Vitoria. Dos funcionarios, una administrativo y la directora. Un taller formativo sobre arte que viene de lejos, el final de dos ciclos de cine organizados por externos y un par de exposiciones previstas entre finales de febrero y principios de marzo, una de la Korrika y otra del Servicio Municipal de Juventud como parte del premio a las ganadoras del certamen Gazte Klik. Eso es todo lo que ahora mismo sucede en Montehermoso tras 15 años de respetada e intensa andadura con respecto al arte contemporáneo y la creación local. No queda más porque, con la excusa de la crisis y los recortes, el Ayuntamiento de Gasteiz se ha llevado por delante cualquier proyecto y a unos 30 trabajadores en los últimos meses. Y eso mientras está por ver qué será de su futuro, puesto que las declaraciones políticas tras el pacto presupuestario en el Consistorio indican que el espacio, además de acoger el Gasteiz Antzokia sobre el techo del antiguo Depósito de Aguas, se va a dedicar por entero al euskera.

Ante un panorama que se viene fraguando en los últimos tiempos y que se engloba en un proceso generalizado de desmantelamiento del sector cultural alavés por parte de las instituciones públicas, el silencio cómplice de muchos a veces consigue romperse. Cabe recordar que ya a mediados del pasado mes de diciembre, coincidiendo con la celebración de la bautizada como Noche Verde, el interior de Montehermoso apareció lleno de pancartas y mensajes en contra de los despidos, el abandono del espacio y el desgaste al que se está sometiendo en el territorio a la cultura.

Pero esa queja no se quedó ahí. En las últimas semanas, ex trabajadores del centro y usuarios se han estado moviendo para, por lo menos, expresar su total y absoluto rechazo a la defunción de Montehermoso. Por ello, antiguos empleados y ciudadanos anónimos, acompañados por varios miembros del comité de empresa del Consistorio, presentaron ayer en la Oficina de Atención al Ciudadano del Ayuntamiento unas 200 instancias en las que, en primer lugar, se exige al alcalde Javier Maroto que cumpla sus promesas de generar empleo; en segundo, que presente un programa que garantice la continuidad del proyecto cultural y que sus servicios se mantengan, como mínimo, como han funcionado en 2012 (y eso que lo han hecho con un recorte del 81% en las cuentas); y en tercero, que se ofrezca a la ciudadanía información veraz sobre el futuro del espacio.

Y es que en este último punto, los antiguos trabajadores señalaron que tanto el primer edil como la concejal de Cultura, Encina Serrano, están trasmitiendo en sus comparecencias públicas mensajes que no son reales, poniendo como ejemplo el horario de apertura de la antigua sede del Obispado. Y es que mientras Maroto ha repetido en más de una ocasión que Montehermoso no se iba a cerrar y que iba a permanecer abierto en su horario normal, lo cierto es que el Centro de Documentación (lo único que se mantiene en activo de manera diaria) sólo está disponible ya de lunes a viernes cuatro horas a la mañana. Y así se podrían poner otros casos.

De todas formas, quienes ayer protestaron a través de estas instancias no sólo pusieron su mirada en la situación por la que atraviesa el centro de lo alto de la colina, sino que quisieron mostrar su preocupación y malestar por las decisiones adoptadas por el gabinete de Maroto en torno a otras iniciativas culturales, citando de manera expresa la situación de Artium, el cierre y ataque a Gauekoak, el abandono del Big Band Festival...

A efectos prácticos, porque también es necesario ser realista, lo más seguro es que las casi 200 instancias queden en papel mojado puesto que ni el alcalde de Vitoria ni la concejal de Cultura van a cambiar de rumbo sus planes. Es más, hace ya tiempo que a preguntas de los periodistas en comparecencias ante los medios, prefieren no decir nada, dando largas esperando a futuras concreciones de planes que no se sabe si existen.

Lo único claro en estos momentos es que tampoco nadie es capaz de concretar si tras el pacto presupuestario se mantendrá la idea de dejar Montehermoso como un palacio en alquiler (los precios no están fijados de manera oficial) a la espera de que el centro de arte contemporáneo deje de tener esa vocación para convertirse en una especie de casa del euskera con escenario nuevo construido sobre una antigua edificación que tal vez quede vacía o no.