Vitoria. De medirse la intensidad sináptica, el Teatro Principal ofrecería el próximo sábado valores insólitos. Seis cabezas se volcarán a partir de las 17.30 horas en la creación literaria inmediata, en la plasmación musical de esa improvisación conceptual y poética. Hacia atrás y hacia adelante volarán las rimas de los bertsos, tratando de acoplarse al instante del micrófono. Hacia atrás lo hace ya, únicamente, la cuenta que viven los que cuentan. Cuatro días para que los seis busquen el uno. Un único pensamiento. Una única txapela.
Una txapela que luce -y defiende- por segunda vez Oihane Perea, a la que, como a todos, le ha costado más que otras veces alcanzar la final del campeonato alavés. ¿Por qué? Dos razones básicas: cantidad y calidad. Doce bertsolaris más se han medido en las eliminatorias de este ejercicio. Y el paso del tiempo no corre en balde. El paso hace poso, y los bertsos cada vez se botan con mayor arte. Con mayor precisión. "Todo lo que está pasando no es por casualidad", asegura la vigente campeona, que sitúa el crecimiento en un proceso cimentado año a año, en un encuentro con cada vez mayor calidad. Por eso los seis clasificados han de demostrar "que merecemos estar en la final".
En unas cuantas ha estado ya Asier Otamendi, el que suma más tocados del campeonato, hasta cuatro. El que buscará revancha y tratará de quitar el prefijo sub a su condición argéntea del año pasado. Sin embargo, lo principal en el Principal será lo mismo de siempre. Trasladar ese "ambiente increíble" de las fases previas a la gran cita "con la ilusión de que quede bien, de cantar bien con mis amigos".
Amigos. Cada vez más amigos. Zigor Enbeita, que recuerda finales de veinte personas, no daba crédito al encontrarse hace unas semanas con más de sesenta espectadores en la afari de Atauri. "Es una gran diferencia", opina el que iguala en txapelas a Perea, convencida de la parte de culpa que las bertso eskola tienen en todo esto. "El salto es de calidad, el bertso es más rápido, mejor y más trabajado, con un nivel que antes no había, y la presencia de bertsolaris jóvenes atrae también una respuesta joven".
Joven como el segundo más joven de los botadores, un Iñaki Viñaspre que, sin embargo, acumula amplia experiencia de grandes ocasiones. Desde 2004 no ha dejado de estar presente en las finales alavesas, llevándose las más calurosas ovaciones del público. No le faltan aplausos y por eso sabe que "la final tiene que ser una fiesta; tenemos que hacerlo por nosotros y por ellos".
Por ese público que como los bertsolaris, como los jurados y como el espíritu del bertso en Álava crece año a año. Se llena, como afirma el lema de este año: Bete! Más allá de las palabras -y eso que esto va mucho de palabras-, Manex Agirre, que tampoco ha dejado de llegar a la final desde que la alcanzó, ha palpado este año ese nuevo nivel, "otro sentimiento, otro empujón" más a una práctica con cada vez más fuerza. La práctica se practica, lo que genera "más pelea, más tensión", más emoción, al fin y al cabo, como la que guarda parte de la grada por su trabajo, que ha estado por dos veces a punto de calzarle la txapela al de Aramaio.
"A ver qué hace el joven", apuntilla Manex. Y Ander Solozabal coge el testigo a sus palabras, como un bertso a dos voces, como un bertso cruzado. No sólo por el aumento de bertsolaris se notó el "calor" de las eliminatorias, "sino también por los jurados y el público". En su caso, ha pasado a la final por los pelos. Pero nadie ha ido demasiado desahogado. La improvisación nunca es valor seguro en bolsa. Él es el nuevo, sí, "pero eso no quiere decir nada", avisa. Irá a por todas.
Iñaki acostumbra a pasarse la mañana de la final para respirar el pulso del escenario. A Zigor le gusta llegar por la tarde con la digestión bien hecha, sólo cargado de palabras. A Oihane le funciona "dormir bien y mucho" el día anterior, transitar un sábado de "servicios mínimos", comer poco y guardarse una tableta de chocolate, por si el bajón. Ander procurará también no comerse demasiado... la cabeza. Iñaki procurará acercarse con tiempo, si es que sus inquilinos de Arabatakada se despiertan, porque le gusta respirar más allá del telón. "Antes de entrar al Principal ya está en la final", asegura, recordando el pálpito previo de ocasiones anteriores.
"No hay secretos", finiquita el más acostumbrado de los convocados. La suerte está echada. El bertso, a punto de ser botado. "Mal estudiante el que estudia al final...". No queda demasiado por practicar. Sólo mucho por disfrutar. Sobre todo gozar de un encuentro que, a buen seguro, volverá a cuajar buenas cifras de asistencia. Un encuentro que volverá a llenar el céntrico teatro de pancartas y aplausos. Un encuentro en el que protagonistas y espectadores forman un único ente, un único sentimiento.
Seis cabezas, un sólo pensamiento. Una txapela para protegerse del siempre lluvioso abril recién entrado, para demostrar la corona del bertso alavés, para competir por la cita de Euskal Herria. Una txapela para hacerla volar al público y que siga las corrientes del mundo. Ibili munduan. Cuenta atrás para los que cuentan. Que no se lo cuenten.