depresión, mal de amores, sensibilidad excesiva, melancolía? Son términos que suelen acompañar a Damien Rice, compositor y cantante que estuvo a punto de dejar la música tras vender varios millones de discos y despuntar con 0, uno de los discos claves de la década pasada. Ahora, tras ocho años de silencio, ha regresado con My Favourite Faded Fantasy (Warner Music), otro disco excelso repleto de letras dolientes y un envoltorio musical que alterna el lirismo con la épica.

Rice, de 41 años, no es un músico al uso. Pasó por el grupo de rock Juniper, que despuntó con dos singles y abandonó antes de grabar su primer CD, en 1999. Renegó de la dirección comercial del proyecto. El resto siguieron bajo el nombre de Bell X1 pero él cogió su guitarra y se perdió por Europa, principalmente por Italia, antes de regresar y darse a conocer en cafeterías del área de Dublín a principios del milenio. Allí surgió el germen de 0 (2002), un disco imprescindible y todo sensibilidad con éxitos como The blower’s daughter y Cold water que poblaron películas y series de tv, y que vendió dos millones y medio de copias.

Tras años de giras mundiales, en 2005, con poco y mucha presión, publicó 9, un álbum del que vendió un millón de copias pero cuyos conciertos tuvo que interrumpir porque se desmoronó psíquicamente. Rompió con su pareja, Lisa Hannigan, que formaba parte del grupo y compartía voz en sus primeros éxitos, y ha vivido problemas compositivos en los últimos años. Cuentan que ha estado perdido por ahí, Islandia incluida, y él mismo ha reconocido ahora “lo fácil que le resulta al ser humano pasar de la sensación de euforia a la depresión”.

El bloqueo creativo se ha roto con My favourite faded fantasy, un tercer CD que editó a finales de 2014 y en cuya composición parece haber estado marcada como un tour de force contra sí mismo, ya que Rice es todo emoción y verdad, y da la impresión de componer y cantar con las vísceras, de cosas que ha vivido, gozado y sufrido. De hecho, en la portada aparece el dibujo de una larga escalera que conecta a un náufrago con otros supervivientes, imagen que parece esconder el carácter ciclópeo de este disco, editado ocho años después.

Buena compañía Sin su anterior pareja, a la que dijo añorar por encima del éxito, pero en muy buena compañía. Así regresa Rice, con la producción de un tipo respetado: Rick Rubin, un todo terreno responsable de la resurrección musical del Johnny Cash más maduro y acompañante de lujo para jóvenes estrellas de este milenio como Ed Sheeran y Jake Bugg. Vuelve únicamente con ocho canciones aunque de larga duración, ajenas a los límites que imponen las radios y el negocio, con un sonido continuista pero con el genio recuperado.

My favourite faded fantasy se abre con el tema que lo titula, con un sonido delicado, similar al de una caja de música, y hablando sobre la pérdida y la añoranza -“podrías ser mi sabor favorito en la lengua? podrías ser mi veneno, mi cruz, mi cuchilla de afeitar, te podría amar más que a la vida si no tuviera tanto miedo”- entre guitarras melifluas y teclados líricos, explotando la fórmula que le ha hecho grande, con sonidos hipnóticos que funcionan como un bucle y que van creciendo y cobrando tintes épicos con orquestaciones y la alternancia de pasajes lentos con otros eléctricos y crudos.

Rice no sorprende, pero convence gracias a temas como It takes a lot to know a man, 9 minutos y medio de magia, con unos arreglos orquestales deliciosos, un puente desasosegante y una preciosa letra sobre las dificultades de la vida y los temores del ser humano. “Cuesta mucho conocer a un hombre y a una mujer, cuesta mucho dar, pedir ayuda, ser uno mismo y saber y amar para lo que vives”, canta. O como The great bastard -de brutal y doliente letra: “algunos sueños son mejores cuando acaban”- casi susurrada y con una melodía encantadoramente triste que toma vuelo al final con un coro y un arreglo orquestal inolvidable.

Igualmente mágicas son I don’t want to change you -con riff de violín y balada con una sección rítmica moderna-, que encoge el corazón al arrojar tanto dolor por el amor perdido -“allí donde estés, que sepas que te adoro?”- o The box, otra balada orquestal; o ese guiño al folk irlandés de Trusty and true, sobre la imposibilidad de volver al pasado -“queríamos ser confiados y sinceros? pero el tiempo empapó nuestros sueños”- y de conquistar el futuro “empezando desde aquí”, desde el ahora, con nuestros defectos, “tal y como eres”. Usando el cerebro, a Rice se le podría tildar de efectista, excesivo, melodramático, barroco, llorón? No se andaría descaminado. Pero hablamos de sentimientos, desde el corazón. Y ese sigue rendido al irlandés.