Vitoria. Uno casi dobla la edad del otro. A Frisell le contempla una gran, larga y prolífica trayectoria en la que las seis cuerdas de su guitarra no han querido encasillarse nunca en nada. A Maalouf le acompaña una carrera corta en comparación pero intensa y exitosa. Ambos ya saben lo que es tomar parte en el Festival de Jazz de Vitoria. De hecho, han pisado, seguro que sin saberlo, el escenario del Principal en años bien distintos. Hoy comparten camino en el arranque de las dobles sesiones de Mendizorroza, un polideportivo en el que el libanés residente en París todavía no se ha estrenado, no así su compañero de cartel.

Tras la inauguración ayer de esta trigésimo séptima edición del certamen con la tradicional noche dedicada al gospel, el festival empieza hoy a tomar velocidad de crucero en el pabellón. Lo hace, y así pasará el resto de días hasta el sábado, desde las 21.00 horas, estando las entradas de esta primera doble sesión a la venta por 25 euros.

Le tocará abrir fuego a un Maalouf cuyo encanto perdura en la capital alavesa tras su paso hace justo doce meses. Era el momento de su estreno en el Festival de Jazz, una puesta de largo en el marco del Jazz del Siglo XXI que empezó de la peor manera posible. Los problemas con los vuelos hicieron que el músico de Beirut y sus compañeros de escenario llegasen al Principal con bastante retraso y el público en la calle, espectadores bastante numerosos que aguantaron con paciencia y que recibieron en el exterior del teatro a los intérpretes y sus maletas entre aplausos. Casi no hubo tiempo para hacer la prueba de sonido. Qué decir de cambios de vestuario y demás. Así que más de uno pensó que aquello sólo podía terminar en desastre por mucho que la banda pusiera de su parte. Pero esos se equivocaron por completo porque lo que allí se vivió fue, ni más ni menos, el mejor concierto de la pasada edición en la calle San Prudencio. Así se decidió por aclamación popular y eso que la competencia era dura.

Pero de eso ha llovido (y nunca mejor dicho este curso) lo suyo. Con el recuerdo de esa actuación presente, porque sería del género tonto olvidarla, Maalouf regresa a Gasteiz esta noche, aunque lo hace con nueva compañía y propuesta. Wind es el título de su último disco (sin contar el reciente recopilatorio Dia), un paso más dentro del crecimiento artístico de este hombre de 33 años que ya no sólo triunfa en su Francia de acogida. El álbum se convierte hoy en la excusa perfecta para calibrar en primera persona si su trompeta es capaz de repetir éxito, esta vez en Mendizorroza.

Además, el sobrino del escritor Amin Maalouf acude con una compañía a tener en cuenta. La mera presencia del saxofonista Mark Turner o del contrabajista Larry Grenadier son alicientes a sumar. Y ya se verá si encima multiplican.

Tras el pequeño descanso para cambiar el escenario, esta primera doble sesión recibirá a Bill Frisell y su Big Sur Sextet. El prolífico guitarrista, que en los últimos tres años ha editado cuatro discos, también regresa al certamen, aunque en su caso hay que remontarse hasta finales del siglo pasado para rastrear su última visita.

La verdad es que el de Baltimore podría dar un sinfín de conciertos en uno solo y no repetirse en ningún momento. Tanto como líder de su propia formación como enmarcado en distintos grupos, su guitarra se ha paseado, siempre con el jazz como compañero de viaje, por el country, el rock, el pop... algo que también se refleja en sus últimas propuestas, detalles de los cuales conformarán a buen seguro su actuación de esta noche.

De hecho, acude con un grupo formado por dos violines, viola, chelo y percusión, es decir, la estructura de su última propuesta, Sing of life. Y es más que posible que también se deje llevar por alguna de las composiciones de All we are saying, su propio recuerdo a la figura de John Lennon. Eso sin descartar que suenen... bueno, eso será mejor que lo descubran quienes acudan a la llamada del polideportivo.