LOS profesionales de la comunicación saben desde su más tierna infancia, el significado y función del off de record en el tratamiento de delicadas y sensibles fuentes que utilizan este procedimiento de producción informativa con distinto talante, rigor y finalidad.

La idea que se esconde tras el no uso inmediato de una información facilitada por la fuente, está en la continuidad de la fuente propiciadora de informaciones sensibles y el mejor y más profundo conocimiento de la actualidad en todas sus facetas para posterior transmisión a los lectores, oyentes, televidentes por parte de los periodistas beneficiados de esta sutil gracia.

Técnica comunicativa que se asienta en un pacto no escrito pero establecido entre quien da la información con la condición de su confidencialidad y quien la recibe que conocedor de una información, la mantiene en espera y utiliza con cautela sin convertirla en noticia del momento, cediendo ambas partes en el proceso.

Pero las aguas de los off de record van por vericuetos turbulentos y la fractura del pacto confidencial es moneda de uso diario en el trabajo de redacciones y siempre se magnifica la historia de Woodwart/ Berstein y su generosa Garganta profunda que expulsó de la presidencia norteamericana al corrompido Nixon; cierto que aquello fue bastante más que un off de record periodístico.

El desvelamiento de la información facilitada, violando la condición de su secreto es también práctica habitual y al final, no se sabe quién utiliza a quien, si el personaje al periodista o este a aquel, en una dinámica donde casi todo vale y así nos luce el pelo, que el último CIS nos ponen a los periodistas a la cola de la estima de los ciudadanos y esta información no es un off de record y es que la ciudadanía nos tiene muy calaos y la credibilidad se arrastra por los suelos.