EL desarrollo de la prensa en las sociedades del siglo XIX trajo aparejado un protagonismo social y político de los periódicos que llevó a algunos teóricos de la comunicación a hablar de la aparición de un nuevo poder democrático frente a ejecutivo, legislativo y judicial. A partir de la diáfana función de informar a la sociedad, fueron ampliándose las tareas de construir opinión pública a partir de la opinión publicada, a las que se añadió la más reciente de entretener, básica en medios audiovisuales. En los dos últimos siglos de la geografía democrática occidental se ha entendido que la prensa tiene que cumplir un cometido de obligado compromiso con la ciudadanía en la denuncia social, ya que los usuarios de los medios se sienten gratificados con este papel de control social y político que algunos medios desarrollan con más contundencia, vocación y empeño que otros que se relajan en esta función según la tuerca que haya que apretar. Es habitual el alineamiento e identificación de las empresas de comunicación con intereses partidistas y políticos, que se corresponde con la orientación de los clientes que identifican la visión sociopolítica del periódico que compran y entienden los alineamientos ruidosos de las cabeceras con determinados intereses en determinadas coyunturas, y de esto algo sabemos por nuestros lares. Pero este color político de cada periódico no debe de empañar o disminuir el esfuerzo por mantener los medios como factores de denuncia social en unos momentos históricos de desconcierto, crisis y manipulación informativa. La mejora y consolidación del sistema democrático requiere de periódicos alertas con los casos y situaciones irregulares o ilegales que deben ver la luz, haciendo de la denuncia social una exigencia de dinámica informativa vigorosa y responsable.