Cada muestra es un mundo, ¿cómo ha sido comisariar ésta?
A Esther la conozco hace más de treinta años, lo cual hace que sea muy diferente. Normalmente no trabajo con artistas individuales, hago exposiciones más de concepto. Hace más de seis años, hablé de la posibilidad de hacer una exposición en este museo. Por las razones que fuera, no fue adelante. Después de que le concedieran el Nacional de Artes Plásticas, me dijo Esther que ahora seguramente alguien le querría hacer una exposición, pero que ella sólo quería hacerla conmigo. No lo tomemos como un elogio, sino como una defensa, porque sabía que así iba a estar, no digo protegida, pero sí tapada. Esther es muy independiente, muy brillante, pero con una gran necesidad de privacidad, de tranquilidad. Lo que le gusta es estar en su taller, trabajar, mirar, hacer, pero no le gusta todo este trajín expositivo. No quería una exposición antológica, quería algo que nos divirtiera a las dos, si no no tenía sentido.
Es un buen concepto de trabajo...
Luego siempre es mentira, te diviertes relativamente desde el momento en que tienes que tratar con la institución, con aspectos técnicos, con dineros... Pero es agradable llamar la atención a una obra prácticamente desconocida. Yo le planteé ¿por qué no hacemos una muestra transversal? Y la montamos por temas: tiempo, infinito, repetición y presencia.
Podrían ser el mismo tema...
Como ella dice, es como el mundo. Sólo hay uno, pero lo tenemos que fragmentar para entenderlo. Esther es la primera performer española y una de las importantes internacionalmente, pero decidimos que hubiera otro tipo de obra para abarcar todo su trabajo, que es en sí mismo totalmente disperso, diletante y extenso. Es una mujer que igual hace fotos, que recoge objetos, que pinta, que dibuja, que hace instalaciones. "Hago lo que me da la gana cuando quiero". Pues esta exposición es la reunión de cosas que ella hace cuando le da la gana y como le da la gana.
Hablaba de 'proteger', de tapar al artista. ¿Le sucede a menudo?
No es que yo sea El llanero solitario. El artista también tiene un elemento de insoportabilidad muy fuerte. Y trabajar con otra persona, sea artista, camarero o fontanero, tan cerca, erosiona inevitablemente. Es como las parejas. Lo cierto es que la sociedad-arte, sobre todo en momentos como estos, no tiene muy en cuenta la humanidad de los artistas. Tú vales este año pero al siguiente no, porque pintas abstracto y se lleva figurativo. O, como pintas figurativo, eres un antiguo, un petardo y no nos interesas. Todo ese trajín de reconocimiento asusta al artista. Son personas frágiles en general. O fuertes, da igual, pero se están moviendo -el artista verdadero, me refiero- en un territorio en el que van dando pasitos, como los niños cuando empiezan a andar. Están investigando. Entre la idea del artista y la formalización de ese objeto cuando sale al mundo espectacular de la exposición y el crítico, hay un proceso delicado. Hay artistas importantísimos de los ochenta que en los noventa nadie recuerda. Y me parece terriblemente injusto. Tanto ese reconocimiento brutal como ese olvido absoluto. En España somos muy monolíticos, de una sola cosa. Un rey, antes había solo un tipo de gasolina... . Todo tiene que pasar por un sitio, todo tiene que salir, todo tiene que ser como tiene que ser. Y el arte nunca tiene que ser como debe de ser. Tiene que ser de todas las maneras.
Y sobre todo sincero...
Eso es lo que más falta. Todos los artistas son diferentes, y el que es auténtico consigo mismo, el que realmente intenta hacer lo que él considera que tiene que hacer, ése es el artista. Aunque su obra no esté en una buena galería, aunque no esté en un museo, aunque no le conozcas, es el verdadero artista. Lo que pasa es que cada vez es más difícil. Si no tienes quien te tutele, quien te ampare, hay demasiados artistas, más que nunca, y no hay territorio, no hay compradores para tantos. Un artista debe vivir de su obra. Igual que tú eres periodista o yo editora de revistas. Eso debería de ser lo ideal en una sociedad lógica y natural. Por desgracia, no es así, y la propia Esther, como tantos artistas conceptuales -Juan Hidalgo, Isidoro Valcárcel Medina-, han estado muchos años sin vender nada, porque lo que hacen no son objetos de decoración. Hace falta una mentalidad abierta para comprender que eso te gusta y lo quieres tener. Son artistas que han sobrevivido viviendo de cosas dispares, muy humildemente, y en el caso de Esther muy incomprendidos. Cuando le dan el Premio Nacional todos de repente 'sí, sí...'. Como ella suele bromear, 'a todo el mundo le interesa mucho mi trabajo, el problema es que no me conocen'. Ahora ya ha hecho más talleres, más performance en España, pero realmente yo la conozco hace treinta años, y no he visto más de cuatro en directo de ella. Y conozco su obra, voy a su casa, a su estudio... De hecho, cuando yo ofrecí la exposición de ella aquí no se hizo. Ha hecho falta un Premio Nacional, han hecho falta una serie de cosas para que se le recupere
Mientras los artistas más jóvenes han creado una dependencia de la institución que ahora, con vacas flacas, va a tener camino difícil...
No han vivido la realidad. No es sólo problema de los artistas jóvenes, es problema de la estructura institucional. Decía Ángel González que ser artista joven es un género en sí mismo. Habría que darle la razón. La juventud es pasajera. Más allá de 35 no eres ni joven, ni nuevo, ni nada. No te dan ayudas, no eres un descubrimiento. Pero tampoco un artista de menos de 40 puede tener una antológica. Al museo se accede con persistencia, con el tiempo... Aquí se ha comprado antes a los discípulos que a los profesores, se conoce más a la segunda generación que a la primera, también porque tenemos esa obsesión por matar al padre. Y no somos niños probeta, no hemos surgido por generación espontánea.
