el mayor presunto chorizo de los últimos treinta años de los partidos políticos acaba de protagonizar otro escándalo-debate por la aparición en el programa de Farreras en La Sexta de unas imágenes grabadas del mencionado personaje en la prisión de Soto del Real, donde pasa sus días en calma y quietud carcelaria, mientras que extra muros la oposición pide dimisión de Rajoy por mentiroso en relación al caso Bárcenas y en los medios, ayatolas e integrados discuten sobre la oportunidad, legitimidad y legalidad o no de publicar semejante material. La tecnología permite en el día de hoy burlar los dispositivos de vigilancia como se ha comprobado en el presente caso que terminará en expedientes, sanciones y destituciones por la notoriedad del caso y el empaque del protagonista que por nefas o por cefas siempre se mantiene en el candelabro que diría el inefable Jesulín de Ubrique de la actualidad. Las inocentes imágenes del presidiario Bárcenas tiene su punto de cachondeo y alegría de vivir. El extesorero del PP rezando, estudiando atentamente y relajándose en el patio del penal fumándose un purito suenan a montaje y premeditación, lejos de la práctica de imágenes robadas. La escandalera montada por la decisión de la cadena de Lara de emitirlas suena a fariséica postura de censurar, limitar el alcance de la información y atizar la autocensura y manipulación de los materiales informativos. La vieja y caduca discusión sobre privacidad y vida pública a la que se ha añadido la prohibición de grabar en el interior de los recintos penitenciarios quiere esconder la necesaria libertad de expresión que básicamente tiene el límite de la verdad. Un medio tiene derecho a publicar informaciones, testimonios y declaraciones de actualidad sólo restringida por sentencias judiciales o doctrinas supremas en un estado de derecho.