hay un grupo en la ciudad que se llama Cicatriz... El inicio de la mítica letra de este himno nacido al calor de la banda de punk gasteiztarra resuena aún en cientos de bares treinta años después del nacimiento del grupo. Corría el año 1983 y en la conservadora Vitoria empezaba a correrse la voz. Un grupo de jóvenes estaba dispuesto a alzar su voz por encima del resto. Habían llegado, eran de aquí, eran los Cicatriz. "La primera vez que les vi fue en lo que era el bar Las Nenas, en el cantón de Santa María. Tenían una planta y una estética que no había visto nunca. Recuerdo a Natxo con sus pantalones escoceses y sus Martens, o a Pakito con su chupa roja. Llamaban mucho la atención", rememora Triku Vilabella, representante ahora de Betagarri y miembro por aquella época de una de las bandas locales que empezaban a despuntar, Korroskada.

La historia de Cicatriz es la historia de Vitoria. De sus calles, de sus bares, de su juventud hastiada, ansiosa por explotar su talento y su rabia a partes iguales. Por eso no es de extrañar que el germen de lo que en sus inicios fue Cicatriz en la matriz se abriera paso en un lugar como el centro de desintoxicación de Las Nieves. Allí, la monja Sor Aurora cedió un local vacío a un grupo de chicos y una chica que ni siquiera contaban aún con la mayoría de edad. Natxo Etxebarrieta, su novia Marieli Arroniz -La Poti-, Manolo, Toñín y El Pescadilla se reunían allí para tocar unos instrumentos prestados en sus ratos libres, como muchos chicos de la época. Les unían las ganas de fiesta, el alcohol, las drogas y la pasión por la música, pero ellos tenían algo que otros no tenían.

"Entonces nadie montaba un grupo para hacerse famoso o ganar pasta. Lo hacían para reivindicarse. Vitoria era una ciudad provinciana en la que había una explosión a muchos niveles: cultural, político, artístico... Eran los días de las primeras procesiones ateas o las primeras fiestas alternativas", recuerda Triku. Así, con algunos cambios en la formación, como la entrada de Pakito Rodrigo, José Arteaga -Pepín- Pedro Landetxe, muy pocos ensayos y aún menos canciones, Cicatriz empieza a recibir un año después de formarse las primeras propuestas para derramar su rabia en directo en algunos conciertos.

El primero de ellos fue en el bar El Desván, pero el que durante años fue recordado como el concierto más salvaje que ha visto Gasteiz sucedió poco después en un lugar al que no habían sido invitados. Lola, la misma a la que después dedicarían el que probablemente sea su himno más conocido, les invitó a tocar en el bar San Roke, pero -nunca quedó claro si por confusión propia o ajena- ellos acudieron a tocar al bar San Marcos, en la Kutxi.

El propio Natxo Etxebarrieta recordaba tiempo después aquella actuación como "el concierto más punk que ha habido jamás". "Nos metimos cuarenta o cincuenta personas por la cara en el bar diciendo que íbamos de parte de la Lola. La mitad de la gente estaba de tripi y empezamos a bebernos todo, a romper botellas contra la pared. Nos empezamos todos a caer, a mancharnos de sangre, a cortarnos... Les destrozamos el bar. Los tíos se quedaron flipados, pero desde entonces fueron fans de los Cicatriz hasta la muerte", aseguraba el cantante gasteiztarra en una entrevista a la emisora de radio Eguzki Irratia recuperada por la página web La Fonoteca.

Era 1984 y ni siquiera habían grabado aún un disco, pero sus conciertos ya eran un lugar de peregrinaje para la juventud de la capital alavesa. "Sonaban brutales en directo. A Natxo le encantaba provocar al público y nunca sabías lo que iba a pasar. En sus conciertos se palpaba la tensión", recuerda ahora Triku sobre unas actuaciones en las que ya desde sus inicios la figura de Natxo Etxebarrieta emergía sobre el escenario por encima del resto. "En realidad todos tenían mucha personalidad, pero Natxo era un cantante como nunca habíamos visto. Tenía un hambre de escenario que te dejaba boquiabierto, no podías dejar de prestarle atención", asegura el que tras sus primeros contactos en bares como el Bode, el Sótano o el Iturri acabaría siendo amigo y compañero de ensayos en los locales de en aquellas fechas abandonada ikastola del barrio de Ali.

lola no estaba sola Precisamente en uno de esos bares, el Bode, surgió la amistad entre los componentes de Cicatriz y la ahora legendaria Lola, que sigue residiendo en Vitoria, y a la que no le hizo mucha gracia el irreal personaje creado alrededor de una canción que, como sucede con los grandes temas, nació fruto de la improvisación. "Estaban en Mondragón dando un concierto y llegó un momento en el que ya no tenían más canciones que tocar, pero la gente se puso pesada y quería más. Mi hermano empezó a improvisar acordándose de la Lola y el resto del grupo empezó a seguirle. No era nada que tuvieran preparado, pero al final acabó convirtiéndose en su canción más famosa y la pedían en todos los conciertos", explica Gaizka Etxebarrieta, hermano del difunto y carismático cantante de Cicatriz, que antes de grabar su debut discográfico ya había acortado su nombre cuando Natxo y La Poti rompieron su relación y ella se trasladó a vivir a Londres.

Dos años después de aquellos ensayos en el centro de desintoxicación de Las Nieves, la banda lanza por fin su primer grito, un disco conjunto -una práctica muy común en aquellos días- con Kortatu, Jotakie y Kontuz Hi!. Habría que esperar un año más sin embargo para recibir el primer trabajo individual de Cicatriz, el hoy en día considerado por algunos como el mejor disco de punk estatal de la historia: Inadaptados (1986). Grabado en apenas cuatro días, en los que las horas de sueño brillaron por su ausencia, el álbum corrió como la pólvora confirmando a los Zika como la banda más personal del punk español.

A partir de ese momento, el resto es historia. Tres trabajos más (4 años, 2 meses y 1 día -ya con Goar Iñurrieta-, Colgado por ti y En directo), un accidente de moto que obligó a Natxo a usar muletas y, finalmente, la muerte del propio cantante en 1996 dejó al grupo con sus cuatro miembros fundadores fallecidos. La realidad dejó paso a la leyenda negra, y durante muchos años la bruma del abuso de la heroína y el alcohol ganó terreno al calado musical de una banda a reivindicar por sus canciones y su actitud en una época necesitada de antihéroes. Pasados treinta años de su nacimiento, la letra de su canción, y con ella su legado, sigue vigente. "Hay un grupo en la ciudad que se llama Cicatriz".