Los ciclos de Semana Santa y Navidad resultan en televisión terreno abonado para todo tipo de desmanes programadores, con ofertas de consumo que van de lo angelical a lo cutre, pasando por lugares comunes que todas las cadenas repiten hasta la saciedad. Es como si en los despachos de los ejecutivos de las teles entrase un síndrome de pasión en primavera o de blanca navidad en diciembre. Es como si estas gentes que manejan el cotarro audiovisual descubriesen de repente que hay niños y niñas, millones de niños y niñas a los que vender desde Internet hasta cola-cola en versión light y solidaria y de este modo aparecen concursos de niños/as, programas de cocina con los más pequeños de protagonistas, películas de dibujos animados que no se programan el resto del año e imitadores, cantantes y pequeños aspirantes que sueñan con ser artistas el día de mañana y por eso es conveniente ir haciendo curriculum que el futuro está por escribir. Y las pantallas se llenan de citas entrañables, de productos con recursos experimentados en las décadas pasadas y asoman programas de nochebuena, villancicos a mogollón, retransmisiones religiosas, desfiles de variadas cabalgatas, programas de inocente, inocente, campanadas de fin de año y anuncios mil que nos venden consumo desaforado, riqueza inalcanzable, lujo estridente y miles de spots publicitarios con las más bellas modelos del mundo.

El ciclo ha comenzado con la pasada retransmisión del sorteo extraordinario de Navidad, desde el escenario del Teatro Real de Madrid y se cerrará con el desfile regio de los Magos de Oriente en la tarde-noche del cinco de enero. Un clásico, el sorteo de lotería, para arrancar esta mini-temporada en la que los programadores repiten año tras año, menú, soniquete y estilo en un ejercicio de redundancia y atragantamiento de modos y maneras de blanca navidad en la tele. ¡Felices fiestas!