Esté donde sea, si puede ver lo que tantas personas están organizando en su recuerdo seguro que dirá: pero ¡qué panda de alacranes estáis hechos!” para luego poner “esa sonrisilla que tenía él”. Ray (Whisky Dick) y Manolo Lolín (Stone Keys) comparten conversación, recuerdos, anécdotas y vivencias junto a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA en los días previos a que el sábado 8 de noviembre se celebre el homenaje a su amigo, a su compañero de fatigas, al guitarrista con el que compartieron tantos escenarios. Raúl Aransáez murió el 6 de agosto de 2013, pero su huella personal y musical está muy presente.
“Él vivía en Arana y yo en Judimendi, pero estábamos, como quien dice, en la muga, uno frente al otro. Le conocía de vista, sobre todo porque iba por la calle con una chupa de cuero negro con flecos rojos que era horrible y pensaba: ¿quién será ese heavy tan hortera que va por ahí?”, describe con una amplia sonrisa Ray. “Después coincidimos en Jesús Obrero, en la misma clase, y ahí nos hicimos amigos a base de hablar de música y tal. Igual teníamos 13 o 14 años. Bueno, yo uno más, que era repetidor”.
Ahí estaba Raúl para la gran mayoría, El flaco a veces y Rá “para alguna camarera”. “Yo nací y vivía en Eskoriaza pero empecé a venir a Vitoria cuando tenía 19 o 20 años. Estaba en un grupo allí, pero aquello era una mierda. Aquí había más bandas y pensaba que seguro podía encontrar algo. Así empecé a conocer a mucha gente. Él estaba al otro lado de la barra, yo sabía que era músico, y así nos encontramos, en el Refugio”, rememora Lolín.
Ahora que Raúl no está sería fácil caer en los tópicos. Siempre sucede. Pero la realidad “es que era muy buena persona, no sé si alguien tenía algo con él, pero no sería por su culpa”, explica el bajista, también componente de Rock DAM y Super 46, que compartió camino con el guitarrista en Reverendo Parker, Free & Fools y Stone Keys.
“Si trabajas en la noche de Vitoria, en los bares de rock, tocas en un grupo y encima tienes un corazón enorme, pues ya tienes a Raúl. Era un tío lleno de vida, alegre, buena gente”, refrenda el cantante y guitarrista, fundador junto a Aransáez de Reverendo Parker. “Es que lo hacía bien todo, hasta ligar”, ríe, aunque los dos recuerdan aquella vez que la cosa terminó en un juicio “por un caso de acoso por parte de ella”. La vida.
Como amigo, músico, hostelero... Bueno, mejor empezar por lo importante, por la amistad. “Estaba siempre encima tuyo y si te veía un poco mal, no paraba”, dice Lolín.
Ray, por su parte, recurre a una anécdota para describir a Raúl en esa relación más allá de la música. “Un día fuimos a tomar el vermut y dijimos de pillar unos pollos e irnos a casa a comer. Él insistió en irse a su casa a pillar vino. Y se trajo una botella del año 68 que la tenía su padre, que era una buenísima persona, guardada para el día en que se casase Raúl. Yo le dije que le iba a matar. Pero él contestó que quién sabía si se iba a casar y que le diesen por culo a todo. Era muy así, de liarla y ya está”. Bueno, de eso y del fruto de la uva, porque, como explican los dos, “en las comidas podía haber menú, carta o lo que fuese, pero si ibas con él tenía que haber un crianza de Rioja sobre la mesa sí o sí”.
De todas formas, intentar separar la amistad de lo que vivieron en la música es imposible. Lolín recuerda que “cuando entré en Reverendo me quedé alucinado con él y con Ray. Se llevaban fenomenal pero siempre estaban discutiendo. Que si esto es una mierda, que si lo otro no sé qué...”. Y el aludido reconoce cierta culpa, pero sin arrepentimiento ninguno. “Fuimos los dos juntos a aprender a tocar la guitarra y empezamos con la idea de montar un grupo. Los gustos eran más o menos los mismos, pero igual había un solo que sabía que él lo podía hacer mejor y le decía: eso que estás tocando es una mierda. Y él respondía: cómo que es una mierda, me he estado toda la noche currando para sacarlo. Pues ya no hago más canciones. Y se mosqueaba. Luego conseguía hacerlo mejor y yo le decía: ves cómo podías”.
