Vacío. Sin vida y sin proyecto de tenerla. 18 millones de euros que se han quedado en nada. Sin más. Sin que a nadie parezca importarle lo más mínimo. Un año de un edificio en perfecto estado de revisión que no tiene ninguna misión ni objeto ni objetivo. Un centro cultural cuya sede no llegó a nacer, un hecho que significó la muerte de Krea así como varios despidos o traslados. 18 millones de oportunidades tiradas a la basura.

Tal vez porque se encuentra en Betoño y eso es muy lejos para una ciudad a la que le cuesta salir del centro, ese monumento que ejemplifica como pocos los tiempos actuales parece pasar desapercibido, como si no importase que una inversión millonaria que en teoría iba a tener un uso cultural duerma el sueño de los justos. Ni siquiera se habla ya de su posible apertura parcial con la intención de instalar un semillero de empresas. ¿Para qué? ¿A quién le interesa? A día de hoy, tanto para la Caja Vital como para los partidos políticos que forman parte de su asamblea es un tema olvidado y más después de la fusión.

Es más, incluso se han apagado las voces de aquellos sectores artísticos que alguna vez, medio en broma medio en serio, apostaron por okupar el edificio (sí, con k) de manera pacífica y creativa. Al vacío se le ha unido el olvido.

Parece que no existieron los casi cinco años de propuestas, acciones, exposiciones, programas, becas, convenios... Nada. Entre otras tantas cosas que desaparecen o se quedan en mínimos dentro del sector cultural alavés, su caso ya ni se menciona. Parece parte de un pasado demasiado lejano, aunque en realidad no lo sea.

Pero el edificio persiste. No se puede ir. Permanece como testigo mudo de un proyecto que no pudo ser aduciendo primero la crisis, luego la indefinición del centro cultural, luego la pervivencia misma del resto de la Obra Social, luego... Excusas se han dado muchas. Razones, ninguna. En este tiempo se han lanzado incluso algunos globos sonda, como la idea del Gobierno Vasco de usar el espacio para ser sede del Memorial de las Víctimas del Terrorismo, una filtración interesada que se ha quedado en el limbo... por ahora.

Al paso que van las cosas, el antiguo convento de las Carmelitas va a tener que esperar lo suyo para saber qué será de él. Llegó a manos de la entidad de ahorros como parte de una permuta con el Ayuntamiento de Vitoria por la que la Vital cedió al Consistorio la parcela en la que se iba a instalar el auditorio de Alfonso Alonso, otro proyecto que costó lo suyo y que se quedó en un cajón. Igual que los millones que se quedaron en el palacio impulsado por Patxi Lazcoz. Claro que entre ambos ni siquiera llegan a lo invertido en Betoño y su propuesta. En realidad, Krea parece una continuación de esa desmedida carrera de los partidos por generar grandes infraestructuras supuestamente culturales que se han quedado por el camino no tanto por la crisis económica, como se ha querido trasladar, sino por una planificación que ha dejado mucho que desear, si es que alguna vez existió, que es otro tema a analizar.

Por unas cuestiones o por otras, lo cierto es que ha pasado un año desde que la entidad de ahorros renunciase de manera definitiva a seguir con la que estaba llamada a ser su gran referencia cultural para el nuevo siglo, doce meses en los que Gasteiz ha desmontado tres de sus cuatro apuestas relacionadas con el arte contemporáneo: el Proyecto Amarika es pasado y ha sido sustituido por el abandono de la sala del Archivo y una programación en la Casa de Cultura y en la sala Amarika que se mantiene como puede, y suficiente hace; Montehermoso justo puede sobrevivir tras el recorte del 81% de su presupuesto y el abandono de su proyecto específico sin que se sepa de verdad cómo se va a concretar el genérico nuevo plan de acción presentado hace unos meses (a día de hoy, o por lo menos no se conoce de manera pública, ni se ha realizado la tan traída y llevada encuesta ciudadana); y, por supuesto, está el caso de Krea. Sólo Artium parece salvarse de la quema, aunque en realidad habría que acotar que lo hace con una bajada constante de sus cuentas en los últimos tres años debido a las decisiones de las instituciones públicas (por ejemplo, el mismo Gobierno Vasco que se está gastando en 2012 más de cinco millones de euros en una programación puntual que no va a tener ninguna repercusión en el sector de cara a futuro o que no ha desarrollado en Álava ni una sola de sus Fábricas de Creación, más allá de una ayuda parcial a un proyecto concreto, ha bajado su asignación al museo un 12% de cara al presente ejercicio).

Pero más allá de lo que Krea podría haber aportado o no al mapa alavés, punto en el que también ha habido voces discordantes dentro del propio sector aunque casi ninguna se haya expresado de manera pública, la permanencia sin oficio ni beneficio del edificio de Betoño se asemeja cada día que pasa a una especie de mausoleo con el que nadie sabe qué hacer puesto que tampoco parece existir, una situación que se repite en otros inmuebles que son propiedad de la caja de ahorros y que en otro tiempo tuvieron uso cultural a pesar de que, desde hace años, están abandonados, como es el caso del antiguo Museo de Arqueología.

Para que la situación sea todavía más extraña, en estos últimos doce meses han cristalizado algunas propuestas que en su día tuvieron una beca Krea, como el documental What about Columbus, de Lander Camarero, que ni se ha podido ver en la capital alavesa, no así en otros puntos como la cercana Bilbao. Sin olvidar el hecho de que parte del equipo del centro cultural no supo de su futuro hasta el pasado mes de diciembre, cuando se le comunicó su despido o traslado, dependiendo de cada caso.

Eso sí, el pasado ya no tiene remedio. Krea no existe. Ni sus fundamentos se van a recuperar. Pero la que iba a ser su sede sí está ahí, esperando... lo que sea. Son 18 millones de euros abandonados en plena crisis económica. Y tal y como están las cosas, con 2013 acercándose con peores perspectivas incluso que este año, no parece que las decisiones sean inmediatas, más allá del algún intento de cara a la galería mediática para conseguir que no se note mucho que donde hoy debería haber artistas emergentes lo único que queda es polvo y vacío.

La indiferencia ante lo que no fue es hoy la tónica dominante. No es el único caso, pero sí tal vez el más llamativo tanto por lo que costó como por las expectativas generadas. Nadie se ha responsabilizado de lo ocurrido. Y casi nadie ha pedido explicaciones por ello. Pero eso no oculta que Betoño tenga que convivir cada día desde hace un año con este homenaje a la nada.