bilbao - Apenas un año después de Azukre koxkorrak, su disco de versiones con sus temas favoritos vascos, Ruper Ordorika regresa a las canciones originales con su 16º CD, Lurrean etzanda (Elkar), grabado en Euskadi con músicos internacionales de prestigio que han tocado con Tom Waits, Brian Eno o Billy Bragg, entre otras luminarias. “Es un disco libre y luminoso, marcado por la libertad. En la creación, como en la vida, toda libertad es poca”, asegura el de Oñati en esta entrevista.
“Hemen dago, heldu da eguna, pozik izan?”. Así se abre el disco. Contento ¿no?
Sí, viene con una gran alegría, además de con incertidumbre. Es un paso más.
¿Todavía hay nervios?
No sé cómo puede ser de otro modo. Están ahí siempre, también en los directos. Es algo normal y hasta bueno si sabes conducirlos porque el proceso de las canciones es largo y siempre tienes dudas. De todas formas, es uno de los discos con los que estoy más tranquilo. Tengo buenas sensaciones, como dicen los ciclistas.
Llega tras las versiones de ‘Azukre koxkorrak’.
Sí, fue una sorpresa ese trabajo, se aceptó muy bien y me ha dado fuerzas.
¿Cuándo surgió el embrión del nuevo disco?
Siempre estoy en ello, ya tenía varias canciones antes de grabar Azukre... Además, he regresado a vivir a Gasteiz y me junto más con Alberto de la Casa, amigo y magnífico músico. Hago guantes con él, le uso de sparring y escucha mis canciones. En esos encuentros está el germen de este repertorio.
Últimamente graba sus propios textos. En este disco solo hay uno ajeno.
No pienso en esos términos. Me gusta la poesía, aunque suene mal decirlo, y releyendo a Dionisio Cañas uno de sus poemas me asaltó y no tuve escapatoria. Ahí surgió Zerutik gertu ez da ondo egoten. Me pasó que al leerlo me hubiera gustado haberlo escrito yo? y se convirtió en canción. Normalmente, trabajo de otra manera, partiendo desde la música.
Ese poema habla de estar pegado a la tierra, protegido en lo pequeño y lo propio.
Es un canto a la vida, a pesar de las pérdidas de todo tipo. Habla de la promesa que es el cielo, aunque lo importante es estar aquí, recostado en la tierra. Creo que pueden tratar los temas grandes que nos ocupan a todos (amor, muerte, tiempo, vida, alegría, odio) desde las cosas pequeñas.
Suele partir de ellas; y en ocasiones, ligadas a la naturaleza.
Hace un tiempo que de manera inconsciente tengo como referencia esas imágenes de lluvia, hierba, nubes, noche? Me imagino una página en blanco que garabatea un niño. Es como la viñeta en la que vivimos y me permite hablar de los sentimientos y esas cosas que nos pasan y que son tan difíciles de cantar. Y lo hago de manera positiva porque hay que dejar el pesimismo para tiempos mejores, y creo que la música ayuda a ir tirando. Aunque sea solo durante los cuatro minutos de una canción.
Le veo menos urbano que en sus trabajos juveniles.
Bueno? en mis primeros discos tuve la necesidad de sacar la música en euskera de un contexto bucólico, de canción atada al arquetipo de lo rural. El primero lo hice en Bilbao y en los dos siguientes busqué ese contexto. Pero esas imágenes de la naturaleza no las veo en el contexto rural, sino en un mundo marcado por la lluvia, la noche, el tiempo? por lo que marca nuestra vida.
Incluida la memoria.
Claro. Todo lo creativo mira hacia delante, quieras o no. Aunque tires de la memoria, la proyectas.
La portada también alude al pasado. Sale usted, de niño, dando la mano a su tío Bernardo.
(Sonríe). Es una paradoja. La idea es de Oskar Alegria y está basada en una foto antigua de familia que está tumbada (aludiendo al título del CD) y con los zapatos que aparecen por detrás. La idea que prima es la de un hombre ayudando a un niño. Mejor que alguien te ayude cuando has caído.
Aunque se hayan superado los 50 años ¿no?
Bueno? entonces más, la necesitas muy en serio (risas).
¿Cómo consiguió “engañar” a los musicazos con los que ha grabado?
La cosa partió del batería Kenny Wollesen, con el que he hecho ya 7 discos y que toca con Bill Frisell o Tom Waits. Él conocía al guitarrista Leo Abrahams (Brian Eno, Jarvis Cocker) y al bajista Simon Edwards, que ha tocado con Fairground Atraction y Billy Bragg, y contactó con ellos. El mayor problema fue encontrar fechas.
