eNTRE la multitud de periodistas y visitantes que abarrotaban el Kursaal, un australiano se ruborizaba cada vez que citaban su nombre. Y no era el gran protagonista, Hugh Jackman, el flamante Premio Donostia, sino Louis, uno de los intérpretes del Zinemaldia, australiano de pro afincado en Bilbao y, muy a su pesar, objeto de guiños cómplices durante la rueda de prensa en la que Jackman reconoció enseguida su acento aussie. "Los australianos somos afables y abiertos", reconocía Louis a este periódico, abrumado por el "empeño" de su compatriota en hacerle partícipe de la ceremonia australiana. "No me lo esperaba", resume Louis mientras saluda a sus compañeros del festival.
El actor Hugh Jackman es un ejemplo de la campechanía aussie, que tampoco escapa del pique habitual entre Sidney y Melbourne. "Es en State of Origin, buque insignia del rugby, donde se nota más nuestro carácter y nuestro pique", afirmó Louis, natural de Queensland. Antes de salir del Palacio Kursaal, volvió a saludar a Louis de forma contundente y se dejó fotografiar por varios seguidores. Un retrato robot de un Premio Donostia que dejó huella por su carácter australiano y simpático.
Sin embargo, en un percance muy habitual, dudó sobre cuál es el nombre oficial de la ciudad: Donosti o Donostia. Un premio que, no nos engañemos, viene a engrosar su no muy fructífera relación con los galardones. "Significa mucho para mí. Ha sido un honor que me hace repensar. Estoy contento de que un festival tan prestigioso se haya acordado de mí", aseguraba.
Recordó que su mujer, Deborra-Lee Furness, ganó la Concha de Plata a la Mejor actriz en los 90. "Vamos a llamarle el festival Jackman-Furness", ironizó. Y a falta de reporteros televisivos graciosos, esta vez fue un periodista quien le hizo entrega de una caricatura de su papel más representativo y longevo: un Lobezno con sus respectivas patillas y garras.
El futuro de la saga de lobezno
Baño y paseo en bicicleta
El considerado hombre vivo más sexy del mundo quiso pasearse por Donostia en bicicleta y aprovechar el soleado día para bañarse en una playa que le recordaba a Bondi, de Sidney, que en lengua aborigen significa "agua rompiéndose sobre sus rocas". "Soy un chico diurno. Me he despertado a las 8.30 de la mañana y he ido en bici. He llegado hasta la Universidad. Unos alumnos estaban fumando y me decían: ¡Quién será este!", le miraron, supuestamente fumados.
También bromeó sobre su condición de hombre deseado: "¿Por qué no te lo recuerdan a los 18 años, que es cuando más lo necesitas?".
El nuevo Premio Donostia es un actor híbrido fiel a la esencia de Lobezno: un físico rotundo del siglo XXI y la sombra de la elegancia de la época dorada de Hollywood. Un intérprete integral en cuanto a su solvencia en el canto, el baile y la interpretación y dotado de una gran capacidad para la comunicación: lo que en la más pura tradición anglosajona se entiende como "entertainer", hombre de entretenimiento. No resulta nada extraño que se amarrara a la carrera de Comunicación en Sidney, mucho más australiana y menos permeable que Melbourne.
Australia fue su gran centro de operaciones hasta muy tarde. No fue un actor prematuro en cuanto al salto a Hollywood en comparación con sus paisanos Nicole Kidman y Russel Crowe. Hasta entonces era conocido en Australia. Otros muchos han emigrado a EEUU para aferrarse al éxito de las series norteamericanas bajo la condición de neutralizar su acento. De hecho, debe mucho al audiovisual australiano. Ahí conoció a su pareja, Deborra-Lee Furness. Por otro lado, los australianos copan muchas series estadounidenses, eso sí, disimulando su acento (El mentalista, con Simon Barker; John Noble y Anna Torv, de Fringe...).
Llama la atención la soltura de Hugh Jackman en el escenario. Todo un alarde de psicomotricidad, que pone en evidencia al resto. Parte de su éxito (de la pareja) ha sido su naturalidad. Su mujer es una activista que lucha por mejorar las condiciones de la adopción internacional. Razón por la que los paparazzis le respetan más que a otras estrellas mundiales. Además, Hugh Jackman vende una actitud no prefabricada. Un premio Donostia de rectitud y de futuro. Recordó al gran Gregory Peck (primero en recibir el galardón en 1986): "Me impactó mucho Matar a un ruiseñor".
En cuanto a su papel en X-Men, entiende que forme parte de su carta de presentación. "Soy consciente de que Lobezno es uno de los grandes papeles. Fue lo único que me ofrecieron en ese momento y lo agarré con las dos manos", concluyó. Si tuviera que buscar sustituto para la saga, elegiría, quizás, a su compañero de reparto en Prisoners, Jake Gyllenhaal. Lleva ya catorce años en el papel de Lobezno y planteó ciertas incertidumbres sobre su futuro. "No sé hasta cuándo seguiré", aseveró.
Asimismo, confesó ser "muy moderado" en la vida real, algo que compensa eligiendo papeles "emocionales y apasionados" como el del padre de Prisoners. "Me gustan los personajes extremos porque tengo una vida aburrida", insistió.
El hombre de los Oscar
Un presentador con sonrisa
Hugh Jackman no se siente especialmente presionado por los grandes galardones (Globos de Oro y los Oscar). Insistió en que es mejor no obsesionarse y seguir para adelante con humildad. Al menos, ha podido presentar la gala de las galas.
En 2009, en su inolvidable actuación de apertura de la ceremonia de los Oscar, cantó y bailó aquello de que "en Hollywood puedes crear sueños desde la nada". Fue un miembro de la oficina de Steven Spielberg quien le lanzó la oferta en plena promoción de una película, a la una de la mañana en Londres. Pensó que era una broma. Le dijo a su mujer que estaba a punto de meterse en la cama con el maestro de ceremonias de los Oscar. "¿Está aquí Billy Cristal?", le respondió.
Una noche inolvidable y "de nervios", aunque saliera con una sonrisa. Así es como ha ido creando, peldaño a peldaño, una filmografía en la que ha compartido trabajo con Woody Allen, Aronofsky o Nolan. Ahora le gustaría trabajar con un cineasta australiano: Peter Weir. "Es de las pocos directores que trabaja cuando está inspirado. Tiene una gran vida familiar. Ha hecho películas inolvidables", concluye.
Todo queda en casa.