El 2 de enero de 1890, en su casa madrileña de la Plaza de Oriente, se apagaba la vida de Julián Gayarre. Tenía tan solo 46 años, y en aquel momento, en aquella época, la sola mención del nombre de este roncalés hacía estremecerse de emoción a cualquiera. El tenor navarro no necesitaba presentación, pues era el número uno en el mundo de la ópera; y bueno es recordar que en aquella segunda mitad del siglo XIX ser el número uno en esta modalidad del canto era el non plus, equivalía a la popularidad que a día de hoy pueden tener un Leo Messi o un Cristiano Ronaldo.

Triunfó en Bolonia, Roma, en la Ópera de San Petersburgo (donde cantó por primera vez su ópera predilecta, La favorita), Moscú, Viena... Su consagración definitiva llegó el 2 de enero de 1876, en La Scala de Milán, precisamente con La favorita, obra que le colocó como primer tenor del mundo.

Sus actuaciones en Londres, Buenos Aires, Austria, Alemania, el Teatro Real de Madrid, Sevilla, Liceo de Barcelona, Nápoles y la Ópera de París le valieron el sobrenombre de senza rivali, le Roi du chant.

Y en diciembre de 1889, en Madrid, accedió a cantar Los pescadores de perlas, a pesar de encontrarse enfermo, probablemente de un cáncer de laringe. Salió a escena y al atacar una nota aguda se le quebró la voz y sufrió un desvanecimiento. Gayarre cayó en una profunda depresión que, unida al cáncer, le llevó a la muerte. En 1902 se inauguraba en Iruñea el Teatro Gayarre, en memoria del tenor.

Ciento veinticinco años después, no vamos a decir que la figura de Julián Gayarre haya caído en el olvido, pero sí que es cierto que entre los tratados de historia de la ópera nuestro hombre ha quedado relegado a un puesto que está muy lejos de ser el que le corresponde. Habría que analizar las causas de esto: tal vez le hayan faltado más biógrafos e historiadores afines; tal vez si hubiese nacido en alguna capital europea importante, en vez de en un pequeño pueblo del Pirineo, la fama y la popularidad posterior a su desaparición le hubieran sonreído de otra manera. No hay forma de saberlo. Lo que sí sabemos es que hay voluntad de volver a situarle en el lugar que le corresponde; y sabemos, además, que el día de hoy va a marcar el inicio de este empeño. Durante el año 2015, la figura de Julián Gayarre va a ser aireada, va a ser difundida, va a ser puesta en valor.

Primer tenor

Tal y como hemos remarcado, Gayarre falleció en 1890, y tras su fallecimiento, siguiendo sus instrucciones, el bilbaíno Julio Enciso destruyó una parte de la correspondencia del tenor roncalés; podemos estar hablando de unas trescientas cartas aproximadamente, que afectaban principalmente a su vida personal y amorosa. Esto ha dado pie a que algunos hayan apuntado sus propias teorías sobre la tendencia sexual de Gayarre, le hayan asignado una hija, etc. Y, además, ya en 1891, el propio Julio Enciso publicó la primera biografía del tenor roncalés, una biografía que en opinión de algunos investigadores pudiera haber sido pactada en su contenido con el propio Gayarre.

En el año 1931 vemos a Florentino Hernández Girbal publicando un biografía novelada, con adaptaciones y reediciones en 1955 y 1970; esta biografía se apoya en la escrita anteriormente por Enciso, es decir, no aporta ninguna novedad, y además el carácter novelado perdona cualquier error o deficiencia que pudiera haber. En cualquier caso, el trabajo de este autor fue extraordinario.

Al margen de otras pequeñas biografías posteriores, el siguiente libro dedicado al tenor lo vemos en 1999, obra de Óscar Muñoz Salvoch, un investigador navarro que tuvo la virtud de saber despegarse de las biografías anteriores, buscar nuevas fuentes y aportar cosas nuevas sobre la vida de Gayarre. Se espera de este autor un nuevo libro en 2015.

Y el último libro sobre Julián Gayarre lo vimos en el año 2003, escrito por su descendiente Marta Herrero y por el marido de ésta, Francisco Moreno, que fueron capaces de aportar también un punto de vista diferente, mostrándonos la vida del tenor desde una perspectiva familiar, a la vez que introducían en esas páginas algunos datos muy interesantes que no se conocían.

Pero decíamos antes que, al margen de todo este panorama editorial, ahora por vez primera tenemos herramientas para poder mostrar una imagen de Gayarre muy completa, y, sobre todo, muy aproximada a lo que fue la vida del famoso tenor navarro.

Desde el año 2013, a iniciativa del Servicio de Museos del Gobierno de Navarra, se trabaja en la catalogación de todo lo que se conserva en la Casa-Museo Julián Gayarre, la casa en Roncal que regaló a sus padres. El amor que sintió por su pueblo natal le llevó también a financiar la construcción de las escuelas, así como del frontón.

El material que se conserva en el museo es abundante, y se tardará años en llegar a catalogar todos los objetos y la documentación que hay allí. Pero cuando esta labor se concluya, estaremos en disposición de recomponer la vida del tenor casi en su día a día.

Hay que tener en cuenta que se está catalogando toda la documentación, y, en este caso, a la propia ficha de catalogación se le está añadiendo la transcripción total del propio documento, sea éste una carta, un contrato o cualquier otro tipo de papel. Estas transcripciones, realizadas en su mayoría por Amaya Ramírez de Arellano, licenciada en Historia, van a ser en un futuro la herramienta clave para avanzar en cualquier investigación que se quiera hacer sobre él.

La correspondencia, los recortes de prensa, los contratos e infinidad de objetos, debidamente ordenados cronológicamente, nos van a mostrar al verdadero Julián Gayarre. En dos años de trabajo los resultados han sido espectaculares, y la documentación sobre la que hasta ahora se ha trabajado sitúa a Gayarre en la justa percepción que de él se tenía en su época, es decir, no como un buen tenor, sino como el mejor de todos los tenores, un tenor sin rival.

No hubo, ni ha habido, otro tenor que haya sido tan cotizado como lo fue él, que era capaz de provocar, por ejemplo, esta curiosa anécdota: tras su actuación, un teatro quiso cerrar sus puertas para siempre porque el público ya no quería oír a ninguna otra voz que no fuese la de él.

Y si su talla artística era excepcional, su talla humana no lo era menos; cientos de personas acudieron a él, necesitadas de apoyo económico, y parece que hubo para todos.

Biografía

Es previsible que en pocos años, en función de cómo vaya el ritmo de la catalogación de toda esta documentación, estemos ante una minuciosa y detallada biografía de Julián Gayarre. Será el momento de reescribir algunos capítulos de la historia de la ópera, como también será el momento de mostrar hasta dónde llegó en su tiempo, en lo humano y en lo artístico, un personaje como Julián Gayarre.

No es casual que Madrid se paralizase por completo aquel 2 de enero de 1890, día de su fallecimiento, no es casual que decenas de miles de personas se echasen a la calle para ver pasar el féretro de este hombre, no es casual que la reina de España quisiese que su cuerpo y su mausoleo se quedasen en Madrid, no es casual que las coronas funerarias se contasen por centenares, no es casual que en todo el mundo se llorase su pérdida. Todo eso se apoyaba en una realidad que hoy nos cuesta alcanzar a imaginar.

Mientras todo esto sucede, este año 2015, al amparo del 125 aniversario del fallecimiento de Gayarre y del 25 aniversario de su museo, debiera ser el punto de partida de una labor encaminada a conseguir que la figura del tenor navarro vuelva a ser reconocida a nivel internacional.