vitoria. "Yo soy, pero, ¿para qué soy?". Humilde, sabio, discreto, serio. Son adjetivos que se adhieren a su nombre en boca de quienes le conocieron. Adjetivos para el que no los buscaba, para el que se rendía siempre a la científica pureza del dato, huyendo de la teorización. Para el que "trabajaba mucho, pero nunca estaba ocupado". El lunes la palabra también estará atareada tratando de definir en el museo Bibat a Jose Miguel de Barandiaran. Será a partir de las 19.30 horas en una triple charla sobre el Aita que más se preocupó por su adorada hija única, Euskal Herria.
Le hubiera gustado el lugar a Barandiaran, que entre sus muchas e incesantes dedicaciones escogió también la arqueología como llave para conocer su país, para exhumarlo del olvido. Porque, además de sacerdote, antropólogo y etnólogo, se permite en su carnet de identidad la acepción de ladrón, empeñado, como explica el presidente de la fundación que lleva su nombre, Josemari Velez de Mendizabal, "en robarle cosas a la muerte".
Robarle al pasado sus huellas para que no se perdieran, una labor que tratarán de diseccionar, a su vez, los tres ponentes reunidos en la calle Cuchillería. Comenzará desempolvando su vida el director científico del Centro de Custodia e Investigación del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de Gipuzkoa, Jesús Altuna, que en su Breve semblanza de Jose Miguel de Barandiaran intentará un reto, resumir una trayectoria incontenible.
La cita, continúa Velez de Mendizabal, busca "dar a conocer y poner en valor sus trabajos, sus valores y su figura", algo que no se puede entender sin la que es, quizás, la faceta en la que atesora más legado. Antropología: desde Barandiaran a nuestros días, es el título de la charla de Concepción de la Rúa, que se acercará desde el Departamento de Genética, Antropología Física y Fisiología Animal de la UPV.
"Una persona que ha amado el amor entre las personas". Así quería ser recordado Aita Barandiaran, un humanista que dejaba entre sus colaboradores la sensación de que se podía hacer más, de que sus propios estudios y sentencias no eran definitivos, consciente de que el camino del conocimiento no acaba con uno mismo. Un humanista -volvemos al adjetivo- "cristiano", que respondía a ese "¿para qué soy?" desde la divinidad, vertiente que, desde la Universidad de Deusto, se encargará de visitar Joxe Arregi en su intervención Ciencia y religión en el siglo XX. El caso de Jose Miguel de Barandiaran, cerrando el triángulo de ponencias y abriendo el coloquio final.
Es curioso. El propio Barandiaran, ejemplo del afán por el estudio, se convierte ahora, veinte años después de su muerte, en objeto de análisis. Pero siempre fue ejemplo, también en su precoz paso por el Seminario gasteiztarra, "que conoció sus primeros trabajos... y no fueron ninguna tontería", apunta Velez de Mendizabal. Es, fue y será siempre ejemplo, aunque a él, probablemente, le hubiera gustado figurar como un dato más. No hacer perder tiempo de trabajo al gremio glosando su persona. Pero, para la ilusión científica, también se necesitan impulsos. Un Aita, por ejemplo, que nació y murió en él corazón de Gipuzkoa. Y que latió por su pueblo.