recibí la noticia de la muerte de Jose Luis Alvarez Enparantza, Txillardegi, mientras examinaba a mis alumnos de euskera de la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto. Una primera, casi instintiva reacción, ha sido la de pensar que si hoy estábamos allí, en una universidad vasca examinando en euskera era gracias, entre otros, también a Txillardegi.
En efecto, para las generaciones que nacimos en los años 50 y 60 del siglo pasado, Txillardegi fue uno de los principales maestros en algo que era nuevo para quienes nos movíamos en ambientes urbanos, pero procedíamos de familias que utilizaban, en mayor o menor grado el euskera.
Txillardegi nos dio un modelo, un ejemplo de euskera urbano, apto para el ensayo o novela, capaz de expresar las inquietudes de esos personajes como Leturia, protagonista a través de su diario de su primera novela (Leturiaren egunkari ezkutua) o como Elsa Schleen, que rompían moldes con la literatura vasca más tradicional. La labor literaria siempre se compaginó, en el caso de Txillardegi, con su preocupación lingüística, sociolingüística y pedagógica. Sus manuales sobre el euskera unificado, su gramática, sus análisis y trabajos sociolingüísticos traían en aquéllos años setenta un aire nuevo, de nivel universitario y de presentación renovada que todavía hoy resulta paradigmático, como su trabajo sobre el verbo vasco unificado, Euskal Aditz Batua.
No fue fácil su relación con Euskaltzaindia-Real Academia de la Lengua Vasca. Académico correspondiente desde hacía muchísimos años, sus innegables méritos no fueron suficientes (a juicio de los académicos que en su día participaron en aquellas votaciones) para que fuese nombrado académico de número, ante la sorpresa de quienes admiramos siempre su obra. Mucho más tarde prefirió no aceptar el cargo de académico de honor, que con todo merecimiento le ofreció Euskaltzaindia estos últimos años.
Lo anterior, sin embargo, no fue obstáculo para una intensa relación con Euskaltzaindia desde los años 50. Su primera novela fue ganadora, precisamente, de un concurso literario de la academia y publicada por ésta. La bibliografía de Txillardegi fue recogida y publicada por Euskaltzaindia en el libro homenaje que le dedicó el año 2005, bajo la dirección del ya fallecido académico don Henrike Knörr y de doña Pilartxo Etxebarria, en coedición de la Universidad del País Vasco. Por otra parte, en el número monográfico de la revista Euskera del año 2007 se recogió la Jornada monográfica que la comisión de literatura de Euskaltzaindia dedicó a su primera novela, la ya citada Leturiaren egunkari ezkutua.
He ahí dos eslabones de la larga cadena que unió a Txillardegi con Euskaltzaindia.
Además de todo lo anterior, Txillardegi fue un político comprometido con sus ideas. En su militancia en diversas formaciones de izquierda abertzale exteriorizó de forma continua su preocupación por el país, su ser y su lengua, preocupación que se extendió a todos los ámbitos en los que se manifiesta la cultura vasca.
Somos muchos los que aprendimos de su ejemplo, de sus obras, de su trabajo, que la lengua vasca tenía un futuro, en aquellos años difíciles de transición de lo tradicional a lo nuevo, de consolidación de un modelo unificado de la lengua y, sobre todo, en su empleo diario, en su utilización en todos los ámbitos sociales.
Dos datos significativos, que denotan la personalidad y la labor de Txillardegi. El primero, su admiración por Antonio Zavala, el recopilador de la literatura popular vasca en la colección Auspoa, en donde veía una auténtica fuente de inspiración para la lengua vasca y el segundo, la constatación que el hacía y tuvimos la oportunidad de escucharle en la presentación del número monográfico de Euskera sobre su obra de la gran diferencia existente entre el avance fundamental en materia de corpus de la lengua vasca estos últimos años y su déficit en la transmisión familiar y social. En suma, un intelectual vasco que supo trabajar, fiel a sus convicciones, en pro de la lengua y del País Vasco y además, transmitir dicha labor a las siguientes generaciones por medio de su indiscutible magisterio.