Madrid. El callejón del Gato, la taberna de Picalagartos y el "cráneo privilegiado" de Valle Inclán y su Luces de bohemia vuelven a las tablas del María Guerrero en un montaje que aborda "el esperpento desde la verdad" y que, dirigido por Lluís Homar, convierte a Gonzalo de Castro en el escritor Max Estrella.
Sólo siete palabras han sido modificadas del texto original, puesto que este montaje "no es un ejercicio de estilo", subrayó Homar en la presentación de esta producción del Centro Dramático Nacional (CDN), que desde mañana hasta el 25 de marzo estará en el cartel del teatro madrileño. En él, los espejos siguen deformando, pero la caricatura es el objetivo a derribar en el viacrucis de Max Estrella por las calles de Madrid, porque "el espejo está en el fondo del vaso, nos vamos al fondo del alma rota de esos personajes", según Homar. "Pese al desafinamiento de todos los seres del escenario, Valle Inclán los ama, tiene una esperanza de que el mundo puede ser mejor", añadió Homar, que apuesta por encontrar el esperpento "sin buscarlo" y vuelve a la dirección teatral tras 12 años tras su experiencia como productor, director y protagonista de Hamlet, que le dejó "exhausto".
Hace dos años, Gerardo Vera, que dejó la dirección del CDN el pasado 31 de diciembre, le propuso hacer este montaje y no pudo decir que no. "Como actor siempre me fascinó la obra, pero como director me preguntaba, ¿cómo coño se interpreta esto?", aseguró Homar. "Fue un susto enorme, me despertaba a las seis de la mañana con ataques de ansiedad", dijo. Con esa "partitura maravillosa" que es el texto de Valle Inclán, lleno de personajes que entran y salen -45 papeles para 19 actores- y enriquecido por unas acotaciones de dificilísima traslación escénica, Homar hace lo que define como un "trabajo de mancomunidad" con la ayuda del dramaturgo y compositor musical Xavier Albertí, pero en el que todo el equipo se pliega a la brillantez del texto. Ese "sainete yuxtapuesto con lo trágico", en palabras de Homar, se materializa en un escenario en el que los libros conviven con las baldosas y los ladrillos, que respira una bohemia sin tenebrismo para iluminar su facción más ideológica. Luces de bohemia, escrita entre 1920 y 1924, tiene "una musculatura ideológica de primer nivel", según Albertí, quien reivindica "el profundo compromiso de la fábula con su realidad", la de una España que comenzaba la dictadura de Primo de Rivera y en la que "la revolución estética está vinculada con el regeneracionismo ético". Pero hoy, este texto, dice Albertí, emerge como "cómplice imprescindible para rearmarnos ideológicamente y salir a la calle a cambiar las cosas".