No estaba ayer el día muy animado en el exterior de Mendizorroza, con el cielo encapotado y unas temperaturas más bajas que en los últimos días. Todo lo contrario sucedía dentro del polideportivo, donde hasta hubo abanicos y mucho calor. Hace justo un año, el picnic de Nueva Orleans que desde hace unas ediciones sirve para abrir el Festival de Jazz de Gasteiz tuvo que competir con la final del Mundial futbolero, y eso, aunque parezca mentira, se notó en la presencia de público. Doce meses después, sin ataduras deportivas, el pabellón presentó una imagen del todo diferente, con un público muy numeroso. También ayudó el hecho de que el cartel lo componían dos bandas alavesas, que la entrada era gratis, que el tiempo no invitaba a ir a la piscina, que... No todo es fútbol.

Con ganas de pasar una buena tarde (también los numerosos niños presentes, así como el grupo de bailarines que cada año acuden a esta particular cita para dejarse llevar por la música), lo único que faltaba era que los músicos pusieran de su parte. A B3 Dixieland le tocó abrir y lo hizo como mejor sabe, con ese gusto por el repertorio de principios del siglo XX, esa música sencilla (que no simple) que es el mejor remedio para mover los pies. Después llegó el turno de The Hot Wok y el cuarteto demostró que está en estado de gracia y que podría estar en el inicio de una de las dobles sesiones que llegarán a partir de mañana. Entre los dos encendieron la mecha de un certamen que no ha hecho más que empezar.

A la banda nacida del cuerpo de Bomberos de Vitoria, aunque en realidad la cosa haya cambiado desde el inicio, le dio la impresión de que se le había quedado corto un concierto que, tal vez, duró un poco más de lo que hubiese sido recomendable. Solventados algunos acoples y un problema con el sonido interno del escenario, el octeto se dejó llevar por temas ya conocidos y alguna sorpresa preparada de forma especial para la cita de ayer. A la altura del momento que les tocó vivir, los intérpretes pusieron lo mejor de sí, consiguiendo meterse al público en el bolsillo. Y eso que Begoña Divar casi no puede cantar el bis preceptivo a causa de la emoción. Es lo que tiene dedicarle un concierto a la ama.

En muy pocos minutos se hizo el cambio de instrumentos y casi sin que nadie se diera cuenta, allí apareció The Hot Wok. Los de Romo no faltaron a sus tradiciones y hubo reparto de comida en el utensilio que les da nombre así como de vino servido en porrón. Sin olvidar el recuerdo a los Fraggle Rock y otras lindezas que al cuarteto tanto le gustan (el estribillo "la sartén está caliente, pon el mantel, que te voy a hincar el diente" tampoco faltó).

Pero más allá de ese ambiente singular que los gasteiztarras suelen generar en sus actuaciones está la música. Y ahí, Gonzalo, Jon Ander, Perico y Raúl se salieron. Faltó, tal vez, que la tuba tuviera su momento de gloria en solitario, pero no todo puede ser en la vida.

El jazz, el funky, los toques electrónicos... el cuarteto no se guardó nada, dejando momentos brillantes tanto del saxo como del trombón. La pena fue que se estaba haciendo tarde y, sobre todo los que habían ido con niños al concierto, no aguantaron hasta el final.