Donostia. El escritor Julián Sánchez ha publicado, cinco años después de El anticuario, la continuación de esta novela, El restaurador de arte, en la que homenajea a partes iguales a San Sebastián, donde vive desde hace dos décadas, y al casi olvidado pintor José María Sert, por el que siente "debilidad".
Sánchez (Barcelona, 1966) acometió esta segunda entrega por encargo de Roca Editorial, debido a que su predecesora, traducida a trece idiomas, ha tenido "una carrera internacional potente", con una venta que se acercará a los 100.000 ejemplares cuando se edite próximamente en Rusia. Fue el pasado verano cuando encontró un argumento "adecuado" para la novela, y en dos frenéticos meses confeccionó una nueva historia del escritor Enrique Alonso y su exmujer Bety Dale, con asesinato de por medio, como la anterior, y lugares y personajes reales sobre los que se permite la licencia de la invención. La realidad y la ficción se cruzan en este caso en la vida del catalán José María Sert, autor de una prolífica obra y de los grandes lienzos que cuelgan de la iglesia del rehabilitado Museo San Telmo de San Sebastián, escenario clave de esta aventura de declarado amor a la belleza de su ciudad de adopción y que también se desarrolla en Nueva York, Barcelona y París.
"Sert, que llegó a ser el pintor mejor pagado de su época, pertenece a ese tipo de personajes de principios de siglo que eran artistas mayúsculos con personalidades arrolladoras. Era hijo de una familia muy adinerada, se trasladó a París muy joven y allí hizo un círculo de amistades que se basaban en parte en su capacidad artística y en parte en su capacidad económica. Era expansivo en su obra y en sus relaciones, una personalidad equivalente a la de Picasso", asegura. Sánchez, creador también del inspector David Ossa, protagonista de sus novelas El rostro de la maldad y La voz de los muertos, dice que la intriga es su "género natural", lo que atribuye a sus lecturas de infancia y juventud y su pasión por los cómic. "Hoy no puedes escribir novelas con navíos piratas y descubrir mundos perdidos, la única alternativa son la ciencia ficción o la fantasía. Por eso, la forma actual de contar aventuras es la novela de intriga o la policíaca", comenta este escritor, que fue árbitro de la Liga ACB durante cinco años.
El autor reparte el tiempo entre su trabajo en un laboratorio, su labor como responsable técnico de la Federación Vasca de Baloncesto y la escritura, actividades que le ocupan la semana entera y que le hacen pagar el "terrible peaje" de no poder contar con las horas que desearía para leer. Gran admirador de Gonzalo Torrente Ballester, está "volcado" ahora en los clásicos, en obras como las de Víctor Hugo que por sus digresiones cree que los editores actuales considerarían inviables. Asegura que ha aprendido tanto escribiendo como leyendo. "El escritor mejora por etapas, como si subiera una escalera, y es capaz de afrontar escalones nuevos si ha madurado los anteriores", afirma. Ahora cree que es un autor "razonablemente competente", que se siente "maduro" para "afrontar ese nivel medio de escritura de razonable complejidad" que habilita para "mezclar géneros".