Londres. En el Nikki-Beach Club de la isla caribeña de San Bartolomé no se está mal: el agua es azul turquesa y el resto tan blanco como la arena de la playa. La isla y especialmente el exclusivo centro de ocio son un patio de juegos para guapos y ricos, o al menos para quienes conocen a un rico. Uno como Muatassim al Gadafi. El hijo del dictador libio lleva años invitando a fiestas de Nochevieja a lo más selecto del panorama de la farándula, y estrellas y starlets acudían sin pensárselo a la llamada de los petrodólares. Aunque por entonces ya se sabía que gran parte de los habitantes de Libia -uno de los Estados con más petróleo del mundo- vivían por debajo del umbral de la pobreza, artistas como Beyoncé aceptaron la invitación de cantar un par de temas a cambio de facturar aproximadamente un millón de dólares.

En las fiestas corría el mejor champán francés y entre los asistentes figuraban desde Jon Bon Jovi a Lindsay Lohan y Jay-Z, según la revista Rolling Stone. Lo que no se sabe es si a los famosos invitados también se les pagaba por su presencia. Mariah Carey, Lionel Richie o Enrique Iglesias son otras de las estrellas que también viajaron en jet a la isla caribeña, según han averiguado los medios estadounidenses. Pero, ¿sabía el meloso cantante de Bailamos que el hijo de Gadafi no estaba interesado en su arte? Al parecer, a Mutassin al Gadafi le atraía mucho más la novia de Iglesias, según afirmó en 2006 el experto en farándula Michael Graeter. Anna Kournikova no ha ganado nunca un torneo de tenis, pero la joven rusa era una de las joyas de las fiestas.

Las celebraciones en San Bartolomé son sólo una pequeña parte de las conexiones que el régimen de Gadafi mantiene con Occidente. Al menos desde que el entonces primer ministro británico Tony Blair le estrechara en 2004 su "mano de la amistad" en la jaima de Gadafi, la familia del estrambótico dictador hace todo por codearse con la corte. Y textualmente: el hijo de Gadafi Saif al Islam se mueve en Londres por los más elevados círculos, incluso Buckingham Palace.

Aunque no se han confirmado los rumores de que asistió al cumpleaños de Isabel II, con el hijo de la monarca, el príncipe Andrés, sí mantiene una estrecha relación de negocios. No hay que sorprenderse: el Gobierno británico había intentado paulatinamente hacer de Libia un socio normal, dejando de lado los problemas políticos internos y la pobreza de sus habitantes. Downing Street estuvo vinculado incluso en el indulto del condenado por el atentado de Lockerbie Abdel Bassit Ali Mohammed al Megrahi, trasladado desde Escocia a Libia. Y el príncipe Andrés, con sus lazos comerciales, tampoco sería ajeno al asunto.

Mientras, el grupo británico BP extrae petróleo en Libia. El príncipe Andrés, a quien los medios británicos también atribuyen relaciones con pederastas y contrabandistas de armas, no tiene nada de qué esconderse, según sus portavoces.

Pero las estrellas y starlets sí han escuchado a sus asesores de relaciones públicas. Beyoncé donó a las víctimas de Haití el millón de dólares que obtuvo por su actuación ante el clan Gadafi, según contó su portavoz a la web estadounidense Huffington Post.

También la cantante canadiense Nelly Furtado destinó a una causa benéfica el millón recibido por su concierto de 45 minutos en Italia para la familia del líder libio. Pero quizá, el paso más consecuente lo dio el jueves el rector de la reputada universidad London School of Economics, Howard Davis. Dimitió. "Soy responsable de la reputación de la institución, y esto ha causado daños", argumentó.

El centro aceptó un donativo de Saif al Islam de al menos unos 350.000 euros. Posteriormente se supo que el elocuente Saif, celebrado en Londres como la parte buena del clan Gadafi, habría terminado su tesis doctoral gracias a la ayuda de un negro. La Corte Penal Internacional también lo está investigando.