Vitoria. Sin casi fuerzas después de 72 horas de música, la décima edición del Azkena Rock Festival vivió el sábado por la noche sus últimos momentos entre un público numeroso (más de 18.000 personas) y un calor que, por mucho que la madrugada fue avanzando, no parecía tener ninguna intención de remitir. Sólo con mirar la cara de más de uno en Mendizabala se podía palpar el cansancio acumulado, aunque la mayoría en el recinto optó por terminar este año por todo lo alto aunque fuera tirando del depósito de reserva.
Con la atención centrada en los dos escenarios principales fue complicado estar al mismo tiempo en el tercero, aunque fuera para escuchar algunos temas, aunque de lo poco que se pudo observar cabe subrayar la presencia de The Whybirds, que destacó frente a sus compañeros de cartel, The Knockouts y unos Arizona Baby con demasiada competencia como para dedicarles el tiempo necesario.
En las tablas bajo la carpa, los últimos, a eso de las diez de la noche, en hacer acto de presencia este año fueron Bright Eyes, interesante grupo liderado por Conor Oberst que dejó algunos de los momentos musicales más llamativos y estimulantes de este 2011.
Es cierto que podría elegir a algún compañero de viaje más acertado de los que trajo a Vitoria, pero, con todo, el también miembro de Monsters of Folk supo generar una atmósfera adecuada, aunque haya que reconocer que no todos los presentes lo disfrutaron.
Ya a las once y veinte de la noche, todos los ojos y oídos se centraron en el escenario grande. Allí salió Brian Setzer dispuesto, en la primera parte, a repasar varios de sus éxitos en solitario y, en la segunda, a recordar a los Stray Cats.
Siguiendo ese esquema, el comienzo, acompañado por Noah Levy y Johnny Hatton, fue apetecible pero a medias. Faltó algo de chispa y conexión con el público, más que nada porque, en realidad, la gracia de ver a Brian en solitario se produce cuando detrás tiene a una orquesta. Con todo, la actuación fue subiendo el listón a cada tema que pasaba. Llegó entonces el momento del cambio y ahí sí que la noche empezó a ser perfecta.
Salió Slim Jim Phantom, el espíritu y las canciones de los Stray Cats hicieron acto de presencia y al personal se le cargaron las pilas en un instante. No hubo respiro, más allá de que aquellos a los que el rockabilly no les gusta ni lo más mínimo pusieran reparos. Los músicos (a destacar a Chris D'Rozario en el contrabajo y Kevin McKendree con el piano) sudaron cada nota además de manera literal.
Con bastante gente bailando (o intentándolo por lo menos), el momento para la galería llegó en dos fases: la primera, con D'Rozario subido por entero a su instrumento mientras competía con su colega Johnny Hatton; la segunda cuando a ellos dos se les unió también con el contrabajo el propio Setzer. El personal, claro, como loco.
Todavía con un buen número de espectadores en el recinto llegó el turno de un Paul Weller que estuvo a un buen nivel pero que tal vez intentó forzar un listado de canciones dejándose temas más interesantes en el tintero. Le sobró el momento piano, pero aún así el músico lo intentó e incluso en varias fases del concierto lo consiguió.
Lo suyo se alargó un poco más de lo previsto y la última cita del ARF 2011 no comenzó hasta bien pasadas las tres de la madrugada. Ahí estaban los supuestos Thin Lizzy. La incorporación de última hora tras la caída de Danzig no es que lo hiciera mal, es que, simplemente, no es el grupo original pero ni por asomo. Con el personal desfilando a casi cada canción que pasaba, aquello terminó siendo demasiado largo, máxime cuando el cuerpo pedía descanso a gritos.