EL día que Mikel Laboa murió nevaba sobre Gasteiz. Bernardo Atxaga se acuerda a la perfección. Una niña le dijo que era bello desaparecer en una jornada de nieve. El manto blanco para la despedida. Y aquel 1 de diciembre de 2008, las sensaciones, recuerdos y pensamientos por el que ya no estaba, lo que caía del cielo y los versos, por ejemplo, de Emily Dickinson se asociaron en la mente del escritor de Asteasu hasta que las letras fueron surgiendo. Nació un texto que el creador leyó algo después en un acto de recuerdo al músico donostiarra y allí estaba Mireia Gabilondo. Lo que vino después cristaliza los próximos miércoles y jueves sobre las tablas del Principal con el estreno del espectáculo multidisciplinar Zazpi aldiz elur.
Una representación teatral. Un concierto. Un recital. La propuesta de Tanttaka es todo ello a la vez y, en realidad, no sólo eso. "Es un espectáculo hecho desde dentro de la casa de Mikel", define el pianista y compositor Iñaki Salvador. No le falta razón puesto que quienes han dado forma y fondo a la propuesta compartieron con Laboa la vida dentro pero, sobre todo, fuera de los escenarios. Y es desde esa experiencia próxima como se estructura un montaje que de cara al público va transcurriendo por siete momentos que sirve para definir el alma artística de quien se fue.
Sobre las tablas, la cantante María Berasarte, los intérpretes Iñaki Rikarte y la mencionada Gabilondo (responsable además de la dirección) junto a los músicos Angel Unzu y el también aludido Salvador (quien a su vez se ha encargado de la música y los arreglos). Detrás la labor desarrollada por Atxaga que recuerda que al principio "teníamos una nieve pero nos faltaban las otras seis". "Lo más importante que queda de nosotros es la imagen que permanece, esa que todo el mundo quiere lavar o modificar. Nosotros damos nuestra imagen de Mikel porque, además, tenemos la legitimidad para ello", comenta el escritor, que asegura que sería toda "una rima consonante" si este miércoles, en el momento del estreno, algunos copos, tampoco muchos, cayesen sobre Vitoria. Igual que aquel día.
Todavía quedan entradas disponibles para ambas sesiones. Eso si, antes incluso de empezar el camino, el espectáculo ya tiene asegurada casi una treintena de representaciones dentro de Euskal Herria. En la cabeza está además salir fuera utilizando los cada vez más habituales subtítulos en el teatro, aunque más allá de que el montaje se realice en euskera, el gusto de Laboa por los idiomas y el juego con ellos es otra de las claves de la propuesta. Igual que el humor o la psiquiatría, la soledad, la valentía... "No se trataba de contar su vida sino de introducirnos, desde la libertad con la que él siempre trabajaba, en su expresión artística", aclara Salvador.
Es jugar al imposible adivinar qué diría el cantautor al ver la propuesta, aunque Gabilondo tiene claro que si notase límites en lo realizado por Tanttaka no estaría contento. "Él era un pájaro que volaba libre", dice.
Ahora llega el momento de encontrarse con el público, de presentar el resultado de un proceso que arrancó ese mismo 1 de diciembre de 2008. Y las sensaciones son muchas, personales y creativas. Es el caso de Salvador que pasó con Laboa "toda mi vida, que no la suya". "Lo que sí me ha tocado es transitar toda su muerte y quiero que este montaje sea un cierre del periodo de duelo, por lo menos artístico", apunta mientras en él conviven los sentimientos de encontrarse ante una propuesta nueva "que también quiero que sea una más, un montaje más con él".
Tras Gasteiz llegarán Donostia, Lasarte, Leioa, Oñati... escenarios donde Laboa volverá a encontrarse con los espectadores a través de otros. Atxaga no quiere pronunciar la palabra homenaje. Dice que no le gusta. Es un recuerdo. Tal vez una nueva cita para compartir conversión, pensamiento, vida, arte. "Sabemos que cada uno tiene su memoria y que no podemos contentar a todos", explica Gabilondo. Da igual. El pájaro vuelve a alzar el vuelo con la nieve que cayó en Vitoria el día de su muerte bajo sus alas.