vitoria. Tiene todas las medallas. Todos los reconocimientos. Todos los aplausos. Pero Emilio sigue enfadándose en los ensayos -martes y jueves- porque alguien se pone a hablar justo antes de ponerse polifónicos. Porque una nota no entra como es debido. Y, al no entrar, le saca de sus casillas. Emilio cantó, tocó el piano y el violín. Pero, sobre todas las cosas, es director. Le gusta serlo. Director de un grupo que no conoce otra batuta desde hace cincuenta años. Y celebra esas cinco décadas de música con esa batuta en plena forma.
Con su ahora inseparable Vicente Barcia -de tanto cruzarse por la Dato, acabaron siendo amigos-, mantiene esa forma a los 77 años. Algo tendrá que ver tomar café y mosto en vez de vinos, aunque, eso sí, después de los ensayos sí que se da el homenaje con un buen caldo, para entablar con sus cantantes más allá de la disciplina. Va de rígido, como todo aquel que debe guiar a un colectivo amplio de personas, pero en el fondo ése perpetuo enfado es sólo una pose que esconde a un buen hombre.
Barcia -sí, el de Pulimentos Barcia- le falla algunos días por sus clases de tai chi. Y le echa de menos. Ipinza es un vitoriano muy conocido, pero es que a Vicente le para aún más gente que a él por la calle. También Emilio falla a Vicente. Y es que, cada dos por tres, toca un ensayo, revisar una partitura... Emilio es música por los cuatro costados.
Lo es desde hace cincuenta años, cuando, además de ejercitar sus gemelos, un grupo de montañeros decidieron colocárselos en los puños y, de etiqueta, calentar también las cuerdas vocales. De cantar en las cumbres, pasaron a hollar su propia cima de la canción, que les llevó junto a muchos ochomiles de la partitura, junto a todos los compositores imaginables, a múltiples rincones del mundo.
Y, sin embargo, un encuentro acaba siempre eclipsando a los demás. La Coral Manuel Iradier visita al Papa en 1985. No puede haber una fecha más gasteiztarra: el 4 de agosto. El Papa conquista a todos los coralistas. A los más fervientes y a los que nunca han acabado de creer. Quizás no somaticen la verdad divina. Pero al ver al Papa hacen un pequeño acto de fe. Como buenos vitorianos, le llevan vasquitos y nesquitas. Y a los pocos meses se enteran de algo. El Papa había dejado la caja abierta en su despacho, para los invitados. Y el santo padre asegura que los cardenales nunca le hicieron tantas visitas como aquellos días. Goloso pecado.
Hoy a las 18.00 horas el pecado es perderse la celebración del aniversario en el Teatro Principal. Ipinza y la subdirectora, Estitxu Delgado, se reparten la batuta ante la Manuel Iradier, los Niños Cantores de Vitoria y el Coro Doinuz Blai. Aramburu, Guridi Brahms... Clásicas y navideñas. Festivas y henchidas de tiempo. Estas bodas de oro renuevan los votos de la Manuel Iradier con el público hoy en Gasteiz.