la tele ofrece un abanico poderoso y variado de periodistas que han hecho del género entrevista un modo brillante para llevar la actualidad a los televidentes. Entrevistar es un transitado camino para acercar conocimientos, hechos y perfiles humanos a la audiencia. Desde Quintero hasta Pastor, recién expulsada del paraíso catódico de TVE, son muchos los profesionales que han encontrado en este modo periodístico un recurso para la excelencia profesional y éxito mediático. Ana Pastor, recién incorporada a la cadena informativa CNN+, ha manifestado que el juego de la entrevista tiene que generar una cierta inquietud en el entrevistado, de modo que la conversación no devenga en una oportunidad para la propaganda del personaje o el amuermamiento del entrevistador pillado en las redes dialécticas de quien acude a la cita. La entrevista tiene que ser un juego dialéctico entre periodista y personaje que se ofrecen a la opinión y crítica de los consumidores que rechazan prácticas pasteleras o palmeras a la hora del interrogatorio, que sin ser policial debe mantener tensión, incomodidad y presión. Incomodidad es un excelente término para definir la conducta del periodista cuando hace una entrevista sin convertir el plató en un ring de boxeo, pero tampoco transitar por terrenos de chalaneo y amiguismo que disminuyen calidad informativa, credibilidad periodística y validez de la fórmula. Y para trasladar esta incomodidad al quehacer profesional hay que tener valentía, conocimiento y habilidad para formular preguntas. Cómo decía el filósofo francés Voltaire, la importancia no está en las respuestas sino en la inteligencia de las preguntas, a poder ser incómodas. Los profesionales de las pasadas entrevistas a Rajoy y Rubalcaba fueron facilitadotes facilones; de incomodadores, cero patatero.