Vitoria - Los años de experiencia de Porpol en el Taller de Artes Escénicas (TAE) ha hecho que la compañía gasteiztarra se haya encontrado con el paso de los años con multitud de experiencias personales que van más allá de su programa de formación escénica. El teatro se presenta así, en determinadas situaciones conflictivas, como un bálsamo, una vía de escape, un paliativo sin que, en realidad, el grupo tenga ninguna intención de ejercer como terapeuta. Desde esa realidad, y gracias a una convocatoria del programa Fábricas de Creación del Gobierno Vasco, el paso que ahora se da supone poner en marcha un proyecto pionero en el trabajo teatral con personas en paro, un camino en el que también aparece como aliada fundamental la psicóloga y psicoterapeuta Sonia Córdoba, del gabinete Abeze.
El resultado concreto se traduce en una experiencia que se acaba de poner en marcha con 18 personas como protagonistas, un grupo diverso en edades, procedencias y características que a lo largo de seis semanas tienen, martes y jueves, su punto de encuentro en el TAE. Todo el proceso está siendo evaluado por Córdoba para certificar, si es que así lo dicen los resultados, los beneficios que, en diferentes sentidos, puede tener en los participantes el hecho de acudir a unas clases de teatro donde nada está cerrado, si no que, desde esa mencionada experiencia formativa de Porpol, se va construyendo a cada paso, siempre sabiéndose adaptar a las circunstancias del momento y de aquellos que hasta aquí han llegado. "Puedes imaginar que cualquiera que tome parte en esto se va a sentir mejor, se va a divertir, pero con este proyecto queremos comprobar que esa idea tiene validez, si esas habilidades sociales que estaban deterioradas mejoran", apunta Córdoba.
Conformar el grupo, eso sí, no ha sido sencillo. Ni en Lanbide, ni en los sindicatos encontraron mucho eco, al contrario de lo que pasó en la asociación Sartu, cuya experiencia sirvió también para terminar de concretar la apuesta. "Nos empezaron a enviar a gente, personas que tenían en común el hecho de estar en paro, pero que, además, cada una acudía con una historia añadida", apunta el actor y director Javier Alkorta, Txortas, quien tiene claro que "en lo variopinto del grupo, tenía que haber cosas interesantes, la diversidad no podía asustarnos, sino que teníamos que ser capaces de provocar situaciones controladas que fueran positivas y en ello estamos".
El curso ya lleva celebradas tres sesiones, un arranque que habrá que ver qué resultados va ofreciendo desde la idea clara, por parte de Porpol, de que "nosotros también estamos aprendiendo en toda esta historia".
"Lo que hacemos es teatro, no otra cosa", señala Alkorta, pero tanto él como Córdoba señalan diferentes beneficios en cuanto a las habilidades sociales, la pertenencia a un grupo, la capacidad de expresión... "y es lo que queremos comprobar con el seguimiento que estamos haciendo de todo el proceso".
La primera barrera, eso sí, está en el miedo a hacer el ridículo. "Es pánico lo que tienen", dice Txortas, "pero es que de lo que se trata es de que seas capaz de venir aquí a hacer el idiota, pero hacerlo en un espacio protegido, en el que nadie te va a reprochar nada, en el que todo se va relativizar y en el que, cuando se acabe la sesión, no va a haber consecuencias. No queremos formar actores, sí a personas que se vean capaces".