donostia - Recorrió los caseríos de Euskal Herria con Barandiaran, fue su alumno en sus primeras excavaciones a los 20 años y también se convirtió en gran amigo del célebre antropólogo y etnógrafo. Jesús Altuna (Berastegi, 1932) recuerda algunos momentos vividos con su mentor.

¿Cómo surgió su relación con Barandiaran?

-Fue en 1953. Yo estudiaba en el Seminario de Donostia, estaba terminando la carrera. Barandiaran vino a darnos una conferencia, y me gustó mucho lo que nos dijo. Yo ya tenía pensado ir a estudiar otra carrera a la Complutense, así que cuando terminé, me fui a Madrid. Al poco tiempo, mediando los estudios, me acerqué a él en unas excavaciones arqueológicas en el año 1958. Ahí es cuando empecé a trabajar con él todos los veranos. Me recibió atentísimo, como un amigo, porque así era con todos. Me orientó y, en gran medida, me marcó el camino a seguir.

Fue algo más que un mentor para usted...

-Me llevaba mucho en edad, pero siempre ha sido un amigo. Y en todo momento ha estado dispuesto a ayudarme en cualquier cosa. Era un hombre que tenía firmeza, fuerza, maestría y ánimo, y lo transmitía a los demás también.

Usted realizó con él sus primeras excavaciones. ¿Cómo recuerda aquellos días?

-Con mucho cariño, claro. La primera no fue muy afortunada. Fue en Lezetxiki, Arrasate. La cueva era como un pasadizo y saliendo por la otra boca, había otra covacha llamada Lezetxe. Ese año vino un prehistoriador francés que decía que el verdadero yacimiento estaba en Lezetxe, algo con lo que Barandiaran no estaba de acuerdo por diversos motivos. Pero era tan humilde que aceptó la hipótesis de ese prehistoriador francés, y nos pasamos toda la campaña en Lezetxe sin sacar absolutamente nada. Se demostró que Barandiaran tenía razón, el fracaso fue absoluto. Al final de la campaña, Barandiaran me dijo: “Si tú vuelves, es que esto te interesa mucho”, porque la primera experiencia no había sido muy buena. Volví y la verdad es que las siguientes fueron altamente gratificantes.

¿Cómo era Barandiaran en el ámbito más cercano?

-Bueno, nosotros dos hablábamos mucho de los problemas que había en ese momento en Euskadi, también de la violencia, que desgraciadamente nos acompañaba día a día durante esos tremendos años, también del problema religioso... Todo lo que era interesante en ese momento era un tema de conversación entre nosotros.

¿Y como sacerdote?

-Él no ejerció la actividad sacerdotal, era un intelectual. Trabajó en un tema que además era profano. Decía que había tenido problemas en el seminario por dedicarse precisamente a ciencias profanas. Los rectores le pedían que se dedicara a cuestiones religiosos y él se dedicó siempre a otra actividad. Después de muchos años, consiguió que se formara en el Seminario de Vitoria una cátedra de Historia de las Religiones, ya que le interesaba que los seminaristas fueran también conocedores de otras religiones. Es lo más cerca que estuvo de predicar su religión.