Vitoria. ¡Tianananiá! Esta crónica comienza con el rasgado maullido de un violín invisible. Que es como acaban todos los números de uno de los magos por antonomasia, de aquel que conquistó los televisores cuando sólo había un par de cadenas con que ser atados. Juan Tamariz toma el relevo de René Lavand en el aperitivo de Magialdia, un piscolabis que parece tomar forma clásica en el calendario gasteiztarra avisando de la otoñal presencia del festival de ilusionismo con más que suficiente anticipación, dentro de mes y medio.

Si el elegante y poético prestidigitador argentino animó la previa del certamen alavés -e internacional- el pasado año, en el presente ejercicio serán el desbordante talento y la incesante apuesta humorística de Tamariz los encargados de calentar motores para la ya clásica cita. Será los días 3 y 4 de mayo con sendas actuaciones. La primera de ellas, dedicada a medios de comunicación y compromisos varios. La segunda, abierta al público en general.

Si se realiza a bote pronto una encuesta de calle preguntando por el nombre de un mago, probablemente David Copperfield y Tamariz -con permiso de Txan, por supuesto- se llevarían un buen puñado de votos. Ataviado siempre de su chistera y sus sempiternas gafas, adicto a la sacudida verbal y a la tensión dramática -desbordada por la comedia-, el ilusionista madrileño se ha convertido con el paso de los años en icono.

Empezó a marcar sus cartas a los cuatro años, tras asistir a un espectáculo del género que le dejó prendado. No tardó en repetir visitas y en ir atesorando material mágico con el que construir sus propios trucos. Unos trucos que le valieron el ingreso en la Sociedad Española de Ilusionismo a los dieciocho años, dos años antes de lo previsto por los estatutos. Él llevaba una velocidad distinta al resto.

No tarda en dedicarse a la magia, alternada con piezas más cercanas al payaso y al titiritero, vertientes que le curten en su trato con el público y van gestando el sello final de su trabajo. Su celebrada época televisiva le hace harto conocido, sobre todo a raíz de su paso por el Un, dos, tres..., pero no sólo se trata de un fenómeno de las 625 líneas, como demuestra, en el año 1973, su Premio Mundial de Cartomagia, principal campo de trabajo del artista madrileño.

Un artista que, además, ha mostrado siempre interés por profundizar en su trabajo, con diversos avances en juegos, rutinas, técnicas y pases que llevan su sello, con la publicación de libros, con la investigación de la psicología del espectador de magia, con la impartición de charlas y conferencias. Magia en estado puro... Y en muchos estados, la que ofrece el impredecible Tamariz, siempre dispuesto a retar a las miradas y a conquistar a los oídos con su desafinado -pero siempre ansiado- epílogo musical.

estable Siempre in crescendo, como todo truco que se precie, Magialdia sigue ampliando miras. Lo demuestra la profesionalización a la que se ve abocado el festival, que a partir de ahora requerirá de la dedicación completa de varias personas. Por ejemplo, la de José Ángel Suárez, presidente de la Asociación de Ilusionistas de Álava, que pasa a ser la cabeza visible de la organización, mientras que su portavoz, Patxi Viribay, hasta ahora el rostro de Magialdia, se aparta de la organización para dedicarse de pleno a sus quehaceres profesionales. Magialdia pide toda la atención, como un mago a su público. Cada vez es más grande. Cada vez más ilusionante.