El sorteo de la Lotería de Navidad se convierte cada año en nuestro Día de la Marmota particular. Disfraces, problemas con las bolas, nervios en los niños de San Ildefonso... nada que no hayamos visto antes. 

Este año no fue una excepción. Nada era lo mismo pero todo parecía igual. Cuatro horas de sonata 'sanildefonsina' que podemos resumir en una caída que se veía venir, gritos en favor de Palestina, un afortunado en la platea, y el gozo por no resultar agraciado. 

La cantinela daba comienzo con la puntualidad habitual ante unas gradas del Teatro Real repletas de hooligans de la lotería, fieles a la tradición de acudir disfrazados, unos con más ingenio que otros. 

Entre el público hubo quien pensó que el sorteo era también un buen altavoz para la actualidad internacional. Tras finalizar la primera tabla y salir un madrugador segundo premio —el 70048, cantado a las 9:21 horas y dotado con 1.250.000 euros a la serie— activistas pertenecientes a Marea Palestina por la Educación se levantaron para pedir “mil millones de euros para Palestina”. La escena se repitió cerca de una decena de veces a lo largo de la mañana. Reclaman que los mil millones que recaudará Hacienda este año vayan destinados a la causa palestina.

 

La caída de Manoli

Pero si hubo una protagonista inesperada fue la abuela Manoli. La señora de 88 años es una habitual todos los 22 de diciembre. Siempre acude disfrazada, aunque este año la aparatosidad de su atuendo le jugó una mala pasada. Las cámaras fueron testigo de su caída tras ser entrevistada en Informativos Telecinco. 

Manoli explicó que llevaba “muchísimos décimos” y que esperaba que este año la suerte no le fuera esquiva. En cualquier caso, prometía volver. La situación dio un giro cuando, al abandonar la grada, el voluminoso disfraz de Administración que llevaba le hizo perder el equilibrio y sufrió una caída en directo. Manoli cayó a plomo mientras el presentador de la cadena amiga hacía como si no hubiese pasado nada y, esgrimiendo una 'sonrisa profident', se interesaba por las probabilidades de ganar el Gordo. 

Tampoco faltó el hombre de la suerte. Sí, ese que llega al sorteo con un décimo que, gloria divina, resulta premiado. El afortunado, Miguel Ángel, estaba apoltronado en su butaca cuando escuchó un número que le sonaba: el 23112, agraciado con un quinto premio. “Es la primera vez que vengo a ver la Lotería. Desde pequeño quería venir, pero siempre he encontrado una excusa para no hacerlo. Pero este año al final me he decidido y he cumplido una ilusión. Me gusta la lotería como el que va a cazar o va al fútbol”, aseguraba, mientras mostraba ufano el décimo premiado en su móvil.

Miguel Ángel muestra en el móvil su número agraciado. EP

Cristina fue otra afortunada, pero a su manera. Acudió al sorteo con la esperanza de que no le tocara la lotería, tal cual. Resulta extraño pero tiene su lógica. Haciendo limpieza tiró a la basura todos los décimos que su marido había comprobado. Aunque intentó recuperar los dos números que recordaba su pareja, estaban agotados. Como penitencia, o como tortura, prometió que iría al sorteo a ver si el destino era cruel con ella. No lo fue. La Diosa Fortuna fue benévola con ella . 

En medio de tanto trajín, el show debía continuar. Sobre el escenario, los niños de San Ildefonso iban haciendo visible su esfuerzo: premios que se resistían a salir, sudor en la frente, peticiones constantes de agua, titubeos con los números fruto del nerviosismo y alguna bola que rosaba por la moqueta. Aun así, la maquinaria siguió funcionando con precisión. El guion previsto.