Tenaz o trabajador incansable salen a la palestra. “No sólo es saber tocar la guitarra o hacerlo muy bien, es saber no cometer errores. Él era así. Estabas con él sobre el escenario y estabas seguro porque sabías que no iba a cometer ni un solo fallo. Lo podía hacer difícil o fácil pero no cometía ni un solo error”, señala Lolín.
En Reverendo fue donde los tres coincidieron. Aransáez y Ray arrancaron su sueño de tener un grupo junto al también añorado Toni. Pero hubo un pequeño parón, el batería falleció en ese momento y hubo que empezar casi de nuevo. “Lo volvimos a montar, entró Carlos y entre los tres conformamos la base de siempre. A partir de ahí, fue entrando y saliendo gente. Siempre fuimos un grupo que parecía como la calle Dato”, dice con una sonrisa el guitarrista y cantante.
En ese ir y venir, para el cuarto álbum de la banda de rock-blues llegó Lolín. “Estábamos un poco en tierra hostil. El País Vasco siempre ha sido más punkarra, más metal... Costaba mucho tocar porque las tendencias eran otras. Pero bueno, se podían hacer cosas. Por ejemplo, cuando estábamos nosotros estaban también en Vitoria The Allnighters, la mejor banda de rhythm and blues que ha habido en el Estado”, dice Ray.
Álbumes de estudio, un DVD grabado en directo, cientos de conciertos en tablas de todo tipo y condición como aquel paso por el Azkena Rock Festival de 2009... Pero el paso del tiempo hizo que el grupo ya estuviese maduro para mirar hacia otros lados. El guitarrista y cantante ya estaba con Whisky Dick y Aransáez quería hacer otras cosas, así se lo comentó a Lolín y ambos tomaron la decisión de dejarlo. De que las buenas relaciones no se habían visto mermadas por esa ruptura habla, por ejemplo, el hecho de que Ray y Raúl estaban trabajando para crear un sello discográfico “e intentar hacer un proyecto de rock para sacar bandas”.
Free & Fools fue la primera estación de parada después de abandonar su grupo de toda la vida, un puente necesario para llegar a Stone Keys. “Estaba muy ilusionado; era hacer algo nuevo, más moderno”, explica el bajista, unas intenciones plasmadas en Venom, un disco que el propio Raúl desgranó unos días antes de su fallecimiento para este periódico en un reportaje que, por desgracia, no se pudo publicar.
“Me lo suelo poner muchas veces. Me gusta. De hecho, me pongo todo lo que está grabado de todos los grupos en los que he estado porque me ayuda a darme cuenta de que hemos hecho cosas interesantes. Me sucede mucho, por ejemplo, con Rock DAM” describe Lolín.
Aransáez tampoco paraba de escuchar música. Y de acudir a conciertos. “Cuando estuve viendo este año a John Fogerty se me caían las lágrimas porque me imaginaba a Raúl disfrutando, porque lo vivía mucho. El último concierto que estuve con él fue en Helldorado viendo a Electric Mary y aquello fue un conciertazo. Me decía: ¡estos son de Champions!”, apunta Ray. “Es que era un rockero de cabo a rabo”, ríe Lolín.
Por supuesto, también estaba al otro lado de la barra. “En eso era excelente. Que venían unos viejillos a tomarse un vino, les vacilaba, se tomaba algo con ellos... Que eran madres con los niños, había que tener unas chucherías para darles. Y así con todo”, comenta el guitarrista y cantante. “Por todo esto su funeral estaba como estaba”, explica el bajista.
Aquel 6 de agosto Pero el camino se torció muy pronto. El 2 de agosto de 2013, Raúl cumplió y celebró los 45 años. El día 9 tenía concierto en Oñate, una noche muy especial porque Stone Keys y Whisky Dick compartían cartel y tablas. Entre medio, sucedió lo peor.
