Madrid. En una exposición única e irrepetible, el Museo Thyssen Bornemisza presenta a Edward Hopper, el pintor más grande del arte norteamericano del siglo XX, desde un punto de vista europeo a través de algunas de sus obras más emblemáticas. Así lo consideró ayer Tomás Llorens que, junto a Didier Ottinger, comisaria la exposición, organizada en colaboración con la Reunión de Museos Nacionales de Francia, y que viajará en octubre al Grand Palais de París.
Artista reconocido internacionalmente, a Hopper (1882-1967) se le consideró "una gran roca solitaria y desnuda en el desierto". En la historia del arte "no hay convicción sobre cual es su lugar" pero esto implica "reconocer una derrota", afirmó Llorens. Por ello, los comisarios han tratado de hacer una nueva lectura de la obra de Hopper desde una visión europea, demostrando cómo su manera de representar las escenas y los paisajes norteamericanos del siglo XX tiene raíces de ese continente.
Estas raíces están relacionadas con la noción de la pintura de la vida moderna que tuvieron artistas como Manet o Degas, "el que más influyó sobre Hopper", con la literatura y la poesía francesa y con la modernidad de Baudelaire, comentó Tomás Llorens.
Además, Llorens afirmó que, en su opinión, "un fenómeno cultural tan altísimo " tiene que tener unas raíces mucho más complejas de las que se han dado hasta ahora.
Didier Ottinger, comisario de la exposición, recordó que en esta nueva visión han querido abrir nuevas puertas a la interpretación de su obra. "Intentamos escribir la historia de uno de los artistas norteamericanos más importantes", añadió Ottinger quien, precisó, está situado en un nivel solo alcanzable por Jackson Pollock.