Es tiempo de arqueología...
Es una ciencia maravillosa. Sedimenta el conocimiento. Por eso el artista debe estar más aferrado a sí mismo, a su propia experiencia y evolución, que al reconocimiento externo. Por eso Esther o Isidoro han tenido una obra mucho más profunda. Han estado al margen de los vaivenes de la fama y el comercio. El sistema los utiliza, los exprime y los tira, eso sí que me parece terrible.
Hace diez años, en el proyecto que preparó para el parque del Prado ya estaba presente Esther...
El Ayuntamiento me encargó un proyecto para catalogar y clasificar la escultura pública, y como complemento, dirigir esa reestructuración. Esther planteó que la matemática estuviera en el parque, en una zona de diversión, con un suelo de números primos. Creo que es la única pieza de obra pública que tiene. Fue un proceso muy agradable. Lo menos agradable ha sido que al proyecto de catalogación de escultura no se le ha hecho caso. El primer análisis era de estado de salud, y había muchas que estaban destruidas. El otro, de categoría artística. ¿Cómo se mide? Hay una parte de subjetividad, pero si el que mira tiene veinte años en el oficio, eso ya es un punto, más que el señor que tiene una charcutería. Y luego está el curriculum. Si un señor hizo una pieza y luego se ha dedicado a la importación de quesos, pues es que no es un artista. Si no está en un museo, si sus obras no se cotizan, si no tiene una valoración, no lo es. Puedes alegremente donar una escultura de bronce a la ciudad, una patata frita, y, como la donas, la ponen toda la vida. Me parece un insulto al ciudadano, sinceramente. Pero lo que me parece peor no es que no se hayan quitado piezas impresentables, sino que se han construido otras tan impresentables o más. No sé por qué en esta ciudad tienen esa obsesión de poner por todas partes cacharritos. Es costoso, innecesario y antiestético. El músico de jazz de La Florida parece un enano, ese señor no era así de bajito. Eso no lo ha hecho un artista, ni un especialista, no sé quién lo habrá hecho. No es digno de la ciudad. La escultura de Ken Follett, ¿crees que eso es serio? Que le pongan una escultura porque menciona la catedral en un libro. Me parece que en esto la ciudad actúa con una gran falta de autoestima y de inteligencia.
Se buscan demasiadas cosas supuestamente emblemáticas...
Para emblemático tenéis El caminante, una escultura que se instala en fibra de vidrio por unos señores en un taller de escultura al aire libre. Son esculturas que se quedan, pero que no están pensadas para quedarse, porque no hay donde guardarlas. Durante unas fiestas, unos borrachos la destruyen, el artista protesta y, entonces, el Ayuntamiento la funde en bronce. Tiene narices. 'Lo sentimos mucho, ahora va ser para siempre'. Es una mala escultura, una mala imitación de Giacometti y un horror. Bueno, pero es la obra emblemática de la ciudad. Vale, vamos a dejarla como emblemática. Pero no busquemos más emblemas. Ya hay uno. Las demás procura que tengan calidad. Cuando hice la valoración había un Oteiza o dos, la de Chillida, un Ibarrola y muy poco más que mereciese la pena. Y, sin embargo, hay como ciento y pico. Lo que se haga o no no es asunto mío, aunque evidentemente no puedo evitar, cada vez que vengo... Como el Celedón de la Virgen Blanca, que es un horror infinito..., pero no me quiero meter en la vida privada de la ciudad, aunque sinceramente ya vale...
Estará al tanto del fin del proyecto de Arakis en Montehermoso, ¿qué opinaba de su trabajo?
No lo he seguido de cerca. Arakis es una persona muy específica, que hace proyectos muy específicos. Son interesantes, evidentemente. Todo lo que es actuación de género es importante. Creo que no se debe perder ese toque, pero que debería estar en todas partes, no sólo en ese proyecto. No hay que olvidar que Montehermoso es un centro cultural municipal. Es para servir a una ciudad en todas sus estructuras, para dar una valoración cultural más global. Creo que lo ha hecho bien y que el equipo anterior también lo hizo bien, y espero que el próximo también lo haga bien.
El próximo proyecto de Montehermoso va a dedicarse a lo visual...
Es como cuando le tienes que poner un nombre a algo o a alguien. Luego la persona, el perro o el sitio va a hacer lo que tenga que hacer. 'Artium' no significa nada. Al 'Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía' no le hace falta más que decir '...y de todos los santos'. Entre poner todos los adjetivos y ninguno, me da lo mismo. En un centro de artes visuales entra todo lo que se ve, lo importante es que lo que se vaya haciendo esté bien y a la gente le interese y le sirva. Ahora bien, estamos en una etapa en que no solamente el dinero se recorta, sino que el miedo aterroriza y atenaza las mentes, es como La invasión de los ultracuerpos. La gente está cortada, no gasta, hay que darle al coco. ¿Por qué a unos centros se va y a otros no? Depende de la capacidad del centro para difundir. La gente desprecia la publicidad cuando es lo que hace que venga el público. Si viene, cumples con tu función. ¿Cómo haces que un sitio se conozca? Es lo que hace que los proyectos sirvan para algo. Si haces una exposición maravillosa de un artista increíble y no va nadie... Estamos haciéndolo mal, convirtiendo los museos en sitios muy restringidos donde no puedes entrar porque parece que no vas a entender nada.
Son las nuevas iglesias...
¿Por qué crees que a las misas les pusieron música? ¿Por qué pintaban los vitrales y Miguel Angel hacía frescos? Para que la gente fuera. No hemos llegado ni siquiera a eso. Ojalá los museos fueran iglesias, fíjate todo lo que han movido.