él había aprendido. La aventura empezó con siete personas. Hoy son casi una treintena.
Lo que comenzó siendo el único centro de formación escénica privado existente en el territorio se puso en marcha también con la idea de generar una compañía que terminó por sumarse al proyecto después, dando así el aspecto final a una apuesta que sigue sobre la mesa, firme y débil a la vez, como todo en esta vida.
Ortiz de Zárate recuerda que cuando el escenario le llevó lejos de Vitoria se marchó con pena. “Luego he tenido una suerte enorme al volver y, la verdad, es que no puedo hacer otra cosa que no sea dar las gracias”, sonríe. Diferentes episodios personales (un cumpleaños, una conversación con una maestra en la Gran Manzana...) fueron afianzando la idea en su cabeza. “He tenido profesores a los que no puedo dejar de querer y admirar. Eso quería traerlo a casa”. Una última charla con su madre (“si se hace, hay que hacer algo bueno”) terminó por completar el puzzle, a pesar de que sus por entonces compañeros en Nueva York “me decían que no iba a aguantar, que no me iba a atar a un proyecto porque estaba siempre de un lado al otro”.
En el arranque Dicho y hecho, a pesar de la inocencia de los primeros pasos. “Siempre he sido un poco inconsciente. No sabía lo que conllevaba poner en marcha algo así”. Es más, pidió el asesoramiento pertinente “y me dijeron que lo íbamos a pasar mal, aunque no tanto como al final ha sido”. Se adentró así Ortiz de Zárate en una esfera que no conocía, en la que al mismo tiempo se unían lo artístico y lo empresarial, dos mundos no siempre sencillos de casar. Pero para eso está el camino, para dar pasos hacia adelante.
A aquellos siete primeros alumnos “les di las gracias por la confianza y les dije: vais a ser mis conejillos de indias”. De hecho, el fundador de Ortzai reconoce que al principio el pudor le podía un poco. “Recuerdo que un día quedé con uno de mis profesores, Luis Blat y le dije: lo que no quiero es engañar. Tenía tal adoración por quienes habían sido mis profesores que no sabía si iba a ser capaz de estar a la altura. Y él me aseguró: lo vas a hacer muy bien”.
Además, Ortzai ha servido como punto de encuentro para creadores que han venido a la capital alavesa para ofrecer cursos y talleres, en varios casos desde el extranjero. “Nos ha pasado, por ejemplo, con John Strasberg, que en su blog ha mencionado dos veces la ciudad y estamos hablando de un espacio que leen alumnos en todo el mundo. Están a gusto con Vitoria y con la sala. Ven que aquí hay calor y trabajo”.
No sólo formar Aunque el responsable de Ortzai apunta que “la escuela está más que asentada” la compañía “está todavía en ese proceso”, una herramienta necesaria puesto que “quiero que las personas puedan trabajar, que puedan quedarse aquí y que cuando lo hagan tengan una cierta estabilidad”.
Euskabaret, Las azarosas andanzas de dos pícaras pellejas, Becket o el honor de Dios, ¿Y ahora?/Eta orain?, De profundis, Salomé, La viuda a oscuras... son algunos de los títulos que se han estrenado en estos años junto a espectáculos dirigidos al público familiar (Edurnezuri, Miren Ponppis...) y lecturas dramatizadas (La historia del cuarto Rey Mago) tanto en el marco de la programación habitual del grupo como en sus temporadas especiales como Los Clásicos de la Muralla. Y aunque Gasteiz ha sido su escenario preferente, la compañía ha viajado tanto por distintos puntos del Estado como del mundo (sin olvidar su participación en proyectos europeos como Un pays de peuples). En todos estos montajes, asimismo, valores como la igualdad de género, la conciencia social y medioambiental o la interculturalidad son una constante.
Educación y representación forman así un todo. “Hacemos un trabajo en el que creemos y que, por supuesto, es mejorable. Todavía no hemos asomado la cabeza. La verdad es que sobrevivir ya es muy difícil”, apunta Ortiz de Zárate, quien asegura que “cuando la gente escucha Ortzai, creo que le da sensación de esmero, de entrega, de ilusión” ya que éste es “un proyecto de calidad. En diez años hemos tenido unos cuantos logros, igual más de los que me podía imaginar, pero también ves todo lo que no hemos alcanzado, lo que falta...”. Y en ese camino se ha creado “una comunidad” en torno al proyecto, “aunque no cerrada”.
Desde el Casco En estos primeros diez años de vida también ha sido importante establecerse de manera permanente en la calle Pintorería, donde Ortzai tiene desde 2007 su espacio tanto para la parte formativa como de representación. “Fue un paso importante. En los cines Florida estuvimos bien y a Javier Echaguibel le tenemos mucho que agradecer por el apoyo, pero para mí era muy importante tener otra autonomía”.
Aunque “nos falta equiparlo del todo”, el local, además, se ha abierto a propuestas bien diferentes. Así, ha sido escenario para Magialdia o el congreso de artistas emergentes Inmersiones, las fiestas Zaharraz harro!... “Es una sala que es para estar viva”.
Con el centro de operaciones siempre activo, el propio Ortiz de Zárate reconoce que en esta década no ha habido tiempo para el descanso personal. “Eso también tiene sus consecuencias físicas”. De hecho, en este 2015 tampoco ha sido posible parar aunque estaba en los planes. “Mi descanso es en los aviones. Cuando sé que tengo un viaje largo para dar clase, sé que tengo horas de descanso”. Aún así, no se arrepiente de la decisión tomada en su momento. “Incluso en los peores momentos, lo hubiera repetido. Cuando voy, lo hago de cabeza. El trato con las personas que han aparecido en estos diez años ha superado para bien todo lo que yo me pude imaginar al principio de todo esto”.
Aún así, ahora que toca soplar las velas, el fundador de Ortzai también tiene su lista de deseos a corto y medio plazo: “pediría seguir acertando en lo que se hace y mejorar. También, en lo que es la salud, alcanzar un nivel mínimo que permita una vida en unas condiciones”.