Vitoria. Ha sido Santa Teresa de Jesús. Y cientos de personajes más, convertidos muchos en pequeños iconos. Como ella misma, que tras medio siglo conquistando todos los rincones del escenario -desde el micrófono del proscenio hasta el soliloquio del escenario, desde el plató televisivo hasta el set de cine-, se ha convertido en un símbolo de la interpretación. Por eso su nombre es el título de su último espectáculo, Concha, lo que quiero es bailar, convirtiendo a la actriz, a la par, en impulso e intérprete, un dueto que pone hoy y mañana a disposición del público gasteiztarra sobre las tablas del Teatro Principal, a partir de las 20.30 horas.
Concha Velasco se rodea de sí misma. De su figura, su trayectoria y sus constantes, pero sabe que rodearse, además, de un gran equipo, es mucho más de la mitad del camino. Lo sabe porque ha trabajado con Olea, Forqué, Berlanga o Camus. Y, en este duelo escénico consigo misma, luchando contra su estereotipo zambulléndose en él, son las palabras de Gala, Poncela, Zorrilla o Kipling las que guían la función -las funciones-, con una mano sabia a las riendas del vehículo, la de un Josep Maria Pou que dirige a la par que firma el hilo conductor de la dramaturgia.
"Concha Velasco en estado puro. Frente al público. Sin intermediarios". Así define el propio Pou este trabajo, una suerte de oasis tras cinco décadas sin resuello. "Tras muchos años de carrera frenética, Concha hace un alto en el camino y se sienta con el público -con su público- a reflexionar, a hablar de su carrera, de sus personajes, de las obras que ha hecho -y de las que no ha hecho, también-, de los éxitos y de los fracasos. Concha cuenta y Concha canta. Y entre canto y cuento nos lleva de la mano por una de las carreras de más éxito del teatro, el cine y la televisión de este país".
De la adolescencia a la madurez, Concha Velasco se recorre en escena bajo aquel lema primero de "yo lo que quiero es bailar". Un lema que sigue cumpliendo.