No quiere incidir DNA demasiado en esa jornada con los dos protagonistas de estas líneas. Para el morbo ya están otros. Pero es inevitable pedir un recuerdo. Lolín estaba ese día en Vitoria (vive en Zalduendo de Álava), ayudando a su cuñada en el traslado de algunos muebles. “Iba por la calle Francia y me sonó el teléfono. Era Fer (Fernando Heras) y me dijo que Raúl estaba malo, que se encontraba mal y que suspendíamos el concierto del día 9 porque le habían ingresado. A los 20 minutos, me volvió a llamar y me dijo que se había muerto. A los diez minutos me llamó Ray. Fue un desastre. Iban mi mujer y mi cuñada en el coche de delante, en un semáforo me bajé del coche, me asomé a su ventana y les dije que Raúl se había muerto. Fue un flashazo”.
Ray no estaba en la capital alavesa. Pasaba unos días en Hondarribia, en una casa que Raúl conocía porque la había visitado con él una Semana Santa. De hecho, el día 2 le llamó para darle un poco de envidia, mientras el guitarrista celebraba el cumpleaños con su familia. “Después me llamó él porque tenía que comprar cuerdas para el concierto que teníamos el día 9. Le dije que cuando pudiera, cogía el coche, me volvía a Vitoria y mirábamos. Cuando iba conduciendo, me llamó la hermana de Raúl desde el teléfono de él y yo contesté: ¿qué quieres alacrán? Pero cuando escuché la voz de su hermana, ya sabía que había pasado algo malo. Tuve que parar. No podía conducir. Me temblaba todo. Mi mujer estaba al lado y me preguntó: pero ¿qué te pasa?. Que se ha muerto Raúl. ¿Pero qué Raúl?. ¡Qué cojones de Raúl va a ser! Estaba tan nervioso que me cabreé con ella”.
Pasado el primer momento, la idea de hacer un homenaje empezó a tomar forma. Desde entonces hasta lo que sucederá el día 8, el Compay se ha llenado de velas, frases y recuerdos, se han abierto espacios en las redes sociales para difundir la música de los grupos en los que estuvo, el ARF ha bautizado uno de sus escenarios con el nombre de Aransáez, se han hecho camisetas, sorteos de guitarras...
Todo para llegar al próximo sábado, un día que empezará a las 12.00 horas con una caravana motera que recorrerá distintas partes de la ciudad para terminar en el Green Bay, donde a las 14.00 horas está previsto un primer concierto de Cobalto. Después, a las 18.30 horas, se abrirán las puertas de la sala Jimmy Jazz, donde se sucederán Free & Fools, Stone Keys, Reverendo Parker reuniendo a buena parte de los que pasaron por el grupo, y, como estrella invitada, el ex Scorpions Uli Jon Roth interpretando el aclamado Tokyo Tapes. Todo ello por 15 euros y trufado con sorpresas, vídeos...
“No podemos estar más que agradecidos porque todas las salas de Vitoria se nos han ofrecido desde el segundo uno. Igual que nos han llamado por si necesitábamos cualquier cosa gente de grupos como The Soulbreaker Company, Burkina Faso...”, dice Ray, que reconoce que “todo esto nos está costando alguna bronca y un poco de salud, pero...”. Claro que “va a salir perfecto o así lo estamos preparando”, comenta Lolín, incluso más allá de que su primera opción en cuanto a la ubicación del bautizado como Raúl Aransáez Rock Festival no haya sido posible. “Queríamos ir a Mendizorroza como cuando se hizo el recuerdo a Toni. Eran otros tiempos y era más fácil llenar, algo que necesitas porque hacerlo allí hoy exige mucho dinero”.
Si la propuesta funciona, el interés de Ray es mantener la convocatoria cada año y aprovechar para crear una plataforma con su nombre que sirva como apoyo a los grupos de rock. Ya se verá. Poco a poco.
Lo inmediato es compartir este homenaje trabajado tantos meses. Disfrutarlo igual que sucedió el pasado 2 de agosto, cuando muchos de los amigos de Raúl celebraron el que hubiera sido su 46 cumpleaños con la familia del guitarrista. “Su madre estuvo muy emocionada”, recuerda Ray, al tiempo que Lolín apunta que “nos han dejado hacer a nosotros, aunque Mari Mar, su hermana, estuvo en las primeras reuniones y están al tanto de todo lo que se va haciendo”.
Familiares, amigos, compañeros de escenario, clientes, espectadores... todos tienen una cita el 8 de noviembre. Claro que Raúl Aransáez seguirá presente después. Ray y Lolín son una garantía de ello.