Y optó por cambiar el método y grabar aquí, en lugar de en Nueva York, como hizo con los anteriores.
Sí, al revés. Grabamos en Elkar, tocando juntos y utilizando el sistema analógico. Las sesiones fueron estupendas, tres días en septiembre en Donostia, con los músicos sorprendidos por el ambiente de las regatas. Luego trabajé yo dos días solo y acabé el proceso con Jonan Ordorika, en Azkarate. Finalmente, tuve un concierto en la Universidad de Nueva York y aproveché para grabar tres teclados allí con Jaime Saft.
Es un disco de guitarras en constante búsqueda, de ambientes.
Es muy sugerente, sí. Leo trabaja con Eno y Carlos Alomar, y se nota. Y el bajista, también. Tienen una paleta llena de colores y mucha libertad. Leo trabaja mucho el procesamiento de sonidos y, aunque parezca increíble, lo que suena lo hizo con una sola guitarra. Ha abierto mucho el disco y sumado bastante a la urgencia que ofrece la sección rítmica. Mis canciones están muy contentas con ellos.
Con ellos ¿era difícil estropear el disco?
(Risas). Exacto, aunque exige mucho trabajo previo, hay que tener la idea previa y cantarles la canción. Luego, ellos han aportado mucho.
Entonces, el disco tiene su génesis en la libertad.
Sí, es muy libre. Y la cuestión técnica ayuda al ofrecer posibilidades de grabar inmediatamente. Lo que antes se conseguía con 100 bobinas, con los músicos tocando y con el magnetofón rodando siempre, ahora grabas a cinta, pero luego se regraba en lo digital y puedes enviar las canciones al instante, para explicarlas o modificarlas junto a tus colaboradores.
Libertad total, entonces.
En la creación, toda libertad es poca.
¿Y en la vida?
Tienes razón, se puede extrapolar, pero nos dotamos de ideas preconcebidas y hay que despojarse de algunas para poder crecer. Y en el periodismo, también. No hay que dejarse coartar.
En “Bizitza eder denean” visita territorios nuevos. Esa cancion tiene un groove especial.
Estoy de acuerdo, tengo esa sensación aunque todavía me falte distancia. A veces, tocas dentro de la bola de cristal y logras ir más allá.
Pero el resto no sigue esos caminos, alterna el rock eléctrico con el folk y hasta algún ritmo country.
Pero no es premeditado. Hay cosas en el resto que también se salen de mi sonoridad. Hay timbres, escalas y tempos especiales y con mucha clase. Están todos pletóricos porque cuando más grande es el músico, menos quiere alterar el sentido de la canción. Busca potenciarla y manda la sonoridad. Por eso trabajo con gente de fuera también, a pesar de la importancia que doy a la palabra y a trabajar en euskera.
Le canta a la llave que conduce a la alegría y a preguntarse adónde conduce esta vida.
Siempre vuelvo a la idea de aprovechar el momento y mirar adelante. Necesito repetírmelo porque no es fácil, ya que el tiempo se nos escapa entre los dedos.
El CD acaba con “Isidrorena”, canción sobre el dolor y el exilio. ¿Por alguna razón en especial?
Bueno? tuve dudas porque musicalmente es la más tradicional. Buscaba una canción previa al nacimiento de la radio, de las que daban noticias. Cantar una historia. Y la escribí de una sentada.
A raíz de esa canción, ¿ve más cerca la reconciliación en Euskadi?
(Risas). No lo sé, hace falta mucho tiempo porque cada uno cuenta las cosas a su modo. Yo canto sobre la gente y situaciones que he vivido, y a menudo nos quedamos con los actos heroicos dejando de lado a gente que ha entregado o perdido la vida inopinadamente sin salir en la foto. Eso es algo que ha marcado a parte de mi generación y, por ello, quería hacer una canción para una de esas vidas.
Queda menos tiempo para los conciertos ¿verdad?
Estaremos en la Azoka de Durango y después, el 20 de diciembre, arrancaremos en el Kafe Antzokia. Después, el 30, llegará Iruñea y el 2 y 3 de enero de 2015, Donostia y Gasteiz, respectivamente. Tocaré con mis Mugalaris y las canciones se alejarán del sonido del disco, algo que me gusta mucho. Ya hemos empezado los ensayos y están siendo bonitos. Las canciones cambian, suben de tono, se aceleran? tienen su propio camino.