la desgraciada peripecia de los muchachos de Del Bosque por tierras brasileiras ha provocado situaciones depresivas y fractura moral en miles de seguidores especialmente en enviados especiales de medios que tardarán semanas en recuperarse de la debacle existencial que les azota de manera inmisericorde, descabalgados de la nube Fortuna y caídos abruptamente a la situación de equipo monigote. Los periodistas deportivos tienen acusada tendencia a convertirse en trompeteros del éxito anticipado y adalides de las glorias patrias como si en cada partido de fútbol se jugase el ser o no ser de millones de ciudadanos que contemplan el espectáculo como las vacas el paso del carbonero tren con su penacho de humo negro. Cierto que millonarias audiencias acompañan estos eventos deportivos que se convierten en lo más visto del año, pero tampoco hay que exagerar el espectáculo que cada cuatro años inunda la aldea global.
En este circo mediático los profesionales del emporio Mediaset han tenido especial protagonismo desde los arranques imperiales de la competición hasta la vergüenza mal contenida y soportada de la prematura eliminación. Y todo ello en un breve periodo de tiempo en el que los lenguajes, modos expresivos y catarata de calificativos ha ido variando, modulando una derrota cruel e inesperada. Periodistas y comentaristas, incrédulos ante la cruda realidad sufrida y padecida en sus sensibles carnes ávidas de sonoros triunfos y magníficas loas nacionales. Ellos, con Camacho a la cabeza, han sido los auténticos protagonistas de una primera fase del mundial FIFA del que han sido violentamente desterrados y cabizbajos; han tenido que cerrar el chorro de alabanzas, ditirambos y exaltaciones que desde Sudáfrica guardaban para una nueva gesta imperial. No ha podido ser y las sonoras gargantas silenciadas están en dura cura de humildad.