El creador de Facebook Mark Zuckerberg, el revolucionario Ernesto Che Guevara, el cantautor Serge Gainsbourg, la leyenda del boxeo Max Schmeling, el poeta Goethe, la banda de rock The Doors... En tiempos de crisis como los de ahora, florecen los biopics, historias de seres que existen o existieron y son trasladadas a la gran pantalla con mayor o menor dosis de ficción. Hay biopics desde que el cine es cine. El intento de contar las vidas de famosos desde una mirada artística resulta tan interesante para directores como para público y, por lo general, ese interés está más allá de una perspectiva de voyeur: sus protagonistas suelen ser presentados como seres capaces de superar problemas. Eso, sin menospreciar los buenos resultados que suelen tener en taquilla y las ventas de artículos relacionados que traen consigo. Sobre todo si se trata de escritores o músicos, con la reedición de sus novelas y sus discos.
Lo llamativo es que este tipo de películas llenan las carteleras de los cines especialmente cuando arrecian las crisis. Y no es una observación nueva: ya dos de los grandes historiadores de cine, James Mónaco en How to Read a Film y el polaco Jerzy Toeplitz en History of Cinema Art, analizaron la primera gran oleada de biopics en el Hollywood de los años 30. En aquel entonces, en medio de la crisis económica mundial tras el crack del 29, el ex presidente estadounidense Abraham Lincoln, la reina Cristina de Suecia o el inventor Thomas Alva Edison eran buenos modelos de ejemplo a seguir. Y el pionero de Hollywood Louis B. Mayer, primer presidente de los legendarios estudios Metro Goldwyn Mayer (ahora en quiebra), apostó por ellos. Según decía, su objetivo era "mostrar a los espectadores imágenes alentadoras".
El patrón de los filmes era casi siempre el mismo: el protagonista debía hacer frente a un obstáculo personal o social y el final feliz estaba garantizado. Y eso, en muchos casos, apenas ha cambiado. Muchas veces los aspectos más trágicos de la historia quedan relegados, o se subrayan para acentuar el happy end idealista. Así sucede por ejemplo en el biopic Max Schmeling del cineasta alemán Uwe Boll, donde el horror de la Segunda Guerra Mundial hace brillar al héroe, o en Milk, donde el trágico final del político y activista gay Harvey Milk acentúa su causa.
De Vázquez a Capote Sin embargo, en este aspecto siempre hay excepciones, como los biopics que hurgan en el lado más canalla y grosero del personaje -véase por ejemplo El gran Vázquez, sobre el genial dibujante de historietas de la editorial Bruguera- o los que se recrean en los aspectos más oscuros, como en las películas Capote e Infamous sobre Truman Capote, o en el filme inspirado en los últimos días del cantante de Nirvana Kurt Cobain, Last Days. Precisamente este último entronca con una oleada de películas que han creado todo un subgénero: el de los biopics musicales. Desde el mosaico de rostros de Bob Dylan en I"m not There a la banda adolescente setentera The Runaways pasando por el sello discográfico Cadillac Records, los excesos de Edith Piaf en La vie en rose o documentales como Shine a Light, sobre los Rolling Stones, y When you"re Strange, sobre la legendaria banda The Doors. Además, al contrario de lo que sucedía en las primeras décadas del celuloide, hoy en día los autores se toman cada vez más libertades a la hora de retratar las vidas de personajes famosos, aunque suelen dejárselo claro al espectador. Así, en algunos biopics de actualidad como Gainsbourg, del francés Joann Sfar, o Goethe!, del alemán Philipp Stölz, queda patente a lo largo de la narración que hay una buena dosis de fantasía. Y es que en la fábrica de los sueños, todo vale, y más si se trata de superar obstáculos...