En pleno peronismo, en los años 50, movilizados por la demagogia, miles de argentinos gritaban "Alpargatas sí, libros, no".Confundían (o les hacían confundir) la verdad de la alta literatura con la mentira de los pedantes de salón. Los iletrados nunca se fían de las letras. Por el contrario, el cine, una disciplina más bastarda, siempre se ha movido mejor entre las alpargatas de la servidumbre realista y la pasión por convocar relatos con los mecanismos de la literatura. Quizás por esa vocación populista, el cine ha sido considerado cosa de baja cultura. Así que la relación tensa entre Literatura y Cine es casi tan rocambolesca como lo es la de escritores que naufragaron cuando intentaron escribir películas. El problema no reside en el lenguaje sino en quién, qué y cómo se expresa.
Josh Boone, un debutante que en Invierno en la playa acumula tópicos y lugares comunes, muestra una preocupante incapacidad para fundir literatura y cine. La idea de partida era original. Un padre de familia, separado, escritor de éxito aunque en plena crisis pasajera por culpa de su naufragio familiar, espía obsesivamente a su ex-mujer con la esperanza de que vuelva. Sus dos hijos, adoctrinados e incluso abducidos por su talento, parecen abocados a seguir sus pasos. La hija mayor, con la herida abierta de lo que considera una traición, el abandono de la madre, decide vivir una sexualidad sin amor. El hermano pequeño, todavía virgen, se encuentra en una situación en donde sexo y amor parecen una cima imposible de alcanzar.
En ese marco familiar, Boone se atrinchera con abundantes provisiones literarias. Forja situaciones y diálogos que si en letra escrita demandan una connotación sugerente, en cine se congelan en un artificio insípido. La letra impresa pocas veces consigue en esta película evocar lo que en ella habita. Y no es culpa de los actores, que incluso en algunos casos rozan una brillante flexibilidad. Lily Collins, la Blancanieves que se enfrentaba a Julia Roberts, mantiene un duelo intenso ahora con una Jennifer Connelly que ha perdido la vitalidad de Réquiem por un sueño pero que mantiene su magnética presencia. El problema no es la materia actoral, sino el sobrepeso literario que lastra su traspaso al cine hasta provocar su total asfixia.
Dirección y guión: Josh Boone Intérpretes: Greg Kinnear, Jennifer Connelly, Lily Collins, Logan Lerman, Kristen Bell, Nat Wolff, Spencer Breslin y Liana Liberato Nacionalidad: EEUU 2012 Duración: 97 minutos