donostia. Al igual que el inmortal Wolfang Amadeus Mozart, la pianista Judith Jáuregui (Donostia, 1985) siempre encuentra la luz por encima de cualquier tormenta. Defiende con orgullo "el carácter de los Jáuregui", que describe como "temperamental, cabezota e independiente", a la vez que "sensible y vital". La pianista, que acaba de publicar el disco Robert Schumann: el arte de lo pequeño, se ha marcado como objetivo acercar la música clásica a todo el mundo, pues asegura que para sentirla no es necesario ser un entendido de este arte.
¿Qué se siente al tocar en casa tras dos meses sin ver a los suyos?
Es una alegría volver a casa, estoy muy ilusionada y agradecida por la oportunidad que me está dando la OSE de interpretar aquí a Mozart, bajo la batuta de Wolfram Christ. Tocar para tu público siempre es diferente, siempre conlleva ese lado emocional.
Durante la promoción de su reciente disco dedicado a Robert Schumann, confesó identificarse con el compositor. En el caso de Mozart, ¿también siente una conexión?
En la versión que he preparado de este concierto de Mozart he procurado ensalzar su lado más inocente. Al igual que otros grandes compositores, Mozart posee una especie de tabú, a menudo es considerado como una plaza difícil de torear. En cierto modo, los músicos se sienten desnudos frente a su obra porque Mozart no es un autor romántico que te sostenga con una armonía. Lo que he intentado en estos conciertos es encontrar la luz de Mozart. Aunque haya tormenta -el programa se titula Relámpagos vieneses-, Mozart siempre encuentra un rayo de luz en medio del drama, un punto de esperanza. Este es uno de sus conciertos más temperamentales. Por algo era el favorito de Beethoven?
¿A qué se refiere?
La principal diferencia entre Mozart y Beethoven es que el segundo siempre llevaba su temperamento al extremo. Rompía todos los esquemas. En cambio, Mozart siempre conservaba su gracia y elegancia. En este concierto he tratado de plasmar toda esa frescura, inocencia y elegancia.
Uno de sus objetivos es despojar a la música clásica de ese "carácter elitista y conservador". ¿Cuál es la clave para acercar este tipo de música a los jóvenes, por ejemplo?
Mi clave es mostrarme tal y como soy, natural y cercana. A partir de ahí, invito a todo el mundo a que se atreva con la música clásica. Quiero desterrar ese elitismo que la impregna, esa falsa creencia de que se dirige a una clase social muy alta o a gente muy entendida o intelectual.
¿Y qué defiende?
Que yo sepa de cuántos compases consta una obra o qué armonía tiene no impide que alguien que no conozca todos esos conceptos no pueda disfrutar de la obra. La música es arte, es cultura, es sentir. Y todos los humanos poseemos capacidad de sentir, ¡eso es lo que nos diferencia de los animales! (risas). Asimismo, quiero desmitificar la imagen del músico. Soy pianista y disfruto de la música, pero no me siento especial por ello. Lo que busco es que el público disfrute conmigo, nada más.
Aboga asimismo por "trabajar el espíritu". ¿Padecemos una crisis más espiritual que económica?
Vivimos en un mundo muy materialista, todo lo queremos ya, somos muy impacientes. Además, no estamos acostumbrados a sacrificar mucho, y tendemos a quejarnos enseguida. En ese sentido, la música puede ayudarnos a conectar con nosotros mismos, con nuestro yo interior. Desde luego, creo que es un aspecto que hay que desarrollar y la música puede ser una buena herramienta para ello. Esto me recuerda cada vez que me preguntan cuántas horas dedica a ensayar con el piano...
¿Y cuál es su respuesta?
Siempre contesto lo mismo: dedico las horas que hagan falta. Es una cuestión de pura física. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de plasmar ideas y sentimientos con tus manos. Además de la técnica, es necesario trabajar otros aspectos para descubrir qué hay dentro de ti, porque la función más importante de la música es comunicar. El músico debe tener un mensaje que transmitir al público. Si no, la música se convierte en algo frío, frívolo y superficial.
¿Tiene un lugar predilecto para tocar el piano?
La verdad es que no. Creo que es una consecuencia de haber viajado tanto, desde pequeña. Tengo capacidad de cambio y sé adaptarme a cualquier lugar; así que en cualquier piano encuentro mi sitio.
Viajar le habrá abierto puertas.
De hecho, me ha abierto los ojos. Desde niña se me inculcó responsabilidad y madurez, aunque creo que en esto ha influido considerablemente el hecho de haber estado rodeada siempre de gente más mayor que yo. Siempre he sido la pequeña del grupo. Viajar me ha servido para desarrollar ciertas habilidades sociales, aunque no poseo todas... (risas).
Es una pianista de éxito con tan solo 26 años. ¿Cuántas veces le han preguntado si ha pagado un precio por su dedicación al piano?
Muchísimas. Y de verdad, no siento que haya renunciado a nada. Lo tengo tan interiorizado desde pequeña... ¡y me ha hecho siempre tan feliz! La música me ha ofrecido momentos y experiencias irrepetibles en mi vida, y me siento muy rica por ello. He de reconocer que he tenido mucha suerte. Y al contrario de lo que mucha gente pueda pensar, no he sido una niña que no podía pasar el rato con sus amigas porque tenía que ensayar con el piano. Y ahora, tampoco carezco de vida social, ni mucho menos. Yo tengo mi vida en el piano y al margen de él. Creo que esto es absolutamente necesario y complementario en el mundo de la música.
¿Es muy complicado compaginar ambas facetas?
En mi caso no, porque las cosas me han venido poco a poco, los conciertos y el reconocimiento no vienen de golpe, así que he sabido asimilarlo con naturalidad.
A menudo alude al "carácter de los Jáuregui". ¿Cómo lo describiría?
Los Jáuregui somos temperamentales, cabezotas e independientes y, al mismo tiempo, muy sensibles y vitales. Disfrutamos mucho de la vida.
Quizá ese carácter temperamental le empujó a tirar por las escaleras el violín a los 4 años para reivindicar el piano. Metafóricamente hablando, ¿hay que romper muchos violines en la vida para llegar al piano?
¡Espero no haber tirado muchos! Tuve una mala experiencia con el violín. Quizá de no haberlo tirado, hubiera sido una violinista feliz, pero es cierto que entonces tuve que decir 'hasta aquí'. Pero creo que sí, que hay que rebelarse un poco, decir 'respétame'. Estoy de acuerdo con que hay que escuchar nuevas ideas y opiniones, pero hay que saber plantarse y decir: 'Respeto tu opinión, pero deja que sea yo quien decida'.
¿Qué vendrá después de 'Relámpagos vieneses'?
El 19 de noviembre ofreceré un concierto en Valladolid, y el 12 de diciembre otro en Oviedo. El próximo año tengo bastantes compromisos y un proyecto en mente en el que mostraré mi lado más íntimo.